Celebrando el Día Internacional de la Mujer queremos rendir
tributo a esas mujeres que deberían estar en los libros de texto y ser parte de
nuestra cultura general.
A la mayoría de las personas nos cuesta citar nombres de
mujeres científicas de carrerilla. De hecho, muchos nos frenamos después de
citar a Madame Curie. Sin embargo, la historia y la actualidad está plagada de
mujeres que han sido y son claves en el avance de la ciencia y en configurar el
mundo tal como lo conocemos, aunque muchas aún permanezcan anónimas. Celebrando
el Día Internacional de la Mujer queremos rendir tributo a esas mujeres que
deberían estar en los libros de texto y ser parte de nuestra cultura general.
Aquí resaltamos algunas, aunque hay muchas mas.
Rosalind Franklin (1920-1958)
Las investigaciones de esta biofísica y cristalógrafa sobre
el ADN, permitieron los increíbles avances científicos que se produjeron en el
siglo XX. Sin embargo, su historia es muy triste y propia de una novela de
espionaje. Sus descubrimientos iban siendo robados por un colaborador llamado
Wikings que en 1962 consiguió, junto a Watson y Crick el Premio Nobel usando
los descubrimientos de Frankin como base.
A ella se la conoce por la llamada Fotografía 51, que
mostraba claramente la estructura de doble hélice del ADN. Sin embargo, el que
pasó a la historia fue uno de los premiados como descubridor de “la hélice de
Watson”. Franklin no pudo ver el resultado de su trabajo, puesto que murió de
un cáncer provocado, probablemente, por su prolongada exposición a la
radiación. Años más tarde Watson reconoció que las investigaciones de esta
científica nacida en Londres habían sido fundamentales para su descubrimiento.
Un libro escrito por Anne Sayre reivindicó su figura.
Inge Lehmann (Dinamarca, 1888-1993)
Su mayor descubrimiento y por el que ha sido reconocida en
su época por la comunidad científica fue la “discontinuidad de Lehmann” que
hizo pública en su artículo científico titulado “P” (en referencia a una onda
sísmica) que es la que le permitió demostrar que existía un límite, una
discontinuidad en el centro de la tierra que separaba a un núcleo interno
sólido y a uno externo líquido.
Si bien hoy todos sabemos que la tierra tiene diferentes
capas y densidades y un núcleo interno y externo (y que no es hueca, como se
pensaba en su época), pocos conocen su nombre. Graduada en matemáticas por la
universidad de Copenhague y Cambridge, el destino la llevó a trabajar con
científicos que analizaban las ondas sísmicas. Entusiasmada por esa ciencia
estudió sismología en Alemania, Francia, Países Bajos y Bélgica. Lehmann
utilizó los terremotos para confirmar su teoría. Observó que, de las dos ondas
que se propagan en un seísmo (la P y la S) tenían comportamientos distintos y
que la P se perdía durante unos grados en una zona de “sombra”. Esto la llevó a
determinar que se trataba de densidades distintas. La discontinuidad de estas
dos zonas es la que lleva su nombre. Fue muy valorada en su época y participó
en prácticamente todas las reuniones de la Unión Internacional de Geodesia y
Geofísica.
Katherine Johnson (Estados Unidos, 1918)
Decir Katerine Johnson y numeros es casi un sinónimo.
Aparentemente desde su tierna infancia, Katherine lo contaba todo. Según ella
misma reconocía, contaba los pasos hasta la carretera, los que había hasta la
iglesia o el número de platos que lavaba. Su inteligencia era enorme y le
permitió terminar estudios muy pronto saltándose cursos graduándose de
matemáticas y francés a la edad de 18 años. Originaria de un pequeño pueblo de
Virgina y siendo negra, su destino parecía decidido. Las leyes de segregación
racial no le permitían mucho más que dedicarse a ser maestra. Durante años
trabajó como profesora de matemáticas, música y francés en Marion (Virginia).
En 1953 comenzó a trabajar en la NACA (predecesora de la
NASA), que reclutaba afroamericanas para realizar tareas en su departamento de
cálculo. Como experta en matemáticas y geometría, realizaba todos los
operaciones que necesitaban los ingenieros aeronáuticos. Poco a poco comenzó a
conocer el trabajo que hacían, hacer preguntas y pedir permiso para escuchar
las reuniones sus reuniones. No pasó mucho tiempo hasta que empezó a opinar y a
proponer alternativas.
Se fue ganando el respeto de sus compañeros y a participar
directamente en los proyectos. En 1961 hizo los cálculos del proyecto Mercury.
Fue la responsable de la trayectoria parabólica del primer vuelo tripulado al
espacio y verificó las cuentas del primer viaje de John Glen, cuando la Nasa ya
había incorporado algunos ordenadores. Fue ella, también, la que calculó la
trayectoria del Apolo 11 que llevaría al hombre a la luna y fue clave para
hacer retornar el Apolo 13 a tierra cuando se abortó su misión por un problema
técnico. Hollywood ha hecho una película sobre ella, por lo que esta increíble
mujer ha salido del anonimato.
Emmy Noether (Alemania, 1982-1935)
Si Emmy Noether se hubiera dedicado a enseñar francés e
inglés, como parecía abocada de jóven, la ciencia hubiera perdido a una de las
mentes más brillantes de la historia. Especializada en el área de física
teórica y álgebra abstracta era considerada por Hilbert y Einstein, entre
otros, como la mujer más importante de la historia de las matemáticas.
Noether lo tuvo muy difícil para ostentar un cargo
académico. En Alemania las reticencias hacia la mujer en la Educación eran
mayores que en otros países de su entorno. A pesar de su brillantez, las
universidades no la acogían como profesora por ser mujer. Así paso muchos años,
dando clases en lugar de sus compañeros varones y sin cobrar un sueldo.
Tras emigrar a Estados Unidos por el auge del nazismo,
recaló en la Bryn Mawr de Pensilvania, donde fue acogida para realizar un
doctorado y donde terminó trabajando. Sus trabajos cambiaron de forma radical
el rumbo de las matemáticas contemporáneas, y su análisis de los grupos de
simetrías que aparecen en las teorías especial y general de la relatividad
permitió entender y resolver el problema de la conservación de la energía en la
teoría general de la relatividad de Einstein.
Ada Lovelace (1815-1852)
Esta brillante matemática inglesa, es reconocida como la
primera persona que desarrolló un código de computación. De hecho la NASA le
puso su nombre a una programa. Fue una adelantada a su tiempo, descubrió que,
mediante unaserie de símbolos y normas matemáticas se podían calcular grandes
series de números.
Lovelance, previó las capacidades que más adelante tendrían
las máquinas.
Entre sus notas sobre la máquina se encuentra lo que se
reconoce hoy como el primer algoritmo destinado a ser procesado por una
máquina, por lo que se la considera como la primera programadora de
ordenadores.
Mary Anning (Reino Unido, 1799-1847)
Paleontóloga. Identificó correctamente el primer esqueleto
de ictiosauro, reptil marino de la época del Jurásico, encontró los primeros
dos esqueletos de plesiosauros y el primero de pterosaurio fuera de Alemania.
Anning realizó importantes aportaciones a la paleontología y la geología.
En una época en la que muchos aún pensaban que ninguna
especie se había extinguido, Anning presentó pruebas paleontológicas que fueron
clave para asentar la teoría de la extinción de las especies. Sin embargo, la
Sociedad Geológica de Londres jamás quiso admitirla entre sus miembros y
durante toda su vida sufrió el desprecio del resto de paleontólogos, que se
apropiaron de sus descubrimientos y sus estudios sin siquiera mencionarla en
sus publicaciones.
Mary Anning solo gozó de cierto reconocimiento durante los
últimos diez años de su vida y a partir de 1838 recibió un salario anual de la
Asociación Británica para el Avance de la Ciencia. La Sociedad Geológica de
Londres, que no aceptó mujeres hasta el año 1904, reconoció públicamente que «a
pesar de no estar situada entre las clases más acomodadas de la sociedad, […]
contribuyó en gran manera con su talento y sus inagotables investigaciones a
nuestros conocimientos sobre los grandes saurios y otras formas fósiles de vida
gigantesca».
Caroline Lucretia Herschel (Alemania, 1750-1848)
Astrónoma, matemática y cantante de ópera. Descubrió ocho
cometas y tres nebulosas, y elaboró varios catálogos de observaciones
astronómicas. Trabajó intensamente junto a su hermano William, descubridor del planeta
Urano. Ambos calculaban, diseñaban y construían sus propios telescopios.
El 1 de agosto de 1786 Caroline Lucretia encontró su primer
cometa, que fue descrito como 'el primer cometa femenino'. Este hallazgo le
valió el reconocimiento de la comunidad científica y un sueldo de 50 libras
anuales otorgado por el rey Jorge. En los años siguientes descubrió otros siete
cometas, además de nebulosas, galaxias espirales e irregulares y cúmulos
abiertos que actualmente figuran en el Nuevo Catálogo General. En 1798 envió a
la Royal Astronomical Society su “Índice de observaciones de Estrellas fijas de
Flamsteed”, con una lista de 560 estrellas que el astrónomo había omitido.
En 1828 le fue concedida la medalla de oro de la Royal
Astronomical Society (la siguiente medalla concedida a otra mujer fue en 1996,
a Vera Rubin). Y en 1835, con 85 años de edad, fue nombrada miembro honorario
de esta Sociedad, ya que ser miembro de pleno derecho estaba vetado a las
mujeres. Tres años más tarde fue nombrada también miembro honorario de la
Academia Real de Irlanda y en 1846 el rey Federico-Guillermo IV de Prusia le
otorgó la Medalla de Oro de la Ciencia. El cráter lunar C. Herschel lleva este
nombre en su honor.
Barbara McClintok (Estados Unidos, 1902-1992)
Científica especializada en citogenética, estudió los
cromosomas del maíz y cómo cambian durante la reproducción. En el proceso,
desarrolló una técnica para visualizar los cromosomas del maíz y usó análisis
microscópico para demostrar ideas genéticas fundamentales, incluyendo la
recombinación genética durante la meiosis. Produjo el primer mapa genético del
maíz, relacionando regiones de cromosomas con rasgos físicos.
Hacia mitad del siglo pasado, demostró cómo los genes son
responsables de hacer que ciertas características genéticas se activen o no.
Desarrolló algunas teorías para explicar por qué algunas características
presentes en la información genética son reprimidas mientras otras se expresan
en unas y otras generaciones de plantas de maíz. Sus ideas encontraron escepticismo
de parte de otros investigadores, lo que la llevó a dejar de publicar sus
informes en 1953.
McClintock hizo luego un extensivo estudio de citogenética y
etnobotánica de razas de maíz en Sudamérica. Su trabajo sólo fue bien entendido
los 60, cuando los científicos pudieron demostrar los mecanismos del cambio
genético y la regulación genética que ella ya había descubierto con sus
investigaciones dos décadas antes.
Le otorgaron el Nobel de Medicina en 1983 por el
descubrimiento de la transposición genética, siendo la única mujer en recibir
el premio en esta área sin compartirlo con nadie más.
Chien-Shiung Wu (China, 1912-1997)
Aunque su aportación a la ciencia ha sido prolífica, Wu es
conocida por un experimento en particular: demostrar, de forma inequívoca y
definitiva, que la suposición de que se conservaba la paridad en la fuerza
nuclear débil no era válida. Sin embargo, por aquel entonces ya había hecho
muchas otras aportaciones substanciales a la física nuclear siendo reconocida
como uno de los mayores físicos experimentales de su tiempo.
Contaba con una habilidad sin igual para valorar las
exigencias del experimento, así como las capacidades y limitaciones de las
herramientas de que disponía. Identificaba con facilidad las posibles fuentes
de error, tanto en su propio trabajo como en el de otros, y utilizaba dicho
conocimiento en la planificación de la próxima investigación experimental.
Cuando ponía a prueba los modelos teóricos mediante la búsqueda de fenómenos
todavía no observados, siempre estaba alerta a las trampas o dificultades que
podían invalidar la investigación y hacía lo necesario para evitarlas.
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