Tras el descubrimiento del cerebro parcialmente fosilizado
de un dinosaurio iguanodonte en la zona de Wealden en Reino Unido. Martin D.
Brasier y un grupo de científicos de las Universidades de Cambridge y Oxford,
publicaron en 2016 los resultados del análisis realizado a la cavidad craneal
del fósil, para poder medir la inteligencia de estos grandes y maravillosos
animales prehistóricos.
Desde que se acuño el nombre “Dinosaurio”, que significa
lagarto terrible, por Richard Owen un biólogo, paleontólogo y anatomista
comparativo del siglo XIX, estas increíbles criaturas siempre han fascinado al
público en general, desde grandes a pequeños. Personalmente, desde mi infancia
he sentido un enorme amor por estos animales prehistóricos gracias a
interpretaciones maravillosas de películas y libros tales como la famosa
“Parque Jurásico” de 1993, o el gran documental televisivo “Caminando con
Dinosaurios” de 1999.
Quizás lo que fascina a los niños, y a la gente en general,
pueden ser sus grandes tamaños y formas diversas, tan distintas a los animales
que acostumbramos ver hoy en día, y que dan la sensación de ser criaturas de un
mundo fantástico. El hecho de que estos animales realmente hayan existido lo
hace mucho más increíble.
Todos los días se descubren nuevas especies e información
sobre su tiempo en vida gracias a los Paleontólogos (científicos dedicados al
estudio de restos de organismos extintos hace ya muchos años), los cuales no
descansan a la hora de descifrar los secretos que el pasado nos deja.
Uno de los grandes misterios de los dinosaurios es el cómo
ellos se desenvolvían frente a su mundo y cómo lograban sobrevivir ante las
adversidades de su ecosistema, por lo que nos sería de gran ayuda para lograr
comprender cómo era la vida de estos animales el poder escrudiñar en uno de los
tejidos más importantes, el cerebro. Pero, ¿cuán inteligentes eran los
dinosaurios?,el descubrimiento realizado en una zona de sedimentos fluviales de
Wealden en Reino Unido nos podría dar la respuesta, debido a que se ha podido
recuperar la cavidad craneal de un dinosaurio Iguanodonte (animal herbívoro de
10 metros de largo que vivió hace 133 millones de años), de la cual se pudo
rescatar el cerebro fosilizado. Este hallazgo es sumamente rarísimo, ya que el
cerebro y sus estructuras son altamente frágiles a la descomposición y a los
elementos, tales como la tierra y el agua. Las condiciones para que esto
pudiera darse son sumamente excepcionales, ya que el animal tuvo que morir y
posteriormente ser cubierto inmediatamente por barro y sedimentos como los del
fondo de un río o lago, para poder aislarlo del oxígeno y que las bacterias no
pudieran degradarlo lo suficiente como para poder desintegrarlo. Y aun así, en
condiciones perfectas, existía una gran posibilidad de que este frágil tejido
no se hubiera conservado.
En primera instancia se calculó el Cociente de
Encefalización, el cual es un índice que estima la posible inteligencia de un
animal. Este índice establece una relación entre el volumen de la cavidad
craneal junto con el peso corporal el animal. Los humanos tenemos el índice más
alto de todos los animales con un valor de entre 7,4 y 7,8, mientras que nos
siguen los delfines con un índice cercano al 5,5. Antes de poder analizar un
cerebro de dinosaurio en tan buen estado de conservación, se estimaba su
inteligencia en 1,4, lo cual ahora se refuerza gracias a los nuevos
descubrimientos resultantes del análisis del cerebro fosilizado, demostrando
que estos enormes animales exhibían una inteligencia al menos superior a la de
los cocodrilos modernos, los cuales se quedan atrás con un 1 de índice, pero
cuidado, que esto no les impide realizar procesos sociales y de supervivencia
complejos tales como cuidar a sus crías, acción que pocos reptiles realizan.
Para obtener más información, la cavidad craneal fue
sometida a pruebas de microscopia electrónica y Tomografía computarizada
(escáner usado en tratamientos médicos), las cuales permitieron revelar
detalles hasta ahora inesperados sobre los tejidos membranosos que recubren las
paredes del cerebro (las meninges), los cuales demostraron tener similitudes
con los parientes vivos más cercanos a estos dinosaurios, los cocodrilos. Además,
se descubrió que la parte anterior del cerebro, donde está presente el
hipotálamo, una estructura relacionada a la regulación de los estados
fisiológicos (temperatura, ciclo de sueño, impulsos sexuales, entre otros) está
bien definida y desarrollada, lo cual apoyaría la idea de que estos animales
cuidaban de sus crías hasta una avanzada edad, posiblemente en parejas, vivían
en grandes grupos e incluso podían comunicarse por medio de la realización de
vocalizaciones, como se ha demostrado en algunos descendientes del mismo grupo
de los iguanodontes, los llamados Hadrosaurios o dinosaurios pico de pato, los
que poseían cavidades craneales que les permitían emitir este tipo de sonidos,
lo que demuestra un nivel comunicativo mucho más complejo de lo esperado. Todo
esto nos indica que estos animales poseían una inteligencia muy parecida a los
cocodrilos actuales, al tener estos una capacidad similar de realizar estos
comportamientos sociales relativamente complejos.
Estos descubrimientos nos revelan grandes rasgos sobre la
vida de estos increíbles animales, y nos llevan cada vez más a tratarlos como
lo que son, animales que vivieron y prosperaron en nuestro planeta al igual que
nosotros. Descubrir más sobre estos seres y de todos los organismos que
poblaron nuestro planeta hace millones de años, en mi opinión, es una gran
lección de humildad que nos recuerda que nosotros no somos más que otra especie
de las millones que poblaron y reinaron el mundo en su propio tiempo.
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