"Demuestra que la diversidad de vertebrados del
Jurásico Superior es cada vez más amplia", destaca García-Ramos
Laura Piñuela muestra la laja rescatada de playa España, con
la huella
ampliada en el recuadro. P. MARTÍNEZ |
Huellas de dinosaurios, cocodrilos, tortugas, pterosaurios
y, ahora, también de lagartos. El hallazgo de los primeros rastros de lagartos
del Jurásico en el mundo ha vuelto a colocar al equipo científico del Museo del
Jurásico de Asturias (Muja) en la primera línea de la investigación. José
Carlos García-Ramos y Laura Piñuela, al frente de este departamento, hallaron
las huellas en los acantilados de Les Vinaes, al este de playa España, en el
concejo de Villaviciosa.
"Es una novedad importante porque demuestra que la
diversidad de vertebrados del Jurásico Superior es cada vez más amplia. Han
aparecido huellas de dinosaurios, cocodrilos, tortugas, pterosaurios y ahora
también de lagartos", expuso García-Ramos, quien no descarta que aparezcan
en un futuro huellas de mamíferos. Esta clase de animales, que se desarrollaron
una vez extinguidos los dinosaurios, no alcanzaban en aquella época tamaños
mayores a los de un perro pequeño, pero es razonable creer que existe algún tipo
de rastro de los mismos en la Costa Jurásica.
El hallazgo aporta conocimiento y "rellena" el
hueco que había entre las abundantes huellas de lagartos en el Pérmico y el
Triásico hasta el Cretácico.
Se suma, además, al del primer rastro mundial de un lagarto
del Cretácico, hallado en Corea del Sur, en el que también ha estado
representado el Muja, pues Piñuela colaboró durante su estancia en el país
oriental en la clasificación del rastro y participó asimismo en la publicación
correspondiente.
El asturiano fue un reptil con unas dimensiones aún
imprecisas para los investigadores, que sospechan pueda tratarse del género
"Rhynchosauroides", aunque "hay que estudiarlo con más
detalle", apuntó García-Ramos antes de avanzar que también han de
comprobar si se trata de una nueva especie o bien de una ya conocida.
El rastro del lagarto, constituido por seis huellas de pies
y siete de manos, cada una con cinco dedos, quedó impreso en el sedimento de lo
que entonces era un delta. "El clima era semiárido, Asturias estaba en
unos 33º de latitud Norte, más al sur que en la actualidad, y comenzaba a
abrirse el océano Atlántico", describió el director científico del Muja
antes de apuntar, por ejemplo, que la región estaba entonces "muy próxima
a Terranova". Por aquella época aún no había aparecido la hierba ni las
plantas con flores y la costa asturiana era baja, sin los acantilados actuales.
El lagarto que dejó el rastro de Les Vinaes convivió con diversas especies de
dinosaurios, que dejaron sus huellas en los mismos sedimentos. Es el caso de
diversas icnitas (huellas) de pequeños terópodos (bípedos y carnívoros)
denominados "Grallator". En la sala del Jurásico de Asturias del Muja
se exhibe, además, la huella de una mano de otro lagarto jurásico procedente de
los acantilados de Quintueles, que representaba hasta el momento la única
evidencia de estos reptiles en dicho periodo geológico. Los nuevos rastros han
vuelto a demostrar que los yacimientos asturianos son realmente inagotables.
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