El patrón se repite en decenas de especies de todos los
continentes
Pixabay. |
Los mamíferos silvestres están prefiriendo desempeñar su
actividad durante la noche para eludir la presencia humana, algo que no ocurría
desde la extinción de los dinosaurios. Este patrón de conducta se repite en
decenas de especies de todos los continentes (menos la Antártida), independientemente
de la naturaleza de la actividad humana, y podría afectar a los ecosistemas.
Durante sus primeros 100 millones de años en el planeta,
nuestros antepasados mamíferos hacían su vida la mayor parte del tiempo durante
la noche, para evitar a los depredadores. Sin embargo, cuando se produjo la
extinción de los dinosaurios, que dominaban el reino animal, aquellos mamíferos
pudieron volver a vivir a plena luz del día con mayor seguridad.
Esta situación se ha mantenido hasta ahora, ya que según un
estudio de la Universidad de California en Berkeley, liderado por Kaitlyn
Gaynor, los mamíferos están volviendo a la noche para eludir la presencia de
las personas, que ha pasado a ser tan disuasoria como la de los dinosaurios.
El resultado de este trabajo, publicado en junio pasado en
la revista Science, fue demoledor: las
especies animales del mundo están volviendo a desarrollar la mayor parte de su
vida en la noche para evitar la presencia humana. Nuestra especie está creando
un mundo natural más nocturno.
Gaynor y su equipo utilizaron datos de 62 especies de los
seis continentes para buscar cambios globales en los tiempos de actividad
diaria de los mamíferos en respuesta a los humanos. De media, los mamíferos se
han vuelto 1,36 veces más nocturnos en respuesta a la perturbación humana.
Metaestudio
“Una vez descubrimos este fenómeno, nos dimos cuenta de que
se generalizaba por todas partes”, escribe Gaynor en el artículo publicado en
Science.
Zorro rojo al amparo de la oscuridad en Londres. Jamie Hall.
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"Los animales responden con intensidad a todos los
tipos de perturbación humana, independientemente de si las personas realmente
representan una amenaza directa, lo que sugiere que nuestra sola presencia es
suficiente para interrumpir sus patrones naturales de comportamiento",
explica en un comunicado de su universidad.
En consecuencia, decenas de especies de todos los
continentes (menos la Antártida) prefieren cambiar su ritmo de vida a compartir
espacios con los seres humanos. Esta situación podría llevar a ciertas especies
a desarrollar nuevas características: su cornamenta podría crecer, sus orejas
se harían más sensibles ante la falta de luz, al igual que su sentido del
olfato.
En un artículo publicado en The Conversation, Gaynor amplía
detalles de su descubrimiento. Para llegar a estas conclusiones, los
investigadores realizaron un metanálisis o estudio de estudio. Revisaron la
literatura científica sobre los patrones de actividad durante 24 horas de
grandes mamíferos, seleccionados porque son los que más inciden con la
actividad humana.
Compararon esos datos con los aportados por las cámaras,
collares de radio y observaciones directas para establecer el porcentaje de
actividad que cada animal desarrollaba durante el día y la noche. Y luego los
combinaron con datos relativos a las perturbaciones humanas en esos entornos.
Fenómeno generalizado
Así descubrieron que el 83% de los casos examinados
mostraron algún aumento en la actividad nocturna en respuesta a la perturbación
humana. El resultado es consistente en todas las especies, continentes y tipos
de hábitats. Antílopes de la sabana de Zimbabwe, tapires de las selvas
ecuatorianas, gatos monteses de los desiertos del suroeste de Estados Unidos,
todos hacen lo que pueden para cambiar su actividad al amparo de la oscuridad,
escribe Gaynor.
Photo. Jamie Hall. |
Otro dato sorprendente es que este patrón se mantiene con
diferentes tipos de perturbación humana, ya sea la caza, el senderismo, el
ciclismo de montaña, la construcción de infraestructuras o de asentamientos
residenciales, e incluso con la agricultura. Todo provoca la prudente retirada
a la noche de las diferentes especies.
“Parece que la presencia humana por sí sola es suficiente
para interrumpir sus patrones naturales de comportamiento. La gente puede
pensar que nuestra recreación al aire libre no deja rastro, pero nuestra mera
presencia puede tener consecuencias duraderas”, señala Gaynor.
Un claro ejemplo de esto es el de los osos malayos: en áreas
no perturbadas, menos del 20 por ciento de su actividad se desarrolla por la
noche. Pero en áreas con presencia humana, como partes del bosque de Sumatra
donde la investigación forestal perturba el entorno, la actividad nocturna ha
subido hasta el 90 por ciento.
Este aumento en la nocturnidad entre ciertas especies puede
tener consecuencias de gran alcance para los ecosistemas, la remodelación de
las interacciones entre especies y la formación de cascadas a través de la
cadena alimentaria, avierte Gaynor.
Referencia
The influence of human disturbance on wildlife nocturnality.
Kaitlyn M. Gaynor et al. Science 15 Jun 2018: Vol. 360, Issue 6394, pp.
1232-1235. DOI: 10.1126/science.aar7121
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