Proteger el patrimonio es una de las tareas de Xing Xu, el
“gran cazador“ de dinosaurios. La Patagonia y Tucumán. Dinos con plumas.
EL DEDO EN LA HISTORIA. Secretos de esa curva de la espiral
evolutiva son
los que desentraña Xing Xu. LA GACETA / FOTO DE ANALÍA
JARAMILLO.
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Desde adolescente sabía que quería estudiar Física; vivía en
la provincia de Xinjiang, en el lejano oeste de China, y -asegura- nunca había
oído hablar de dinosaurios. Cuando llegó a la Universidad de Beijin no le
permitieron cumplir su sueño; en cambio, le asignaron la carrera de
Paleontología. “Ni siquiera sabía de qué se trataba; sólo que se dedicaba a
estudiar ‘cosas viejas’ -cuenta Xing Xu (casi 50 años), con ayuda de su
colega/amigo argentino Diego Pol (cerca de cumplir 45)-. Y cuando terminé la
carrera ya sabía de qué iba, pero seguía sin gustarme. Hasta que por fin un día
entré en contacto con los primeros fósiles de dinosaurios y me dije ‘quizás
salga algo bueno de esto’. Lo cierto es que me enamoré”.
Estos dos jóvenes expertísimos vinieron a Tucumán a
participar de la XIII Reunión Argentina de Cladística y Biogeografía (y no es
lo único en lo que trabajarán juntos estos días), y la charla tuvo lugar entre
los árboles de la Fundación Lillo, y luego, dentro del museo.
No fue casualidad: ese es el mundo “dino” de Tucumán, y Xu
dice que está feliz de haber podido, por fin, conocerlo. No se siente
representado, en cambio, por eso de “el mayor cazador de dinosaurios el mundo”,
que ya se ha hecho latiguillo en el mundo (“es muy tímido y sencillo, aclara
Pol en voz baja). Destaca, por el contrario que el suyo forma parte de un
trabajo colectivo, pero lo cierto es que ha identificado y les ha puedo puesto
nombre a 60 especies de dinosaurios, más que cualquier otro paleontólogo vivo.
Además, sus hallazgos sobre fósiles con plumas han revolucionado lo que se
sabía sobre el origen de las aves y siguen sumando datos. Y, a pesar de su
modestia, se ha hecho tan popular que hasta fue el protagonista de un anuncio
de Toyota.
El diálogo, a pesar de necesitar un traductor experto (y no
sólo por su dominio del inglés), es ameno y distendido. Xu sonríe con
frecuencia y tiene mucha paciencia cuando la información va y viene entre él,
Pol y LA GACETA. Agradecido con sus anfitriones -como muy buen oriental-,
destaca la importancia de la paleontología en Argentina y en Tucumán.
“Las colecciones del Lillo son muy importantes, y quería
verlas de primera mano; son fósiles únicos. Tucumán siempre ha tenido muy
buenos paleontólogos, como José Fernando Bonaparte”, asegura y celebra además
haber podido interactuar en nuestra provincia con importantísimos colegas,
expertos en la historia de la evolución.
La otra razón
Su alegría también tiene que ver con poder cumplir otro
sueño: ya está de camino a Chubut, más concretamente, a Cerro Cóndor, donde el
equipo de Pol está de campaña -la interrumpió para participar de la reunión- y
donde hace unos 15 días encontraron fósiles nuevos (eso significa, no
descriptos hasta ahora, explica Pol).
“Hay cuatro grandes regiones paleontológicas en el mundo y
la Patagonia argentina es una de ellas (las otras, aclara Pol, son el desierto
de Gobi, en Mongolia; China, y la región de Alberta, en Canadá). Y conocerla
con Diego, y yendo de campaña, es otra gran alegría”, resalta Xu.
-¿Cómo se sabe dónde buscar?, se les pregunta, con un poco
de vergüenza (ellos deben sentir que es una pregunta casi infantil...). Entre
ambos construyen la respuesta que, por supuesto, no se queda allí.
Aquí vamos...
Saber y tener paciencia
Hay datos probados, y los geólogos en esto son de gran
ayuda: para que haya fósiles el territorio tiene que tener ciertas
características: ser rocoso, y que esas rocas sean de tipo sedimentario (o sea,
formadas lentamente por acumulación de partículas), en cercanías de donde hubo
mares o ríos, pero hoy son desérticas (la cobertura vegetal, especialmente en
el pis, es un obstáculo) y en general casi sin asentamientos humanos.
“Pero eso puede implicar desde espacios de unas decenas de
metros cuadrados a territorios de muchos kilómetros cuadrados”, aclara Xu y
entonces hay que salir a “cazar”, y no siempre hay resultados.
“Muchas veces pobladores de zonas vecinas nos dan pistas muy
valiosas -añade Pol-, y cuenta que en Chubut tiene un “ayudante”, Luciano (14 años),
que conoce la zona y ya ha logrado algunos hallazgos. “Todavía tenemos que
analizarlos, para establecer su relevancia, pero es importante comprometer a la
población en el cuidado del patrimonio, que es de todos”, destaca Pol, y cuenta
que en Chubut hay un programa provincial de protección del patrimonio
paleontológico, y se trabaja mucho con las escuelas.
Proteger lo de todos
Esa de la protección también es una preocupación compartida
por los colegas/amigos (“nos conocemos desde hace 20 años”, había destacado el
argentino). Pol le pregunta por la situación en China y luego compara: “nos
pasa los mismo. Hay leyes que protegen, pero no controles. En la Argentina la
apropiación de este tipo de bienes es ilegal. Ellos tiene un sistema
intermedio: los, privados pueden armar su propia colección, siempre y cuando
obtengan un permiso, la tengan registrada y garanticen el acceso para que sea
estudiada”.
Por lo demás, tanto en China como entre nosotros, lo que hay
son esfuerzos individuales de investigadores y de docentes para generar
conciencia.
“Un fósil sin un estudio científico es sólo una piedra
interesante. Al estudiarlo, cobra significado; es posible incluirlo en la
historia y en la memoria colectiva”, destaca Xu antes de despedirse y luego de
“hacer” las fotos. El trabajo espera. Y, ya lo dijimos, sin esperarlo, Xu se ha
enamorado de él. No se deja esperando cuando verdaderamente se ama.
› Xing Xu - paleontólgo chino
Nació en la remota Xinjiang en 1969. Había planeado
convertirse en diseñador de software, pero no había cupo, así que en 1995 se
graduó en el Departamento de Geología de la Universidad de Beijin. Trabaja en
el Instituto de Paleontología y Paleoantropología de los Vertebrados de la
Academia China de Ciencias en Beijin.
> De dinosaurios a pájaros
Las plumas eran muy frecuentes
En el siglo XIX el naturalista británico Thomas Henry Huxley
concluyó que las aves evolucionaron a partir de los dinosaurios. Hoy la teoría
está ampliamente aceptada, pero cuando Xu comenzó su carrera seguía siendo una hipótesis
en duda. Pero fueron tantos los fósiles con plumas que encontró en muy buen
estado que se dedicó a tratar de entender la forma en la que la evolución pasó
(la transición morfológica, dicho más técnicamente) entre los que no podía
volar y lo que lo logró. Estos dinosaurios “que sí”, son los recontar abuelitos
(ancestros, dicho con más propiedad) de
nuestras aves. “Su descripción de los fósiles con plumas -escribe Kerri Smith
en la revista Nature- ha terminado con décadas de debate. Su trabajo también ha
cuestionado que el famoso Archaeopteryx fuera el ave más antigua y ha ayudado a
comprender cómo aparecieron y evolucionaron las plumas”. Entre los dinosaurios
que probablemente podían volar, Xu describió en 2003 el microrraptor, que tenía
largas plumas que formaban superficies aerodinámicas en los brazos y en la
cola, pero también en las piernas. Por so lo describió como un dinosaurio de
cuatro alas.
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