sábado, 30 de enero de 2021

Los dinosaurios que perdieron sus garras: nuevas claves en la evolución de la mano de las aves

La historia evolutiva de las aves se remonta a un linaje de dinosaurios carnívoros que vivió a finales del Jurásico, hace aproximadamente 160 millones de años y cuyo nombre —manirraptores— alude a sus manos, estructuras prensiles con fuertes garras. Dentro de este linaje (al que perteneció el célebre Velociraptor) se diferenciarían algunas formas voladoras, dando lugar entre ellas a las aves, representadas hoy en día por más de diez mil especies, uno de los grupos de vertebrados más diversos del planeta.

A la izquierda, el fósil de la mano prensil y con garras de una de las primeras aves Mesozoicas,
Jeholornis curvipes. A la derecha, un buitre leonado (Gyps fulvus) desplegando sus alas.
(Fotos: Sergio Martínez Nebreda)
Los dinosaurios manirraptores eran bípedos emplumados, depredadores ágiles y generalmente de pequeña talla. La asombrosa transformación evolutiva de la estructura a la que deben su nombre continúa siendo uno de los temas más sugerentes en paleontología y biología evolutiva. ¿Cómo una mano con dedos largos y prensiles dotados de grandes garras logró transformarse en una estructura reducida sin garras y englobada dentro de un ala carnosa y emplumada?

Paleontólogos de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) en España aportan ahora sorprendentes respuestas a esta pregunta en un trabajo (“Disparity and macroevolutionary transformation of the maniraptoran manus”) que firman junto a investigadores de la Universidad de Oxford en el Reino Unido, la Universidad Complutense de Madrid en España y el Museo de Historia Natural de Los Ángeles en Estados Unidos, como parte de un volumen especial sobre evolución de dinosaurios y origen de las aves del Bulletin of the American Museum of Natural History (Nueva York).

Gracias al diseño de una metodología de análisis de la forma, el estudio muestra por primera vez cómo se transformó la anatomía de la mano, reflejando un cambio gradual desde los primeros dinosaurios manirraptores no aviarios, pasando por las primeras aves, hasta su consecución en las aves modernas.

“De este modo logramos visualizar nítidamente la tendencia evolutiva que caracterizó esta transición, pasando por la reducción y pérdida gradual de falanges en un orden concreto. Los dedos que más se redujeron fueron los equivalentes en nuestra mano al pulgar y el corazón”, explica Jesús Marugán Lobón, profesor de la UAM y coautor del trabajo.

“A pesar de la enorme diversidad de aves que existe hoy y de la gran especialización biomecánica que exige el vuelo —detalla el investigador— nos sorprendió advertir que la diversidad de formas de las manos de aves actuales queda claramente eclipsada por la diversidad anatómica de las manos de los dinosaurios no aviarios del registro fósil”.

Por su parte, Sergio Martínez Nebreda, doctorando de la UAM y primer autor del trabajo, destaca otro de los detalles inesperados que reveló el estudio: “Identificamos que en los dinosaurios manirraptores que precedieron a las aves existe cierta dependencia entre la proporción de los dedos y el tamaño de la mano, lo que en biología conocemos como alometría. Lo sorprendente es que en las aves modernas esta asociación desaparece completamente; aves de tamaños totalmente distintos, como un gorrión y un pelícano, tienen manos anatómicamente muy parecidas”.

Estas observaciones permitieron a los investigadores deducir que la disminución de la diversidad anatómica en las formas previas a las aves modernas (algunas ya voladoras) implicó una compleja reorganización evolutiva que quizás no dependió únicamente del vuelo.

Según detallan en el trabajo, la colisión del famoso meteorito que acabó con el resto de dinosaurios podría estar relacionada con esta tendencia evolutiva, diezmando la diversidad de dinosaurios del linaje que sobrevivió a esta extinción. “Este descubrimiento —aseguran los investigadores— abre una vía para estudiar nuevos mecanismos involucrados en la evolución de las aves”.

“Las estructuras complejas y articuladas como las manos son muy difíciles de estudiar en contextos evolutivos a grandes escalas temporales, ya que pueden aparecer en el registro fósil con posiciones no naturales o incluso desarticuladas”, explica Guillermo Navalón, coautor del trabajo e investigador posdoctoral en la Universidad de Oxford.

Este estudio en dinosaurios fue posible gracias a una metodología de análisis de formas biológicas diseñada por los propios investigadores a partir de la adaptación de modelos matemáticos, a la que denominaron Análisis Procrustes Unidimensional (OPA, por sus siglas en inglés), y la cual, destacan, podría utilizarse para investigar la evolución de estructuras articuladas en cualquier otro grupo de organismos. “Podría aplicarse en investigaciones futuras sobre otros linajes que hayan protagonizado cambios evolutivos similares, como los que sucedieron en el paso del medio arbóreo al aéreo en las manos de pterosaurios y murciélagos, o las transiciones entre el medio acuático y el terrestre de muchos grupos vertebrados, por citar algunos ejemplos”. (Fuente: UAM)

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