Un nuevo estudio desmiente la idea de que tras una gran extinción queda mucho “espacio libre” que puede ser llenado por nuevas especies
La vida en la Tierra no es estática. Nuevas especies
aparecen y otras desaparecen continuamente, en una sucesión que responde a los
cambios en el entorno o a la “invención” de nuevas habilidades biológicas, que
hacen que algunos grupos ganen terreno y otros dejen de ser competitivos. Pero
esta sucesión, que es más o menos gradual, a veces se ve perturbada por
acontecimientos especiales: muchas nuevas especies aparecen de repente, o
muchas mueren en un corto espacio de tiempo. Llamamos a las primeras
radiaciones masivas, y a las segundas, extinciones masivas. Una pregunta
clásica en paleontología es si unas y otras pueden estar relacionadas, y
especialmente si las grandes mortandades pueden luego dar lugar a un
florecimiento de la vida: ¿sirven las extinciones masivas para “fertilizar” el
nacimiento de nuevas especies?
La lógica tras esta idea es que cuando desaparecen muchas especies quedan “huecos” en los ecosistemas, espacios vacíos que permiten a los supervivientes evolucionar rápidamente y producir nuevas especies que rellenan esos huecos. Ahora, una investigación publicada en la revista Nature da argumentos para pensar que esa idea es errónea.
Este trabajo utiliza una inteligencia artificial para analizar el registro fósil completo de los últimos 600 millones de años, compuesto de más de 170.000 especies de plantas, animales y protistas, y más de 1.200.000 conjuntos de fósiles. El objetivo de la inteligencia artificial es agrupar estas especies según su proximidad en el tiempo: divide la historia en intervalos de un millón de años y determina cuántas especies vivían en la Tierra en cada intervalo. Con esta información el programa puede identificar las grandes extinciones y radiaciones de la historia de la vida: en una extinción el número de especies coexistentes bajará de repente; en una radiación, aumentará en muy poco tiempo.
Extinciones y radiaciones
De esta forma, esta inteligencia artificial ha producido un listado de todos los eventos de extinción y radiación, grandes y pequeños, que han quedado en el registro fósil. La mayoría son bien conocidos: aparecen las Cinco Grandes, cinco extinciones masivas que se han considerado clásicamente como las más importantes, y también los eventos de radiación más famosos. Entre las primeras están la extinción del Cretácico-Paleogeno, la que acabó con los dinosaurios (excepto las aves), y la extinción del Pérmico, la más severa de la que tenemos noticia. Entre los segundos está la Explosión del Cámbrico, en la que aparecieron casi todos los grupos de animales que existen en la actualidad, y la radiación del Carbonífero, asociada a la colonización de los continentes.
Pero este estudio también permite hacer algo más fino y más
interesante: como utiliza un criterio único para identificar las extinciones y
radiaciones nos permite compararlas de forma consistente. Al llevar la cuenta
del número de especies que coexisten en cada momento podemos, por ejemplo,
calcular qué porcentaje de especies desaparecieron en cada extinción, o qué
porcentaje aportó cada radiación. Esto nos permite elaborar una especie de
“ranking”, un listado de los eventos puntuales que más han alterado la vida en
los últimos 600 millones de años. Los autores incluyen en este ranking sólo los
eventos más extremos, y eso nos deja con quince radiaciones, doce extinciones y
dos curiosos eventos mixtos, en los que, a la vez, se perdieron muchas especies
y aparecieron otras tantas.
Varias cosas llaman la atención en este ranking. En primer lugar el gran número de radiaciones, que son bien conocidas por los paleontólogos pero mucho menos para el gran público. En segundo lugar, que las “Cinco Grandes”... no aparecen en los primeros cinco puestos. La extinción del Pérmico sí, ésa desde luego, pero dos de ellas, la del Triásico y la del Devónico, aparecen ciertamente abajo en la lista. Esto tampoco será una sorpresa para los paleontólogos, que saben que la severidad de una extinción depende muchísimo de cómo la midamos. Tradicionalmente se ha preferido el registro de invertebrados marinos, que es más continuo y bien conocido, mientras que en este nuevo artículo se utilizan todas las especies disponibles. Además, también se suele preferir medir la extinción de familias, no de especies individuales, porque las especies pueden aparecer y desaparecer más fácilmente que las familias. En cualquier caso, quedémonos con que este ranking es interesante e informativo pero no es, ni mucho menos, el criterio definitivo.
El día después de la extinción
Pero la aportación más interesante de este trabajo no son
estos listados, que, como decimos, son más o menos conocidos y más o menos
discutibles. Lo interesante es que, al cuantificar el número de especies
ganadas y perdidas, nos permite ponderar esta idea de que los nichos que quedan
vacantes en una extinción son rellenados después con nuevas especies. En este sentido,
lo primero que vemos es algo que también se conocía: que las grandes
extinciones y radiaciones aparecen bastante dispersas en el tiempo y, a primera
vista, con poca relación entre ellas. Vemos parejas de extinciones que ocurren
una detrás de la otra sin ninguna radiación en sus cercanías. Vemos radiaciones
solitarias que están separadas por decenas de millones de años de la extinción
más cercana. Los datos no sugieren una relación fuerte entre la desaparición de
especies y la aparición de otras nuevas: extinciones severas no van seguidas de
grandes radiaciones.
Podríamos pensar que quizá las especies mueren rápidamente y se recuperan de forma mucho más lenta, pero los datos no parecen reflejar eso, o al menos no de una manera evidente. Lo que se ve es que el número de especies que se pierden en una gran extinción y las que aparecen después, incluso decenas de millones de años después, no parecen estar relacionados. Es más, en varias ocasiones se observa que las especies “aparecen de la nada”, como en la radiación del Carbonífero, en la que el 70% de las especies irrumpe en un lapso muy breve, de algunos centenares de miles de años.
Todo esto sugiere que la idea de que las especies “llenan
los huecos” que quedan en los ecosistemas no es correcta. Más bien parece que
las extinciones destruyen esos huecos y no permiten que otras especies los
ocupen. Y al contrario: las radiaciones crean huecos nuevos, que son
rápidamente ocupados por nuevas especies. Esto sugiere que la mayoría de las
extinciones masivas producen cambios irreversibles en los ecosistemas que hacen
imposible su recuperación, lo cual encaja, por ejemplo, con el escenario de un
meteorito arrasando un continente entero. Si esto es cierto, en las radiaciones
ocurriría lo contrario: una innovación evolutiva abriría puertas a la vida que
antes estaban cerradas. La radiación del Carbonífero sería un ejemplo
paradigmático, en el que la aparición de los primeros bosques húmedos crearía
un entorno apropiado para que muchos animales se adaptaran a la vida terrestre.
El precio de la innovación
Otro dato que se puede obtener con un análisis de este tipo
es la “vida media” de las especies en cada época. Para una especie determinada
podemos preguntarnos durante cuánto tiempo coexiste con otras, y eso nos dirá
cuánto tiempo pasó entre su aparición y su extinción. Para una época nos
podemos hacer una pregunta relacionada: las especies que aparecieron en este
periodo de tiempo ¿cuánto duraron, de media?
La respuesta es muy interesante: durante los últimos 600
millones de años las especies han sobrevivido, de media, durante 20 millones de
años. Pero esos números han sido muy diferentes a lo largo del tiempo: durante
el Carbonífero y a mediados del Cretácico la media estaba más cerca de los 40
millones de años, mientras que a principios del Triásico apenas llegaba a 5
millones de años. Los primeros fueron periodos muy estables en los que las especies
sobrevivían mucho tiempo sin grandes cambios; el segundo es el momento
inmediatamente posterior a la extinción del Pérmico, en el que los ecosistemas
estaban, previsiblemente, cambiando rápidamente.
Efectivamente, lo que vemos es que después de las grandes extinciones los tiempos de vida media de las especies disminuyen, a veces desplomándose hasta valores muy bajos. Era de esperar, sobre todo si identificamos las extinciones con crisis severas en los ecosistemas que hacen que éstos sean cambiantes e inestables. Pero lo más interesante es que observamos lo mismo con las radiaciones. Después de una gran radiación vuelve a ocurrir que las especies son efímeras, mucho menos duraderas que las que había antes. Esto refuerza la idea de que las grandes radiaciones no son una “vuelta a la normalidad” en los ecosistemas, sino un terremoto por derecho propio, una crisis que cambia las reglas del juego y que tiene como consecuencia que aparezcan muchas especies nuevas, pero más efímeras.
Estamos todavía, pues, tratando de entender las verdaderas
implicaciones de los grandes cambios ecológicos en nuestro planeta, tanto los
que tradicionalmente hemos considerado “negativos” ‒las extinciones‒ como los
que vemos mucho más positivamente ‒ las radiaciones. Trabajos como éste apuntan
a que se trata de fenómenos complejos relacionados con cambios en los
ecosistemas, pero sin duda hará falta que otros equipos pongan a prueba estas
ideas con eventos concretos que sean bien conocidos. Éste es un paso más en el
camino de entender la lógica de la aparición y desaparición de especies.
QUE NO TE LA CUELEN
- Cuando hablamos de “extinciones” y “radiaciones” lo hacemos siempre basándonos en un registro fósil que es incompleto, y somos conscientes de ello. Una extinción, por ejemplo, que afecte sobre todo a los continentes, donde los fósiles se preservan con más dificultad, puede ser más difícil de identificar que una que afecte a los ecosistemas marinos. Por eso es fundamental conocer la época que se está analizando y cuáles son las especies más fiables para estudiarla.
- El estudio del que hablamos en este artículo analiza principalmente los grandes eventos de extinción y radiación, y deja fuera eventos más pequeños y procesos lentos que pueden no ser evidentes a primera vista. Sin duda en el futuro otros análisis similares habrán de incorporar estos otros elementos, que podrían confirmar o matizar las afirmaciones de este trabajo.
REFERENCIAS
No hay comentarios:
Publicar un comentario