Post de: Roc Olivé, Docente de Illustra animales extintos
¿Pero realmente podemos conocer el color de los animales
extintos? Hace una década la respuesta hubiera sido un NO casi rotundo, pero en
los últimos años las nuevas tecnologías nos han permitido conocer el color de
algunos animales extintos.
La investigación, dirigida por Michael Benton, de la
Universidad de Bristol (Reino Unido), y publicada en 2010 en la prestigiosa
revista Nature, arrojó nueva luz sobre el verdadero aspecto de algunas
especies. Las indagaciones fueron posibles gracias al hallazgo de un fósil de
125 millones de años del dinosaurio con plumas Sinosauropteryx, en la Biota de
Jehol (China), en unas condiciones excepcionalmente buenas. El fósil tenía una
“pelusa” marrón a lo largo de su espalda que contenía restos de orgánulos con
pigmentos coloreados, los cuales se confundieron en un principio con restos de
bacterias o de filamentos subcutáneos. Sin embargo, el equipo de Benton
constató que los orgánulos hallados en los fósiles no contenían colágeno, sino
melanina. Esto llevó a constatar que se trataba de melanosomas preservados en
el fósil.
Los melanosomas son los orgánulos celulares de los
melanocitos, que contienen melanina, el pigmento responsable del color más
común en la piel, pelo y ojos de los animales. Hay dos tipos básicos de
melanosomas y el color que expresan es característico de su estructura y grado
de evolución. Así, los eumelanosomas son alargados, presentan diferentes
morfologías y fabrican y acumulan melaninas oscuras y pardas, mientras que los
feomelanosomas son pequeños y redondeados y fabrican melaninas amarillentas y
rojizas.
A partir de estos descubrimientos se han podido estudiar y
colorear decenas de dinosaurios emplumados, incluso algunos restos de
dinosaurios como Borealopelta o Psittacosaurus con un nivel de fosilización
espectacular. Se han podido estudiar los orgánulos de las escamas y dotarlos
también de color.
A pesar de lo bonito del relato y la felicidad que nos
inunda a los paleoartistas, estudiar el color de los animales prehistóricos es
muy costoso y en la mayoría de restos fosilizados donde solo podemos estudiar
los huesos, descubrir el color es imposible.
En este punto debemos utilizar técnicas más expeditivas y
mucho menos certeras como estudiar el hábitat y la alimentación de dichos
animales prehistóricos y, por comparativa con animales actuales, colorearlos
siguiendo patrones que ya conocemos. Por ejemplo: si tenemos un gran dinosaurio
herbívoro de cuello largo, de piel gruesa y con un estilo de vida parecido a
los actuales elefantes, es fácil suponer que su color no distará mucho del de
los grandes herbívoros de la sabana.
A la hora de colorear aves prehistóricas, en el caso de que
no presenten orgánulos en su registro fósil, es interesante basarnos en su
alimentación, ya que las plumas rojas, naranjas o amarillas son teñidas por los
carotenoides presentes en las frutas, el pescado o los crustáceos. Normalmente
las aves de presa tienen plumas oscuras debido a las melaninas que las tiñen y
por lo tanto no pueden ser de colores vivos. También, como es lógico, debido a
su dieta los colores vivos serían poco óptimos para la caza… Podríamos seguir
analizando cada caso concreto de animales prehistóricos, su hábitat y su
alimentación y especular hasta el infinito, pero ya me he enrollado demasiado.
Gracias a los estudios recientes que se han realizado para
conocer el color de algunos animales prehistóricos, los paleoartistas podemos
saber que los dinosaurios tenían rallas o manchas, incluso si eran iridiscentes
como el dinosaurio Caihong descubierto recientemente (ver ilustración). Esto
nos ha abierto un mundo nuevo. Esperemos que en el futuro los científicos sigan
coloreando la vida prehistórica.
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