El descubrimiento de este fósil se perfila a ser el más
importante de esta especie en Sudamérica. Este hallazgo promete dar nuevas
pistas a los científicos.
Tras una ardua tarea de excavación en el lago de El
Calafate, Argentina, donde en 2009 fueron encontrados los restos de un extraño
plesiosaurio, el Museo Argentino de Ciencias Naturales de Buenos Aires culminó
ahora un intenso proceso de estudio que ha incluido la reconstrucción de las
piezas para poder ser exhibidas.
El dinosaurio, cuyo esqueleto era similar a una tortuga
marina y habitaba los mares de la época de la era Mesozoica, tenía patas transformadas en aletas o
paletas, que les permitían desplazarse en el medio acuático. Además, tenía un
cuello largo, terminado en una cabeza pequeña armada con dientes puntiagudos.
Según detalló a EFE el doctor Fernando Navas, paleontólogo e
investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas
(Conicet) de Argentina, “estos seres eran ictiófagos, es decir, se alimentaban
de peces. Tenían la cola pequeña y el cuerpo muy ancho y achatado, como una
tortuga pero sin caparazón.”
Los restos de plesiosaurios son abundantes en Europa, EE.UU.
y Norteamérica. En Sudamérica y en la Patagonia son más escasos, por lo que
este descubrimiento “tiene mucha importancia al ser la primera vez que hallan
un esqueleto tan completo, articulado y muy informativo desde el punto de vista
anatómico, que permite comprender aspectos antes desconocidos de la morfología
y evolución de los plesiosaurios en el hemisferio sur”, aseguró Navas.
Desde que los materiales llegaron al museo, pasaron nueve
años para que pudiesen extraerlo de la roca del Lago Argentino, en la provincia
de Santa Cruz, por ser tan dura como el granito. Tuvieron que utilizar
distintos tipos de herramientas para poder “devastarla y romperla de diversas
formas hasta llegar a los huesos, pero los fósiles son muy frágiles, hubo que
trabajar con herramientas de mayor precisión, como martillos de punta fina para
limpiar la roca y liberar el hueso sin que se dañara”, detalló el paleontólogo.
El grupo de expertos pudo realizar una reconstrucción del
esqueleto para poder colgarlo del techo de la sala de paleontología del Museo
Argentino de Ciencias Naturales. En base a lo que se conoce de sus parientes
más próximos, algunos de ellos descubiertos en Argentina, los técnicos pudieron
calcular el número de vértebras: unas 55.
El ejemplar -aún sin nombre y apellido- mide alrededor de
ocho metros de largo y de punta a punta de las aletas delanteras tenía más de
cuatro metros de ancho, medidas similares a las de una ballena. Los
plesiosaurios no tienen parentescos directos, con excepción de las tortugas.
“Ahora el desafío es la publicación científica. Tras la presentación, falta la
descripción, y al ser un esqueleto bastante bien conservado y en gran medida
articulado tenemos suficiente información del tórax y lo podremos comparar con
miembros de esta familia de reptiles u otros animales vivientes, como lagartos,
por ejemplo”, afirmó Navas.
A la espera de ser bautizado, en los próximos meses se
definirá el nombre en honor a algún paleontólogo de Argentina como Florentino
Ameghino -el padre de la paleontología de vertebrados de ese país.
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