Hallado en Argentina
Al norte de la
Patagonia, un equipo de científicos ha descubierto los restos de una nueva
especie de dinosaurio herbívoro que hace 140 millones de años disuadía a los
depredadores con largas espinas que crecían de su cuello.
Un grupo de bajadasaurios a la vera de un curso de agua, en
una vasta pradera
de equisetos. Ilustración del paleoartista Jorge A. González.
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Los camaleones se camuflan para mimetizarse con el entorno.
Los antílopes tienen cuernos. Las mofetas liberan un líquido apestoso a través
de glándulas ubicadas en su ano y la mayoría de las tortugas esconde su cabeza
y extremidades en el interior del caparazón. Hace 140 millones de años, para
defenderse de los depredadores, una especie de dinosaurio herbívoro hasta ahora
desconocida desarrolló un curioso rasgo: el Bajadasaurus pronuspinax lucía unas
largas y finas espinas que crecían de su lomo y cuello.
Nadie tiene idea de cómo fueron aquellos combates y luchas
por la supervivencia, pero lo que sí saben los científicos que hallaron al
norte de la Patagonia argentina los restos de este ejemplar, de unos 9 metros
de largo, es que el animal era de lo más vistoso.
Las espinas inclinadas que recorrían cuello y espalda estaban cubiertas con fundas que sostenían largos cuernos con función defensiva
“Esta especie no se destacaba por su tamaño sino por otras
características anatómicas particulares: espinas inclinadas hacia adelante que
recorrían cuello y espalda como continuación de sus vértebras. Estaban
cubiertas con fundas que sostenían largos cuernos con función defensiva”,
cuenta a SINC el paleontólogo argentino Pablo Gallina, investigador del CONICET
y de la Fundación Azara-Universidad Maimónides.
Desde 2010, este equipo de investigadores trabaja en una
zona conocida como Bajada Colorada, al sudeste de la provincia de Neuquén,
donde unos colegas habían encontrado pequeños restos de astillas de huesos de
vertebrados y les recomendaron ir a echarles una mirada.
Pablo Gallina y Juan Ignacio Canale trabajando en la
excavación.
Imagen cortesía de los investigadores.
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La primera campaña fue exploratoria: “Fuimos con protector
solar, gorra, anteojos negros, cantimplora y nos pusimos simplemente a caminar
–dice este científico–. Ese primer año sacamos cosas que por entonces ni
sabíamos lo que eran y las mandamos al laboratorio del Museo Municipal Ernesto
Bachmann, de Villa El Chocón”.
A mediados de 2013, Gallina volvió a esta localidad neuquina
para estudiar los materiales. Y ahí, en el laboratorio, con los huesos ya
limpios, se percató de que se trataba de una especie desconocida: eran los
restos de un brontosaurio al que bautizó Leikupal laticauda.
Con el tiempo, los investigadores se dieron cuenta de que
aquella zona de rocas color rojizo, ubicada entre los pueblos de Picún Leufú y
Piedra del Águila, escondía aún muchos más tesoros. Los paleontólogos
encontraron dientes de dinosaurios carnívoros y partes del esqueleto de un
saurópodo desconocido que identificaron al divisar gran parte del cráneo y las
primeras vértebras del cuello, de las que sobresalía una llamativa espina de 60
centímetros de largo.
Vértebra del cuello original del bajadasauro con sus largas
espinas dobles
hacia delante. Crédito: Pablo Gallina.
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Cuando estos fósiles fueron preparados y limpiados en el
laboratorio, los científicos pudieron determinar que era una nueva especie. En
esta ocasión, la llamaron Bajadasaurus pronuspinax: Bajada, en relación a la
localidad de hallazgo, Bajada Colorada; saurus, que significa 'lagarto';
pronus, 'inclinado hacia adelante'; y spinax por 'espina' en griego. O sea
'lagarto de Bajada Colorada con espinas inclinadas hacia adelante'.
Después de años de minucioso estudio, el trabajo científico
al fin se publica hoy en la revista científica Scientific Reports, de acceso
abierto.
Mecanismos de disuasión
Debido a los pocos elementos hallados, los paleontólogos no
pueden estimar cuánto habría pesado este ejemplar. Sí saben que su cuello
habría medido 2,5 metros y que era un ejemplar adulto, ya que varios de los
huesos craneanos se encuentran bien fusionados, algo que no se ve en los
fósiles de saurópodos más jóvenes.
Mientras que entre algunas especies de dinosaurios
herbívoros de cuello largo su principal mecanismo de defensa consistía en la
combinación de gran tamaño y crecimiento veloz, otras desarrollaron creativas
estrategias, como colas de látigo, piel acorazada o mazas de hueso en la punta
de la cola.
Algunos propusieron que las espinas regulaban su temperatura corporal, que formaban una cresta de exhibición o que les daba atractivo sexual
Bajadasaurus, del grupo de los dicreosáuridos, exhibía, en
cambio, una serie de largas espinas con las que buscaba disuadir a los
depredadores. Como recuerda el paleontólogo Sebastián Apesteguía, el primero en
darse a conocer fue Dicraeosaurus, hallado por exploradores alemanes en
Tanzania a principios del siglo XX. Pero el más representativo es Amargasaurus,
descubierto por José Fernando Bonaparte –el prócer de la paleontología
argentina– también en Neuquén en los 80.
Hasta el momento se han encontrado otras especies de este
grupo espinoso: Lingwulong shenqui en China; Suuwassea emiliae en Montana,
Estados Unidos; Brachytrachelopan mesai en el centro de la Patagonia y, un poco
más al norte de esta región, Amargatitanis macni y Pilmatueia faundezi hallado
en 2018 por el paleontólogo argentino Rodolfo Coria.
A lo largo de los años, sus llamativas espinas despertaron
las más variadas conjeturas. Ciertos paleontólogos propusieron que regulaban su
temperatura corporal. Otros aseguraron que las espinas formaban una cresta de
exhibición que mejoraba su comunicación o que les daba atractivo sexual.
También se propuso que podrían haber tenido una joroba carnosa entre las
espinas, que les permitía almacenar reservas energéticas.
Afloramientos de roca en la localidad Bajada Colorada.
Provincia de Neuquén,
Argentina. Crédito: Pablo Gallina.
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Pero los científicos argentinos se inclinan más por la
hipótesis del mecanismo de defensa. “Pensamos que si solo hubieran sido
estructuras de hueso desnudas o con algún recubrimiento de piel, habrían
sufrido roturas o fracturas fácilmente con un golpe o al ser atacados por
depredadores –advierte Gallina, primer autor de la investigación–. Por eso, en
este nuevo trabajo sugerimos que habrían necesitado la protección de una funda
córnea de queratina como sucede en los cuernos de mucho mamíferos, que le otorgaría
resistencia y fuerza a estas delicadas espinas ante cualquier imprevisto”.
Más dinosaurios, más preguntas
Hace 140 millones de años, la Patagonia argentina era muy
distinta de lo que es hoy. No existía aún la cordillera de los Andes. Y los
ríos iban al revés: corrían con toda fuerza desde el este para desembocar en el
Pacífico, al oeste.
La zona de Bajada Colorada estaba dominada por praderas con
poca humedad. Se trataba de un ambiente abierto en el amplio valle de un río,
bastante cálido y comparable a las actuales sabanas africanas, pero con otra
vegetación: helechos, equisetos, coníferas en forma de arbusto y algunas
especies de las primeras plantas con flor. “Suponemos que este lugar era por
entonces un codo de un río donde se fueron depositando los restos de varios
animales”, dice el investigador.
Hace 140 millones de años, en la Patagonia argentina no existía aún la cordillera de los Andes y los ríos iban al revés
A partir del estudio de los dientes y la mandíbula de 30 cm
de largo, los paleontólogos concluyen que estos animales habrían pasado buena
parte de su vida arrancando pequeñas plantas: “Gracias a la forma de las
cuencas de sus ojos, cercanas al techo del cráneo, estos animales tenían la
capacidad de observar su entorno mientras se alimentaban a ras del suelo”.
Bajadasaurus se suma ahora a las alrededor de 250 especies
de dinosaurios halladas hasta el momento en Argentina. Si bien se han
encontrado restos de norte a sur, la provincia de Neuquén es un verdadero
paraíso de fósiles. Fue allí donde en 1882 se hallaron los primeros huesos de
dinosaurios en Sudamérica.
“Se han descripto alrededor de 35 especies de dinosaurios en
la provincia de Neuquén, a lo que hay que agregar las formas conocidas sólo por
huellas fósiles y los ejemplares sobre los que no se han erigido nuevas
especies por ser muy incompletos –advierte el paleontólogo Juan Ignacio Canale
del Museo Municipal ‘Ernesto Bachmann’, de Villa El Chocón–. En los últimos
años se ha multiplicado el conocimiento de nuevos dinosaurios y otros
vertebrados debido a que cada vez hay más grupos científicos trabajando”.
Más que respuestas, el nuevo dinosaurio alienta nuevas
preguntas. “La función de estas espinas neurales seguirá siendo un tema
controvertido –dice Pablo Gallina–. Nuestra propuesta de la funda córnea es una
más, aunque pensamos que es la más viable. No sabemos por qué existen
diferencias en cuanto a la orientación y la longitud de estas espinas dentro
del mismo grupo o cuáles eran sus hábitos alimenticios y demás aspectos de su paleobiología”.
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