Identifican un evento de extinción desconocido hasta ahora y durante el que desapareció la mayoría de los primates africanos
Fósiles de las cinco líneas evolutivas gracias a las que los investigadores descubrieron un nuevo episodio de extinción masiva - Matt Borths |
El evento marca la transición entre los períodos geológicos
Eoceno (hace entre 55,8 y 33,9 millones de años) y Oligoceno (hace entre 33,9 y
23 millones de años), un lapso de tiempo marcado por un severo cambio climático
durante el que la Tierra pasó de un calor tropical a un frío glacial. Los
hielos se expandieron, el nivel del mar descendió, los bosques empezaron a
transformarse en praderas y el dióxido de carbono (hoy uno de nuestros
principales problemas) se volvió extremadamente escaso en la atmósfera.
En ese momento, casi dos tercios de las especies conocidas
en Europa y Asia dejaron de existir, pero se creía que en África, más cerca del
Ecuador, la vida había logrado escapar de la extinción. Pero no fue así.
Ahora, en efecto, y tras repasar concienzudamente la mayor
parte de los fósiles de la época, los autores de este estudio han conseguido
demostrar que a pesar de vivir en un entorno relativamente templado, los
mamíferos africanos se vieron tan afectados como los asiáticos o los europeos.
Cinco líneas evolutivas
Usando cientos de fósiles que abarcan decenas de millones de
años, desde mediados del Eoceno hasta el Oligoceno, los científicos lograron
reconstruir líneas de tiempo evolutivas en árboles genealógicos de cinco grupos
de mamíferos africanos, identificando cuándo se ramificaron los nuevos linajes
y marcando el tiempo de la primera y última aparición conocida de cada especie.
Los resultados muestran que los cinco grupos de mamíferos,
entre ellos los primates, sufrieron enormes pérdidas alrededor del límite
Eoceno-Oligoceno. Hace unos 34 millones de años, en efecto, una Tierra que se
volvía cada vez más fría cortó ramas enteras de los árboles genealógicos de
todas esas especies. "Fue un auténtico botón de reinicio", afirma
Dorien de Vries, de la Universidad de Salford y autor principal del artículo.
La diversidad no disminuyó abruptamente, como suele ser el
caso en los eventos de extinción masiva. Más bien, la extinción ocurrió
lentamente, a lo largo de cuatro millones de años, hasta que el 63% de las
especies de esos grupos de mamíferos desapareció definitivamente. La extinción
'tocó fondo' hace unos 30 millones de años y la vida empezó a recuperarse unos
dos millones de años después.
Pero las especies que surgieron después de la crisis ya no
son las mismas que había antes, según ha revelado el estudio de los dientes de
esos animales. Los roedores y primates que reaparecieron tras el evento de
extinción, en efecto, tenían dientes diferentes. Se trataba de especies nuevas,
que comían cosas distintas y tenían hábitats diferentes. "En este sentido
-dice Matt Borths, de la Universidad de Duke y otro de los autores del estudio-
la extinción es interesante. Mata cosas, pero también abre nuevas oportunidades
ecológicas para los linajes que sobreviven en el nuevo mundo".
La investigación, pues, confirma que el límite entre el
Eoceno y el Oligoceno actuó como un cuello de botella evolutivo: la mayoría de
los linajes se extinguieron, pero algunos sobrevivieron. Y durante los
siguientes millones de años, estas líneas supervivientes se diversificaron.
Los humanos, a punto de no existir
Entre nuestros antepasados antropoides, la extinción no dejó
prácticamente nada. Los investigadores, de hecho, sólo dispusieron de un único
tipo de diente para su estudio. En palabras de Erik Seiffert, de la Universidad
del Sur de California y otro de los firmantes del artículo, "estuvimos muy
cerca de no existir nunca, si nuestros ancestros parecidos a los monos se
hubieran extinguido hace 30 millones de años. Afortunadamente, no lo
hicieron".
Los escasos primates y mamíferos supervivientes, además,
tuvieron que vérselas al mismo tiempo con otro gran peligro. A medida que las
temperaturas bajaban, África Oriental fue golpeada por una serie de eventos
geológicos importantes, como súper erupciones volcánicas e inundaciones de
basaltos, enormes coladas que cubrieron vastas extensiones con roca fundida y
que afectaron profundamente a los ecosistemas. Fue ese el momento en que la
Península Arábiga se separó de África Oriental, abriendo el Mar Rojo y el Golfo
de Adén.
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