EVOLUCIÓN / Hay más de 5.000 especies distintas
Piojo de las focas anilladas ('Echinopthirius horridus') / Stephany Virrueta-Herrera |
Los piojos se encuentran comprensiblemente entre las
criaturas que más rechazo suscitan. Pero algunas de sus características más
molestas, como su perseverancia y resistencia, explican también su exitosa y
asombrosa historia evolutiva. Una historia que se remonta hasta hace nada menos
que 193 millones de años: estos insectos parásitos sin alas existen desde que
los dinosaurios pisaban la Tierra y muy probablemente se originaron en ellos,
pues los piojos de todos los mamíferos, incluidos nosotros, provienen de un
animal aviar, es decir, un ave o dinosaurio que los hospedaba en aquella época.
Así lo asegura un equipo internacional con participación
española que ha rastreado su origen y ha averiguado cuándo y cómo dieron el
salto hasta los mamíferos. Tal y como detallan esta semana en la revista Nature
Ecology & Evolution, los piojos de los mamíferos surgieron primero en el
ancestro común de los afroterios, un grupo de mamíferos que vivían en el
territorio que hoy es África y al que pertenecen los elefantes, los damanes y
las ratas elefante. Los parásitos fueron pasando de una especie animal a otra
(de hospedador a hospedador) hasta llegar a los humanos.
"Hace aproximadamente 75 millones de años que se
produjo la separación entre los piojos de mamíferos afroterios y el resto de
mamíferos placentarios. El origen de todos los piojos se estima que se produjo
hace 193 millones de años", explica a este diario Jorge Doña Reguera, el
investigador del Departamento de Zoología de la Universidad de Granada que ha
coliderado esta investigación junto a Kevin Johnson, de la Universidad de
Illinois (EEUU).
"Hasta ahora se desconocía el origen de los piojos de
los mamíferos placentarios. Además, en este trabajo reconstruimos la historia
de codiversificación de piojos y mamíferos usando el conjunto de datos
genómicos más completo que se ha usado hasta el momento", añade Jorge
Doña.
El piojo de los elefantes ('Haematomyzus elephantis'). Stephany Virrueta-Herrera |
Por ello, aunque en total se han contabilizado más de 5.000,
sólo se conocen dos especies de piojos que afecten a humanos: "Pertenecen
al género Pediculus. Por un lado está Pediculus humanus, que incluye dos
ecotipos P. humanus humanus -el piojo de la cabeza, que es el más prevalente- y
P. humanus capitis -el piojo del cuerpo o ropa, más infrecuente y asociado a
malas condiciones de higiene-", explica. Y por otro lado están los Pthirus
pubis, los piojos del pubis o ladillas que se pegan al vello púbico o a la piel
de la zona de los genitales.
Los piojos de la cabeza se adhieren al cabello para
alimentarse succionando sangre del cuero cabelludo. Se encuentran habitualmente
en la nuca y detrás de las orejas, y se desplazan fácilmente de un pelo a otro,
aunque no saltan ni vuelan. A estas alturas del artículo, posiblemente ya le
pica la cabeza.
Pese a su larguísima historia, en el registro fósil figuran
muy pocos piojos que permitan estudiar directamente su evolución: "Solo se
conoce un fósil completo, Mesophthirus engeli, de hace 100 millones de años. También,
se conoce una silueta de un piojo más reciente, Megamenopon rasnitsyni, de hace
44 millones de años", señala.
Para realizar esta investigación, utilizaron ADN extraído de
piojos individuales conservados en etanol: "Una vez extraído, secuenciamos
el ADN y ensamblamos 2.395 genes codificadores de proteínas, que fueron los que
se usaron para inferir el árbol filogenético", repasa el investigador.
Comprender los patrones que hay detrás de la diversificación
de los parásitos, dicen los científicos, arroja luz sobre la propia
distribución de las especies animales en las que viven y sobre los procesos
evolutivos que han seguido.
Aunque nos parezcan una señal de falta de higiene y un
enemigo a combatir, los piojos tienen, como todas las especies, su papel
ecológico: "Entre otras cosas, los parásitos son una parte muy importante
de biomasa para los ecosistemas, por ejemplo de cara a otros organismos que
depredan sobre ellos", señala el investigador, que ofrece otro ejemplo
sobre la complejidad de estas relaciones. "Los ácaros de las plumas de las
aves (posibles ectosimbiontes permanentes que limpian las plumas de las aves)
mudan dentro de los huevos ya eclosionados de piojos de las aves (también
ectosimbiontes de las aves)", señala el investigador, que subraya no
obstante que "aún nos queda mucho por saber sobre estos sistemas".
MÁS 'SELFIES', MÁS PIOJOS
La vuelta al cole en septiembre suele llevar consigo un aumento en los casos de pediculosis o infestación por piojos, sobre todo entre los niños, aunque en verano también conviene estar vigilantes debido al contacto estrecho que suele haber en campamentos o parques infantiles. Para evitarlo, la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS) recomienda no compartir gorros, peines o toallas y que los niños y niñas con el pelo largo se lo recojan.
Además, algunas prácticas como la costumbre de hacerse selfies con otras personas también han aumentado los casos de pediculosis entre adolescentes y adultos.
Otro problema es el frecuente mal uso de los productos para combatirlos. La AEMPS subraya la importancia de seguir las instrucciones del envase, no mezclar distintos productos pediculicidas (puede ser peligroso) y no usarlos de forma preventiva, ya que esto disminuye su eficacia. Es decir, sólo hay que utilizarlos cuando haya piojos vivos o liendres (sus huevos). En el caso de personas que se infesten de forma repetida, pueden probar los repelentes de piojos.
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