Nuevos fósiles con huellas del cerebro y el sistema nervioso de un depredador marino de 500 millones de años determinan la necesidad de replantear la evolución de insectos y arañas.
Stanleycari - ROYAL ONTARIUM MUSEUM |
Lo que más entusiasma a los investigadores es lo que hay
dentro de la cabeza de 'Stanleycaris'. En 84 de los fósiles aún se conservan
los restos del cerebro y los nervios después de 506 millones de años.
"Aunque los cerebros fosilizados del Cámbrico no son
nuevos, este descubrimiento destaca por la asombrosa calidad de su conservación
y el gran número de ejemplares", afirma Joseph Moysiuk, autor principal de
la investigación y candidato a doctor en Ecología y Biología Evolutiva de la
Universidad de Toronto (U de T), con sede en el Museo Real de Ontario.
"Incluso podemos distinguir detalles finos, como los
centros de procesamiento visual que sirven a los grandes ojos y los rastros de
los nervios que entran en los apéndices --prosigue--. Los detalles son tan
claros que es como si estuviéramos viendo un animal que murió ayer".
Los nuevos fósiles muestran que el cerebro de 'Stanleycaris'
estaba compuesto por dos segmentos, el protocerebro y el deutocerebro,
conectados con los ojos y las garras frontales, respectivamente.
"Concluimos que la cabeza y el cerebro de dos segmentos
tienen profundas raíces en el linaje de los artrópodos y que su evolución
probablemente precedió al cerebro de tres segmentos que caracteriza a todos los
miembros vivos de este diverso filo animal", añade Moysiuk.
Resumen gráfico. |
Dado que en los cuerpos segmentados de los artrópodos pueden
encontrarse copias repetidas de muchos órganos, averiguar cómo se alinean los
segmentos entre las distintas especies es clave para entender cómo se
diversificaron estas estructuras en el grupo. "Estos fósiles son como una
piedra Rosetta, que ayuda a relacionar los rasgos de los radiodontes y otros
artrópodos fósiles primitivos con sus homólogos en los grupos
supervivientes", destaca.
Además de su par de ojos pedunculados, Stanleycaris poseía
un gran ojo central en la parte delantera de la cabeza, una característica
nunca antes observada en un radiodonto.
"La presencia de un enorme tercer ojo en 'Stanleycaris'
fue inesperada. Destaca que estos animales tenían un aspecto aún más extraño de
lo que pensábamos, pero también nos muestra que los primeros artrópodos ya
habían desarrollado una variedad de sistemas visuales complejos como muchos de
sus parientes modernos", explica el doctor Jean-Bernard Caron, Conservador
Richard Ivey de Paleontología de Invertebrados de la ROM, y supervisor del
doctorado de Moysiuk.
"Dado que la mayoría de los radiodontes sólo se conocen
a partir de fragmentos dispersos, este descubrimiento es un salto crucial para
entender cómo eran y cómo vivían", añade Caron, que también es profesor
asociado de la U de T, en Ecología y Evolución y Ciencias de la Tierra.
En el periodo Cámbrico, los radiodontes eran algunos de los
animales más grandes, como el famoso 'Anomalocaris', que alcanzaba al menos un
metro de longitud. Con no más de 20 cm de longitud, el 'Stanleycaris' era
pequeño para su grupo, pero en una época en la que la mayoría de los animales
no crecían más que un dedo humano, habría sido un depredador impresionante. Los
sofisticados sistemas sensoriales y nerviosos del 'Stanleycaris' le habrían
permitido detectar eficazmente pequeñas presas en la oscuridad.
Con grandes ojos compuestos, una formidable boca circular
llena de dientes, garras frontales con una impresionante variedad de espinas y
un cuerpo flexible y segmentado con una serie de aletas para nadar a lo largo
de sus costados, el 'Stanleycaris' habría sido la pesadilla de cualquier
pequeño habitante del fondo que tuviera la mala suerte de cruzarse en su
camino, aseguran los investigadores.
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