En los primeros 1.000 millones de años de historia de la Tierra, nuestro planeta sufrió una 'lluvia' de enormes rocas que activaron los procesos geológicos
Recreación de un impacto de meteorito en la Tierra ARCHIVO |
Según ha averiguado el equipo liderado por Tim Johnson, de
la Escuela de Ciencias Planetarias y de la Tierra de Curtin, los impactos de
meteoritos tan grandes como el que acabó con la vida de los dinosaurios hace 66
millones de años eran relativamente frecuentes durante los comienzos de nuestro
planeta. La teoría de que tras estos choques estaba la razón de la creación de
los continentes lleva años planteada; sin embargo, nunca se han encontrado
pruebas irrefutables. Hasta ahora.
Para averiguarlo, los investigadores de Curtin estudiaron
las rocas del cratón de Pilbara, en Australia Occidental. Un cratón es algo así
como un 'fósil' geológico: una masa continental que, en el pasado, se volvió
tan rígida que, desde entonces, no ha sufrido fragmentaciones o deformaciones,
al no haber sido afectada por los movimientos orogénicos. Es por ello que aquí
encontramos las piezas más antiguas de los continentes o fragmentos de los
primeros supercontinentes, testigos de primera mano del paso del tiempo. Y,
entre ellos, el de Pilbara es el más antiguo: este cratón, junto con el de
Kaapvaal (en Sudáfrica), son las únicas áreas que guardan restos del eón
Arcaico, que data de hace entre 3.600 y 2.700 millones de años.
«Al examinar diminutos cristales de circón en rocas del cratón
de Pilbara, que representa el remanente mejor conservado de la corteza antigua
de la Tierra, encontramos pruebas de estos impactos de meteoritos gigantes»,
explica Johnson. «Estudiar la composición de los isótopos de oxígeno en estos
cristales de circón reveló un proceso que va 'de arriba hacia abajo', y que
comienza con el derretimiento de las rocas cercanas a la superficie y progresa
más profundamente, en consonancia con el efecto geológico de los impactos de
meteoritos gigantes«.
Así, el equipo descubrió que el cratón de Pilbara se
construyó en tres etapas: los circones de la primera fase (que datan de
3.600-3.400 millones de años, tan solo unos 1.000 millones de años después del
origen de la Tierra) revelaron un único impacto gigante, que condujo a la
formación del cratón.
La segunda etapa (reflejada en los circones que datan de
entre 3.400 a 3.000 millones de años) fue un período de reelaboración y
estabilización del núcleo de la corteza, seguida de la tercera etapa (hace
menos de 3.000 millones de años), un período de fusión y formación de granito.
Este núcleo estabilizado luego, mucho más tarde, evolucionaría para convertirse
en los continentes actuales. Según los investigadores, solo los impactos más
grandes podrían generar suficiente calor para crear los cratones, que parecen
tener el doble de espesor que la litosfera circundante.
Estos hallazgos son consistentes con los modelos propuestos
previamente para la formación de cratones en todo el mundo, pero constituyen,
dijeron los investigadores, la evidencia más sólida hasta ahora para la teoría.
La importancia de conocer las raíces para la actualidad
Conocer los orígenes geológicos de la Tierra no solo nos
ayudará a resolver el rompecabezas histórico de nuestro pasado, sino también a
comprender el presente: conocer el mecanismo detrás de la formación y la
evolución continua de los continentes es crucial, dado que estas masas de
tierra albergan la mayoría de la biomasa del planeta, la vida humana y los
depósitos minerales más importantes.
«No menos importante, los continentes albergan metales
críticos como el litio, el estaño y el níquel, productos básicos que son
esenciales para las tecnologías verdes emergentes necesarias para cumplir con
nuestra obligación de mitigar el cambio climático», afirma Johnson. «Estos
depósitos minerales son el resultado final de un proceso conocido como la
diferenciación de la corteza, que comenzó con la formación de las primeras
masas de tierra, como el cratón Pilbara».
El siguiente paso será comparar estos datos con otros
cratones antiguos -se conocen 35- para comprobar si, efectivamente, su teoría
también se cumple en otros lugares. «Los datos relacionados con otras áreas de
la antigua corteza continental de la Tierra parecen mostrar patrones similares
a los reconocidos en Australia Occidental. Nos gustaría probar nuestros
hallazgos en estas rocas antiguas para ver si, como sospechamos, nuestro modelo
es más aplicable».
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