¿Se ha encontrado, al fin, evidencia fósil del final del
Cretácico?
Imagen de varios peces fosilizados, de 65 millones de años,
en Tanis.
ROBERT DEPALMA / UNIVERSIDAD DE KANSAS
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La historia es sobradamente conocida. Hace 66 millones de años, un enorme asteroide impactó en la costa de Yucatán, cerca de lo que hoy
es la ciudad de Chicxulub, en el Golfo de México. El violento choque levantó
una montaña de material fundido más alta que el Everest y más caliente que la
superficie del Sol, liberando más energía que mil millones de bombas como la de
Hiroshima. El terreno se incendió en miles de kilómetros a la redonda, y una
lluvia de roca fundida cayó sobre el hemisferio occidental, calcinando el 70 %
de los bosques. El polvo acumulado en la atmósfera impidió durante meses la
fotosíntesis de las plantas terrestres y del fitoplancton marino, colapsando
las cadenas tróficas y el ciclo del carbono en tierra y mar, y la falta de luz
congeló el planeta. El oxígeno prácticamente desapareció de la atmósfera,
sustituido por monóxido y dióxido de carbono, metano y azufre, que provocaron
lluvias ácidas durante meses. Como consecuencia, el 75% de las especies fue
aniquilado, el 99,9 % de todos los organismos vivos perecieron, y el ecosistema
planetario fue destruido y tuvo que reinventarse. Después del impacto, la
Tierra cambió de era geológica: terminó el Cretácico, y con él la era
mesozoica, y empezó el Cenozoico.
Pero esta historia ha tenido siempre un punto débil. Si en
un solo día, que es un instante en términos geológicos, perecieron miles de
millones de seres vivos, incluyendo todos los dinosaurios, ¿no debería existir
un estrato geológico absolutamente saturado de los restos de estos animales y
plantas? ¿Y no debería estar localizado por todo el mundo? De hecho, el límite
estratigráfico entre el Cretácico y el Cenozoico (límite K-T) está bien
determinado, entre otras cosas porque en él abunda el iridio, un metal escaso
en la corteza terrestre pero muy abundante en los meteoritos. Por lo tanto, el
impacto está bien registrado y datado, y el tiempo en el que ocurrió también,
así como su localización estratigráfica en todo el planeta. Pero en este
estrato no se han encontrado fósiles, y mucho menos evidencia alguna de una
matanza planetaria de dinosaurios. Hasta ahora.
Robert DePalma, de la Universidad de Kansas (y sí, primo del
director de cine), publicó el 23 de abril sus descubrimientos en un yacimiento
de Dakota del Norte, datado exactamente en el límite K-T. El yacimiento,
denominado Tanis, está localizado a 3.000 kilómetros de Chicxulub. Hace 66
millones de años, Tanis se encontraba a la orilla de un mar interior que
anegaba lo que hoy es el medio oeste norteamericano. El impacto originó una
serie de ondas sísmicas de gran magnitud, que provocaron un enorme tsunami en
este mar interior, con olas de hasta 10 metros, que amontonaron multitud de
animales y plantas en un sedimento caótico y repleto de restos fósiles. ¿Es
esta la primera evidencia de que el impacto de Chicxulub diezmó la biosfera
terrestre?
El impacto originó una serie de ondas sísmicas de gran magnitud, que provocaron un enorme tsunami en este mar interior, con olas de hasta 10 metros
Los fósiles de Tanis son espectaculares: peces de agua dulce
y agua salada mezclados, troncos de árboles, dinosaurios, pétalos de flores,
equinodermos, pequeños mamíferos, plumas… incluyendo más de una docena de
plantas y animales desconocidos hasta ahora. Además, los fósiles de Tanis están
conservados en multitud de orientaciones al azar, incluidos peces en posición
vertical, lo que prueba que su deposición fue el resultado de un proceso
violento y muy rápido, que los capturó en una masa de barro casi
instantáneamente. Algunos de los restos de dinosaurios están en la parte
superior de la secuencia estratigráfica, lo que invita a pensar que sus
cadáveres estuvieron flotando en el agua antes de que el terreno se volviera a
secar. El metro y medio de grosor que tiene el yacimiento está saturado de
microesférulas de cristal, llamadas tectitas, un producto conocido de la lluvia
de roca fundida que provoca un gran impacto meteorítico. Y el yacimiento está
cubierto por un estrato de 2 centímetros rico en iridio. Por lo tanto, Tanis
incluye todos los elementos necesarios para convertirse en un sueño hecho
realidad para cualquier paleontólogo.
DePalma lleva trabajando en Tanis desde 2012, y algunos
colegas a los que ha invitado a participar en sus excavaciones han calificado
su trabajo como “extremadamente meticuloso”. Sin embargo, otros investigadores
ponen en duda algunas de sus conclusiones. Por ejemplo, aunque DePalma ha
asegurado a la prensa que en Tanis hay fósiles de dinosaurios, este extremo no
ha sido publicado aún en una revista científica, y por tanto este posible
hallazgo no ha sido sometido aún al escrutinio de otros científicos. DePalma
sostiene que esos resultados serán publicados muy pronto.
Además, DePalma tiene aún una reputación que enmendar: en
2015 encontró una especie nueva de dinosaurio, el Dakotaraptor, pero al
reconstruir su esqueleto incluyó un hueso que resultó ser de tortuga. Cuando
otros colegas señalaron el error, DePalma se vio obligado a publicar una
corrección a su trabajo, y desde entonces no ha gozado de especial
reconocimiento entre la comunidad paleontológica.
Robert DePalma (izquierda) examina uno de los estratos del
yacimiento
de Tanis. UNIVERSIDAD DE KANSAS.
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¿Disponemos al fin de una foto del día en que murieron los
dinosaurios? La realidad es que faltan algunos detalles no menores por
confirmar. ¿Es Tanis uno de los descubrimientos más importantes de la historia
de la paleontología, o de nuevo se ha exagerado la relevancia de un
descubrimiento que no pasa de ser relativamente sustancial? Si todo lo que
afirma DePalma resulta ser correcto, será la primera vez que dispongamos de
evidencia incontrovertible de que los dinosaurios aún deambulaban sobre la
Tierra al final del Cretácico. Así, aunque existen otras hipótesis para
explicar la extinción en el K-T (por ejemplo, varias decenas de miles de años
de vulcanismo desenfrenado en lo que hoy es India, y que habrían causado una
enorme merma en la población mundial de dinosaurios durante el Cretácico
tardío), Tanis proporcionaría la evidencia necesaria para afirmar sin duda que
al menos algunos dinosaurios seguían vivos para ser testigos del último día del
Cretácico.
Alberto González Fairén es investigador en el Centro deAstrobiología (CSIC-INTA) en Madrid, y en el Departamento de Astronomía de la
Universidad Cornell en Nueva York.
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