Un investigador del CONICET lideró un trabajo que determinó
los cambios en el andar de una especie que vivió hace 200 millones de años
Serie de crecimiento. Créd. J. González.
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CONICET/DICYT No es un rasgo frecuente en animales a lo
largo de la evolución, pero la ciencia acaba de confirmar que Mussaurus
patagonicus, un gigantesco dinosaurio que habitó el sur argentino hace casi 200
millones de años, nació como un individuo que se desplazaba en cuatro patas y
alcanzó la adultez caminando solamente sobre las dos traseras y utilizando los
miembros superiores como brazos. La conclusión se alcanzó gracias al escaneo de
esqueletos casi completos de ejemplares recién nacidos, juveniles y adultos que
permitió simular la postura que habrían tenido en cada etapa, y que resulta
similar a lo que experimentan los seres humanos durante el crecimiento. La
novedad se publicó en Scientific Reports.
“La evidencia más contundente fue obtenida a partir del
centro de masa, que es el lugar del cuerpo en que se concentra la mayor parte
del peso, algo así como un punto de equilibrio”, explica Alejandro Otero,
investigador del CONICET en la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la
Universidad Nacional de La Plata (FCNyM, UNLP), y continúa: “Lo que vimos es
que en los bebés se encuentra a mitad del tórax, forzando su peso hacia
adelante. En los jóvenes de un año de edad, el centro de masa se ubica un poco más
atrás, mientras que en los adultos está prácticamente en la cadera, y esto nos
permite deducir que de pequeños eran cuadrúpedos y paulatinamente se iban
enderezando hasta convertirse definitivamente en bípedos”.
Con restos fósiles correspondientes a esas tres etapas
ontogénicas, es decir relativas al desarrollo morfológico del organismo, Otero
y colegas del Colegio Veterinario Real de Londres, Reino Unido (RVC, por sus
siglas en inglés) reconstruyeron las formas y estructuras de este dinosaurio a lo
largo de su vida. Lo hicieron a través de una técnica llamada Micro Tomografía
Computarizada que les mostró los huesos sin la roca en la que fueron hallados
–algunos estaban adheridos y es imposible separarlos sin destruirlos–, y les
permitió articular los esqueletos y agregarles tejido y volumen. Así,
calcularon en qué punto del cuerpo estaba el centro de masa y por ende pudieron
determinar cuál era su postura.
Cráneo de Mussaurus en edad juvenil. Foto: gentileza investigadores. |
Otro dato importante que arrojó el análisis fue el
crecimiento de los miembros. “Al nacer, tenían una extensión similar en las
cuatro patas, pero a medida que pasaba el tiempo las delanteras se iban
acortando en proporción a las traseras, hasta llegar a la adultez con patas
considerablemente más largas que los brazos”, añade Otero, y enfatiza un
particularidad sobre la forma de las manos que se suma a las evidencias
anteriores: “Las garras eran muy potentes, especialmente la del que sería el
dedo pulgar, que a su vez estaba inclinado hacia adentro. Esto nos hace pensar
que, si bien le era posible apoyarse con ellas, es probable que le sirvieran
para otras funciones relacionadas a sus hábitos de vida”. Finalmente, un punto
a destacar es la influencia que tuvo el desarrollo relativo de la cola y el
cuello a lo largo de la ontogenia del animal, que resultó determinante para que
ocurrieran los cambios en la postura mencionados.
Los huesos con los que se trabajó fueron hallados en
distintos momentos a partir de la década del ‘60 en la provincia de Santa Cruz,
territorio que habitaron estos dinosaurios hace 195 millones de años de acuerdo
a la edad de las rocas que los expertos dataron. Las reconstrucciones arrojadas
con la técnica empleada mostraron que el desarrollo de M. patagonicus era por
sí solo extraordinario: mientras que los recién nacidos se parecían a un
pollito de apenas 60 gramos y hubiesen cabido en la palma de una mano, doce
meses después pesaban cerca de 7 kilos y alcanzaban la edad adulta –alrededor
de los 8 años– con un peso de una tonelada.
Referencia
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