domingo, 2 de febrero de 2020

¿Los dinosaurios murieron de sobredosis?

La extinción de los dinosaurios ha estimulado hipótesis de lo más extrañas, y la de la sobredosis por flores, aunque equivocada, es posiblemente la más llamativa de todas.

Reconstrucción de un Heterodontosaurus, por Tyler Keillor/
Foto: /Creative Commons
Hace más de 65 millones de años nuestro planeta estaba dominado por animales muy diferentes a nosotros. Seres de los que tan solo quedan los huesos y que han estimulado nuestra imaginación tanto que su propio nombre significa “lagartos terribles”. La verdad, sin embargo, es que ni eran lagartos ni eran terribles. Entre ellos había cazadores implacables, pero también placidos herbívoros y abnegadas madres. Algunos apenas llegaban al metro de largo, mientras que otros superaban las decenas de toneladas. Durante más de 150 millones de años los dinosaurios fueron los reyes.

Pero a pesar de su éxito y su inmensa diversidad, hace mucho que terminó su era. Durante muchos años paleontólogos, geólogos y al parecer incluso psicólogos, han tratado de desentrañar el misterio ¿Qué puso fin a su reinado? La hipótesis más sólida (casualmente la más famosa) apunta como causa al meteorito que impactó en lo que ahora es el golfo de México formando el cráter de Chicxulub. No obstante, las décadas han acumulado hipótesis de lo más extrañas. La más peregrina es, posiblemente, la millones de dinosaurios muriendo de una sobredosis de flores.

Flower power

Hace tres décadas, el psiquiatra Ronald K. Siegler tuvo una idea. ¿Y si las flores hubieran tenido que ver con la extinción de los dinosaurios? La sospecha no nacía de la nada. Casualmente, hacia el final del mesozoico, la era dominada por los dinosaurios, apareció un nuevo tipo de plantas, las angiospermas. Antes de ellas todas eran gimnospermas, exponían sus semillas al exterior (como las coníferas o las cícadas). Pero a diferencia de estas, las angiospermas habían revolucionado la sexualidad de los vegetales con un nuevo y colorido invento: las flores.

No podemos estar seguros de los compuestos que podían producir estas primeras flores, pero extrapolando lo que sabemos de nuestras contemporáneas, es muy probable que buena parte de ellas secretara alguna sustancia psicoactiva. Esto es, con efectos psicológicos, ya fueran mareos o alucinaciones que alteraran el sistema nervioso.

La amapola o dormidera (del género Papaver) son angiospermas que 
producen cantidades relativamente altas de sustancias alcaloides. 
Estas tienen propiedades sedantes y de ellas se sintetiza el opio, 
concretamente de Papaver somniferum./Foto: /Pixabay
Lo que Siegler propuso fue que, tal vez, los dinosaurios consumieran estas plantas en grandes cantidades sin percatarse de su peligro, muriendo por una sobredosis. Una especulación como esta merece una buena cantidad de pruebas sólidas que la defiendan, pero lo que Siegler aportó en su lugar fue una lista de más de 2000 animales que, al darles la posibilidad, consumían drogas. Y quien dice drogas se refiere tanto al normalizado alcohol como a la heroína. Elefantes, monos, ratas… todos se sentían atraídos por los efectos de las esas extrañas sustancias, así que ¿por qué no los dinosaurios?

Pero espera, ahora estamos rodeados de angiospermas y los animales, generalmente, no se pasean por la naturaleza como si acabaran de salir de after. Siegler justificaba esto diciendo que el hígado de los dinosaurios era mucho menos eficiente eliminando estas sustancias y, lo que es más, que los dinosaurios posiblemente carecían de un mecanismo de aversión condicionada al gusto, eso que tras un atracón de pasta boloñesa hace que la salsa de tomate te despierte nauseas. Nosotros, en cambio, detectamos los alcaloides tóxicos de las plantas como un sabor amargo que (por lo general) nos desanima a ingerirlas. Ahora sabemos que algunos animales, como el murciélago vampiro (Desmodus rotundus) carecen de este condicionamiento. Así que, sin duda la idea era original, pero ¿tiene alguna evidencia?

Misteriosas excepciones

Por desgracia, no podemos saber si los dinosaurios consumían plantas con sustancias psicoactivas o si perdían el apetito por algo que les había sentado mal en el pasado, pero los paleontólogos tienen un truco: estudiar a sus parientes vivos más cercanos. Da la casualidad de que las supervivientes a la extinción más próximos son las aves, de hecho, las aves pertenecen al superorden Dinosauria, por eso es tan frecuente escuchar que las aves son dinosaurios contemporáneos, porque sencillamente lo son. Recuperando el hilo: al parecer las aves sí muestran aversión condicionada aunque se basa más en la vista que en el gusto, una gran noticia para Siegler, aunque no era suficiente. Hacía falta comprobar algo más.

Cladograma de los amniotas. En él podemos ver que las aves 
se incluyen como dinosaurios, igual que los dinosaurios y los 
cocodrilos forman parte de los arcosaurios./
Foto: /Creative Commons
Existe otro pariente vivo de los “lagartos terribles”, uno que se separó de ellos antes de que se convirtieran en dinosaurios: los cocodrilos. Dinosaurios (aves incluidas) y cocodrilos pertenecen al grupo de los arcosaurios, y da la casualidad de que un joven psicólogo llamado Gordon Gallup pensó que podía ser buena idea buscar la aversión condicionada al gusto en caimanes. Aquello tenía sentido, a fin de cuentas, los pájaros podían haber desarrollado su aversión después de separarse de los dinosaurios (en cuyo caso los dinosaurios probablemente no sufrieran aversión) o bien la trajeran de serie de tiempos remotos.

La investigación de Gallup reveló que los caimanes eran capaces de alimentarse de cualquier cosa, no importaba cuántas veces se les hubiera indigestado antes. Esto implicaba que posiblemente, la aversión condicionada al gusto habría surgido en algún punto entre el último ancestro común de cocodrilos y dinosaurios y el de dinosaurios y aves. Aquello no era lo que Gallup necesitaba. Si los cocodrilos hubieran mostrado aversión condicionada al gusto podríamos haber supuesto que sería un rasgo común a los dinosaurios, ya que sería extraño que cocodrilos y aves lo hubieran desarrollado independientemente, o que los descendientes del antepasado común entre dinosaurios y cocodrilos hubieran perdido esta aversión para recuperarla sus sucesores avianos. La naturaleza suele ser más “vaga", trabajando por con el principio de parsimonia. La hipótesis era difícil de confirmar. De hecho Gallup publicó este estudio en 1987, hacía apenas un par de años desde que Stephen Jay Gould popularizara una crítica al trabajo de Siegler en su famoso libro: La sonrisa del flamenco. Sin embargo, que la teoría de las angiospermas estuviera bastante descartada no consiguió disuadirle y decidió seguir investigando hasta nuestros días.

El retorno

Tenemos que adelantar casi hasta nuestros días, cuando en 2018 Gallup decidió publicar un nuevo artículo científico, esta vez con Michael Fred. En él, aseguraban presentar pruebas que apoyaban esta hipótesis que han decidido llamar: hipótesis de la venganza biótica. Por desgracia, parece que las evidencias no han crecido en todo este tiempo y siguen siendo las mismas que exponían hace tres décadas. Lo que sí han aparecido, sin embargo, son los contraargumentos que descartan la sobredosis.

Una de las principales críticas desde la aparición de esta hipótesis en los años ochenta fue que era aparentemente imposible de falsar. Esto es, que, dado que estos procesos de consumo de sustancias no quedan preservados en el registro fósil, no habría forma de corroborarlos. Si una hipótesis no puede ser testada se dice que es infalsable y deja de ser estudiada por la ciencia (no se considera necesariamente falsa, ojo). Ante una hipótesis infalsable la ciencia ha de ponerla a un lado y buscar otra explicación que sí pueda ser puesta a prueba. Apuntar a la infalsabilidad es un golpe muy duro, pero hay otro tal vez más evidente.

El golpe de gracia

Según Gallup, los dinosaurios podrían tener o no aversión al gusto, sin embargo, él mismo asegura que los caimanes carecen de ella sin lugar a duda. Por lo tanto, si fue esta falta de aversión lo que extinguió a los dinosaurios ¿por qué no extinguió a los caimanes y cocodrilos? Gallup ha respondido en más de una ocasión que la vida acuática de estos arcosaurios los mantenía alejados de las plantas potencialmente peligrosas. Sin embargo, esto no explicaría por qué tantos reptiles marinos se extinguieron durante esta época, así como el 15% de las familias de invertebrados marinos y la mayoría de las especies de plancton.

El tercer golpe lo asestan las propias plantas, pues existen restos fósiles que indican que una gran cantidad de angiospermas murieron hacia el final del mesozoico (en el cretácico superior o tardío). Por mucho que nos duela, la hipótesis de la venganza biótica ha sido tan vapuleada por la evidencia que no tiene sentido seguir considerándola. En nuestros días es poco más que una historia curiosa de la paleontología, como cuando se creía que la extinción se había debido a mamíferos que habían devorado todos los huevos de dinosaurios, o a que el enorme tamaño de estos reptiles les había sobrecalentado sus aparatos reproductores hasta dejarles estériles.

Parece que después de todo y a pesar de que algunos investigadores se nieguen a dejarla marchar, la hipótesis de la venganza biótica es pura fantasía y, por bien que suene, deja más huecos de los que intenta tapar. Parte del progreso científico consiste en saber pasar página cuando se demuestra que una explicación supera de largo a las demás.

Es probable que la muerte de los dinosaurios viniera fraguándose durante millones de años, reduciendo su diversidad hacia finales del periodo cretácico. Sin embargo, sabemos que el golpe de gracia lo dio un meteorito, no una droga vegetal. El impacto de un cuerpo espacial que dejó su huella como una capa de iridio, que cubrió todo el planeta y que podemos encontrar por doquier. La muerte no fue rápida, quienes sobrevivieron al Armagedón tuvieron que enfrentarse a una era de oscuridad y frío, donde el cielo se volvió gris y ocultó al Sol durante demasiado tiempo, afectando a las plantas y extendiéndose a todos los seres que de ellas dependían. En la noche meteorítica no había flores, ni alcaloides, solo negrura, iridio y evidencias.

QUE NO TE LA CUELEN:
  • Decir que las aves son dinosaurios no es una licencia poética basada en su relación evolutiva. Taxonómicamente las especies acumulan las clasificaciones de sus ancestros. La definición taxonómica de pez incluye a todo lo que evolucionó de ellos, incluidos a nosotros, del mismo modo, las aves SON dinosaurios.
  • La hipótesis del meteorito sigue siendo sólida. Sin embargo, sabemos que no fue la única causa, algo llevaba tiempo diezmando a los dinosaurios.
  • La infalsabilidad no es el único criterio que ayuda a diferenciar ciencia de pseudociencia. Actualmente, el problema de la demarcación, que así se llama, trata de resolverse mediante conjuntos de características a cumplir, entre las que, por lo general, está la falsabilidad.
REFERENCIAS (MLA):

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