Un análisis del oído interno de varias especies fósiles revela que probablemente las crías de dinosaurio llamaban a sus padres, como hacen hoy en día las aves y los cocodrilos.
No conviene precipitarse. Tenemos indicios de que ciertas
especies se “sentaban” sobre la nidada, como hacen las aves modernas para
incubar los huevos, pero no sabemos si eso era la excepción o la norma. Es
probable que muchos papás dinosaurio montaran guardia cerca del nido, para
protegerlo de depredadores oportunistas, pero puede que el papel de los padres
no llegara mucho más allá y que los dinosaurios jóvenes hubieran de valerse por
sí mismos poco después de salir del huevo. Tenemos incluso otro aspecto más en
que los dinosaurios se parecían a las aves, pero no eran exactamente iguales:
la temperatura del cuerpo. Varias evidencias apuntan a que los dinosaurios no
eran de sangre fría, como los reptiles modernos, pero tampoco alcanzaban
temperaturas tan altas como los mamíferos y las aves. También en eso parece que
vivían en un terreno intermedio.
Pero ¿y qué hay de esa otra habilidad de las aves, la que ha
levantado la admiración de los humanos durante generaciones y las ha convertido
en mascotas en muchas de las culturas del mundo? ¿Qué hay del canto? ¿Tenían
los dinosaurios voces complejas y elaboradas, como las de las aves, o fue eso
un invento posterior que sólo han tenido sus descendientes?
Garganta y oído
Lamentablemente, no podemos decir nada definitivo al
respecto. La evidencia que necesitaríamos, la que nos permitiría examinar qué
capacidades vocales tenían los dinosaurios, reside en dos partes del cuerpo que
dejan muy pocos trazos: el cerebro y el aparato fonador. Sobre el primero
tenemos muy pocas esperanzas de obtener información, porque es muy blando y es
casi imposible que fosilice. El aparato vocal está formado por cartílagos, que
en la mayor parte de los casos también se pudren antes de convertirse en
fósiles, pero tal vez, en condiciones excepcionales, alguno podría llegar hasta
nosotros. Por ahora eso sólo ha pasado con un ave de finales del Cretácico, y
eso no nos dice mucho sobre cómo eran las gargantas de sus parientes, los
dinosaurios.
Puesto que no podemos mirar en los sitios que más información
nos darían, el siguiente paso lógico es mirar en sitios que tengan algo de
información, aunque sea poca. Eso es lo que ha hecho un grupo de paleontólogos
estadounidenses, que han examinado en la revista Science el oído interno de
varias especies de dinosaurios. Tener voz sólo es interesante si otros miembros
de tu especie pueden oírte, así que si los dinosaurios desarrollaron cantos
complejos, como los de las aves, quizá eso dejó un rastro en sus oídos. Y el
oído interno tiene una ventaja frente a la garganta: que está enterrado dentro
de los huesos del cráneo. Por lo tanto, si el cráneo fosiliza bien vamos a
tener un molde del oído interno, en forma de pequeños agujeritos dentro del
fósil.
Este grupo de científicos ha analizado la forma de esos pequeños agujeritos en 124 especies diferentes, desde tortugas y cocodrilos a aves modernas, y ha incluido en la lista seis especies de dinosaurios, un pterosaurio y otros tres reptiles fósiles de grupos emparentados con los dinosaurios. Para obtener los “mapas” del oído interno han utilizado tomografía axial computerizada (lo que en español solemos llamar TAC), lo cual les ha permitido tener una imagen tridimensional que pueden manejar en un ordenador. El resultado ha sido interesante: su análisis revela que seguramente las crías de dinosaurio sí tenían voz, y es probable que la usaran para llamar a sus padres durante las primeras semanas de vida.
Voces y oídos
Lógicamente, una imagen 3D del interior de un cráneo fósil
no nos puede decir cómo se comportaban las crías de ese dinosaurio. Para llegar
a esa conclusión lo que los autores han hecho es fijarse en especies actuales,
cuyo comportamiento sí podemos observar, y ver si hay alguna relación entre
éste y la forma del oído. Intuitivamente, una relación que parecía lógico
buscar es entre la frecuencia de la voz y la capacidad de audición. Parece
razonable que animales con voces graves tendrán oídos adaptados para escuchar
sonidos graves, mientras que animales con voces agudas deberían tener oídos
especializados en sonidos agudos. Curiosamente, eso no es lo que hemos
encontrado.
La parte del oído que se encarga de la audición es la
cóclea, un tubo que se extiende hacia abajo en el oído interno. Sabemos, por
cómo funciona el oído, que cócleas cortas sólo son adecuadas para escuchar
sonidos graves, mientras que una cóclea larga nos da acceso a sonidos cada vez
más agudos. Efectivamente, lo que observamos hoy en día es que reptiles como
las tortugas o las serpientes tienen cócleas cortas, y esas especies suelen ser
mudas o producir sonidos muy limitados. Por el contrario, las aves tienen
cócleas largas y desarrolladas, a juego con sus sofisticadas voces. La palma
nos la llevamos los mamíferos, que con nuestra cóclea en forma de espiral
tenemos acceso a sonidos hasta 100 veces más agudos que la mayoría de los
pájaros.
Reptiles paternales
Según el artículo de Michael Hanson y colaboradores todos
estos animales con cócleas largas tienen una cosa en común: sus crías tienen
voces agudas y los adultos cuidan de ellas durante semanas o meses después de
la eclosión. Esto es cierto para la gran mayoría de las aves y también para los
cocodrilos, que son padres muy dedicados. En cambio, las especies con cóclea
corta no cuidan de sus crías, como ocurre con las tortugas y los lagartos, y
sólo muy rara vez se observa que los jóvenes emitan sonidos. La conclusión es
clara: el alargamiento de la cóclea, con su mayor sensibilidad a sonidos
agudos, parece haberse producido en paralelo con el desarrollo de cuidados
parentales. La ventaja de escuchar sonidos agudos parece estar relacionada con
poder ofrecer un mejor cuidado a las crías, mucho más que con comunicarse con
otros adultos.
¿Qué nos dice esto sobre los dinosaurios? Bueno, en realidad
lo que hace es ubicar a los dinosaurios dentro de una historia que es más
grande que ellos mismos. Los grupos en que observamos cócleas largas son aves,
cocodrilos, dinosaurios y pterosaurios, que sabemos que están emparentados.
Todos descienden de un antepasado común que vivió hace 250 millones de años,
poco después de la gran extinción del Pérmico. Reptiles como Euparkeria o
Proterosuchus eran, digamos, los primos de ese antepasado común, y en ellos
observamos cócleas cortas. La conclusión lógica es que aves, cocodrilos,
dinosaurios y pterosaurios han heredado sus cócleas largas de aquel antepasado
común, que, a diferencia de sus primos, ya cuidaba de sus crías y necesitaba
poder escuchar los sonidos agudos que éstas emitían. Lógicamente, esto
significa que esperamos que los dinosaurios y los pterosaurios también cuidaran
de sus crías, y que éstas también emitieran sonidos agudos. Les va en la
familia.
Esto no significa que absolutamente todos los dinosaurios cuidaran de sus crías, ni tampoco nos dice cómo de sofisticado era ese cuidado. Tal vez los jóvenes dinosaurios eran como los cocodrilos de hoy en día: muy independientes, pero se mantenían cerca de sus padres para estar más seguros. Y es posible que algunas especies de dinosaurios perdieran este comportamiento y volvieran a ser “padres despegados”, como sus antepasados. En definitiva, no debemos imaginarnos a los dinosaurios alimentando en la boca a sus crías, como hacen hoy las aves; este estudio no puede llegar tan lejos. Pero sí ha establecido las bases para que, en el futuro, si encontramos a un dinosaurio con la cóclea larga, podamos sospechar que era un padre o madre más o menos dedicado.
El estudio tampoco puede decirnos nada sobre las voces de
los dinosaurios adultos. Lamentablemente, parece que la información depositada
en los oídos tiene que ver con el cuidado de las crías, y no tanto con la
comunicación entre adultos. ¿Cantaban pues los dinosaurios, o es algo que sólo
hacen las aves? Todavía no podemos decirlo. Pero en el camino, mientras
tratábamos de averiguarlo, hemos descubierto un secreto de familia que empezó
hace 250 millones de años y continúa hoy, desde los márgenes del Nilo al nido
de cualquier gorrión.
QUE NO TE LA CUELEN
El cuidado de las crías no es exclusivo del grupo que
incluye a aves y dinosaurios. Ha evolucionado varias veces de forma
independiente: por ejemplo en los mamíferos, o en muchas especies de insectos.
Este artículo sólo nos habla de cómo ocurrió en el linaje de los dinosaurios.
Aunque el resultado de este artículo es fascinante debemos
tomarlo con cautela. Recordemos que aquí estamos deduciendo cosas sobre el
comportamiento de animales que ya no existen a partir de lo que observamos en
animales modernos. Recordemos también que el estudio sólo incluye seis
dinosaurios y un pterosaurio. Estas conclusiones deben ser tomadas como un
primer indicio, que habrá de ser confirmado desde puntos de vista
independientes y, a poder ser, más directos. Esa carrera, sin duda, ya está en
marcha.
REFERENCIAS
No hay comentarios:
Publicar un comentario