Caterine Arias es la restauradora del Museo de Dinosaurios (por temporadas) / «Decidí venir porque fui consciente de la importancia de la zona y me gusta el mundo rural»
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La conservadora-restauradora Caterine Arias Riesgo aplicando un tratamiento de consolidación a pie de excavación. / Javier Álvarez Cob |
Durante más de siete años ha ido recomponiendo, pieza a pieza, gigantes como Europatitan Eastwodii. «Es un ejemplar fantástico y es una pena que no se pueda ver nada porque tiene un tamaño que no entra en las vitrinas actuales», Lo dice quien trabajó en el montaje del complejo Dinópolis, donde se especializó en la conservación de estos gigantes de cristal. «En Teruel se apostó por la zona, y se han ido incorporando fósiles a su exposición de forma anual, porque allí están volcados con el proyecto», señala.
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El meticuloso trabajo de restauración de piezas con millones de años es clave para su conservación. |
Señala, para dar cuenta del potencial científico en el ámbito de los dinosaurios que tiene esta comarca burgalesa, que, recuerda, cuenta con cuatro especies descritas aquí, es decir, que el primer lugar donde se identificaron fue en esta tierra burgalesa. Se trata de Europatitan eastwoodi, de quien restauró una escápula de 150 centímetros. Sólo una costilla llega a medir dos metros. A él hay que sumar el otro saurópodo de la zona, el Demandasaurus darwinii. Además, están otras especies singulares cómo la tortuga Larachelus morla y el lagarto Arcanosaurus ibericus. Credenciales que «podrían llenar con material propio un gran museo que generaría riqueza para la zona».
Muchos de esos fósiles que dan un individuo con nombre salense, ha pasado por sus manos ya sea en restauración como en conservación y revisión de piezas. Un trabajo que tratará de esbozar en la charla en la Estación de la Ciencia y la Tecnología dentro del ciclo asociado a la exposición ‘Patrimonio ilustrado’. «Es un trabajo que se desarrolla todo el año, no es solo en el laboratorio también estás a pie de yacimiento porque es importante al excavar, extraer adecuadamente unas piezas que suelen ser muy delicadas».
De esta manera, se consolidan las piezas cuando están perfiladas en el terreno, después se colocan, con parte del sedimento, en un cofre de poliuretano llamado momias. Aunque el trabajo no es igual. «Depende del yacimiento, tienes Torrelara donde hay unas condiciones excepcionales de conservación pero el año pasado estuvimos en el yacimiento de Hortezuelos y el material era muy delicado, había que consolidar y engrasar las piezas en el propio yacimiento», explica.
Después, en el laboratorio, se inicia el trabajo de reconstrucción de un puzle sobre el que hay un mapa, los conocimientos sobre anatomía de dinosaurios, pero «tienes que estar atento a las singularidades». Cuenta como al restaurar un fémur de Torrelara «vi algo sospechoso y resultó ser un fragmento de mandíbula con dientes», relata. Entre las piezas hay piezas dentales que se puede recuperar en una semana, o material singular que lleva meses de concienzudo trabajo. La nueva pieza que se expone en el Museo de Salas, una vértebra de un saurópodo, requirió un trabajo de meses. «Estaba bien conservada pero en estado muy delicado había más de cien pequeñas piezas que vas uniendo algunas eran minúsculas sin casi superficie que tienes que dejar un poco de costra para que tengan consistencia, y el interior de la pieza es espectacular» cuenta satisfecha. Estas y otras singularidades del trabajo del restaurador-conservador nutrirán la charla que mañana se llevará a cabo a las 19 horas en La Estación.
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