Las imágenes por rayos X revelan cómo se desplazaban estos animales antiguos, qué podían ver u oír e incluso las vocalizaciones de sus crías.
Los ojos y oídos del dinosaurio del género Shuvuuia, que vivió durante el Cretácico en la actual Mongolia, sugieren que cazaba por la noche. FOTO: VIKTOR RADERMAKER |
«La forma del oído interno siempre se ha vinculado al estilo
de vida y el comportamiento de un animal», explica Julia Schwab, paleontóloga
de la Universidad de Edimburgo que no participó en la investigación. Por
ejemplo, el oído interno humano nos permite escuchar sonidos dentro de una gama
de frecuencias específica, desde una hoja que cae sobre la acera hasta un
trueno, y la forma del oído interno se vincula al sentido del equilibrio de
nuestra especie bípeda.
Los cráneos de los dinosaurios evolucionaron para ser
gruesos y proteger el cerebro y las estructuras asociadas, como los canales
tubulares del oído interno, manteniendo intactas esas valiosas pistas durante
millones de años. Pero esos huesos protectores dificultan ver las estructuras
que contienen. Por eso en uno de los estudios, dirigido por el estudiante de
posgrado de la Universidad de Yale Michael Hanson y su tutor Bhart-Anjan
Bhullar, el equipo creó un conjunto de radiografías de 124 arcosaurios —un
grupo que incluye dinosaurios, otros reptiles antiguos, cocodrilianos y aves
vivas— que abarca de hace 252 millones de años hasta la actualidad.
Los resultados ofrecieron más detalles de lo que esperaban
los paleontólogos. Identificando patrones en las estructuras del oído interno y
los ojos de los animales, los investigadores pudieron obtener nueva información
sobre qué podían ver los dinosaurios y para qué tipo de movimiento estaban
hechos sus oídos internos. Esto proporciona otra forma de rastrear la evolución
del vuelo en los dinosaurios y, por extensión, sus descendientes modernas: las
aves.
Es más, los resultados de ambos estudios ofrecen pistas de
cómo podrían haber sonado los dinosaurios. Es muy difícil reconstruir la
vocalización de los dinosaurios. Los órganos de sus cuerpos que generan sonido
suelen descomponerse poco después de su muerte y relativamente pocas especies
tienen características óseas vinculadas al sonido. Pero la anatomía del oído
interno de los dinosaurios ofrece cierta información sobre qué podían oír los
animales y, por consiguiente, qué sonidos podrían haber producido.
«La verdad, nunca pensé que intentaríamos descifrar los
ruidos de dinosaurios», afirma Bhullar.
Un cráneo preparado para el vuelo
Para su investigación, Bhullar y su equipo examinaron
radiografías de una amplia gama de especies, entre ellas terópodos como el
Velociraptor y un animal de brazos cortos llamado Shuvuuia; reptiles no
dinosaurios como los pterosaurios; aves pseudodentadas como el Hesperornis; y
aves y cocodrilos vivos a modo de comparación.
Cuando los paleontólogos analizaron las radiografías de
dinosaurios con garras en forma de hoz llamados troodóntidos, que vivieron
durante el Cretácico hace entre 145 y 66 millones de años, descubrieron que los
oídos internos de estos dinosaurios eran similares a los de las primeras aves
voladoras del periodo anterior, el Jurásico, que comenzó hace 210 millones de
años. Aquello fue una sorpresa, ya que la mayoría de los troodóntidos eran
dinosaurios terrestres que no volaban.
Pero las similitudes de los oídos internos revelan una
característica evolutiva necesaria para las criaturas voladoras, planteando
incógnitas sobre cómo evolucionó el vuelo.
Bhullar plantea la hipótesis de que los troodóntidos, que
tenían el tamaño de pavos, heredaron oídos adaptados al vuelo de un ancestro
más antiguo que compartían con las aves, quizá un dinosaurio volador, similar a
la especie Anchiornis, que vivió hace 165 millones de años. Y un oído interno
adaptado a los movimientos complejos del vuelo, ayudando a los animales a
mantener el equilibrio en el aire, podría haber tenido otros usos en tierra.
«Creo que incluso los dinosaurios no voladores que estaban
estrechamente relacionados con las aves se desplazaban de formas complejas»,
señala Bhullar, como trepando árboles o subiendo pendientes corriendo. En
dinosaurios emparentados con las aves, estos comportamientos podrían haber
ayudado al oído interno a desarrollarse para permitir el vuelo, una actividad
para la que se necesitan movimientos complejos y control de las extremidades.
Cazadores nocturnos
Sin embargo, no todos los dinosaurios similares a las aves
se desplazaban como sus parientes. Los investigadores descubrieron que algunos
dinosaurios se movían y cazaban de formas que contradicen las expectativas
paleontológicas.
El dinosaurio Shuvuuia, por ejemplo, ha sido un misterio
para los paleontólogos durante años. Este género, conocido por sus brazos
cortos acabados en una gran garra y por sus mandíbulas desdentadas o casi
desdentadas, pertenece a un grupo de terópodos bípedos llamado alvarezsaurios.
Bhullar y sus colegas se quedaron sorprendidos cuando descubrieron que el oído
interno del Shuvuuia es similar al de animales cuadrúpedos con locomoción
relativamente simple.
El segundo estudio de Science podría ofrecer información
sobre el extraño oído interno de Shuvuuia. Este estudio analizó tanto los oídos
internos como los ojos de los dinosaurios para obtener más información sobre el
comportamiento de los animales extintos.
«Ambos estudios se complementan», explica Lars Schmitz,
autor del estudio y biólogo del Museo de Historia Natural del condado de Los
Ángeles, y en conjunto indican que el Shuvuuia era un dinosaurio realmente
raro.
El Shuvuuia tenía canales auditivos largos, lo que amplía el
intervalo de audición de los dinosaurios. Schmitz y sus colegas proponen que
este dinosaurio tenía un oído excelente, comparable a la capacidad auditiva de
las lechuzas modernas. Una audición tan precisa, junto a los ojos grandes del
Shuvuuia, sugiere que este dinosaurio era activo de noche.
Se ignora qué cazaba exactamente el Shuvuuia, quizá pequeños
mamíferos o insectos sociales, como las hormigas. Pero Schmitz señala que un
dinosaurio podría haber evolucionado para preferir la oscuridad por muchos
motivos. «El tamaño del cuerpo, el estilo de alimentación, el clima, la
competencia», todos importan, indica Schmitz.
Cantos de dinosaurios
Los nuevos análisis también han llevado a una mejor
comprensión de la comunicación entre estos animales. Los investigadores
descubrieron que los antepasados y parientes primitivos de los dinosaurios
desarrollaron una región más larga del oído interno llamada cóclea, que se
asocia a la audición de sonidos de alta frecuencia.
Los paleontólogos proponen que el motivo más probable es que esta adaptación permitiera que los animales adultos escucharan los chillidos y gorjeos de sus crías, de forma similar a la crianza atenta de los caimanes y cocodrilos actuales. Por consiguiente, las capacidades vocales de las aves cantoras modernas podrían remontarse a los chillidos que emitían diminutos reptiles escamosos al eclosionar hace más de 200 millones de años.
«Sugerimos que el canto de las aves modernas, en toda su
gloria meliflua, es una retención en adultos de los gorjeos agudos de los
juveniles», afirma Bhullar.
Esta gran cantidad de información acerca del comportamiento
de los dinosaurios, extraída observando el interior de los cráneos fosilizados,
representa el rápido avance de las tecnologías empleadas para estudiar el
pasado prehistórico.
«Creo que la disponibilidad de técnicas de imagen modernas
es un factor importante», afirma Schmitz, que añade que los hallazgos sobre los
sistemas sensoriales de los animales modernos también pueden ayudar a los
paleontólogos a examinar y comprender mejor la anatomía y el comportamiento de
especies extintas, lo que significa que, del mismo modo que los animales vivos
informan lo que conocemos sobre los dinosaurios, los dinosaurios cambian cómo
vemos a las criaturas que nos rodean.
Este artículo se publicó originalmente en inglés en
nationalgeographic.com.
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