Las películas de dinosaurios siempre incluyen a alguna
criatura con un arma mortal en su cola. Sin embargo, la evolución no ha dejado
ni un rastro vivo de esa característica.
Los estegosaurios como el de esta réplica tenían espinas en
la cola |
Wikimedia Commons
|
Estamos más que acostumbrados a ver, en la representación de
las criaturas que habitaron el planeta hace cientos de millones de años,
algunos seres gigantescos armados con enormes púas en su cola. Sin embargo,
basta con mirar a nuestro alrededor y hacer memoria para recordar que en
nuestra última visita al zoo no vimos ni un solo animal armado al final de su
cuerpo. ¿Por qué?
Para tratar de dar respuesta a esta pregunta, investigadores
de la Universidad Estatal y del Museo de Ciencias Naturales de Carolina del
Norte han estudiado la historia evolutiva de los últimos 300 millones de años.
Todo, para determinar por qué a día de hoy vemos algunos animales que sí
conservan algo de armamento en zonas como la cabeza y, a pesar de eso, las
antes habituales púas de la cola han terminado por extinguirse.
Tras analizar a reptiles y mamíferos tanto vivos como
extinguidos, los investigadores llegaron a la conclusión de que, para contar
con armamento en la cola, un ser vivo cumplía generalmente con tres requisitos.
Para empezar, se trataba de animales grandes, cuyo peso era
habitualmente superior a los 100 kilos, lo cual hoy no es tan común. Para
seguir, la armadura de sus cuerpos era clave para el desarrollo de púas en la
cola. Así, solo se daba en aquellos que tuvieran rigidez torácica, como los
armadillos. Era esta característica la que hacía que el cuerpo del animal en
cuestión tuviera la fuerza suficiente como para equilibrar el enorme peso de su
cola armada. Por último, todos los seres con púas en la cola analizados para
este estudio a través de sus fósiles compartían otra característica más: eran herbívoros.
“Es raro que los herbívoros grandes tengan una armadura
ósea”, explica Victoria Arbour, una de las responsables del estudio. En
definitiva, la combinación de esas tres características es tan poco frecuente
que, a día de hoy, sólo queda el recuerdo de los fósiles que un día tuvieron
púas en la cola.
De hecho, según Arbour, “esta combinación única explica por
qué el armamento en la cola es raro incluso en el registro fósil”. Y es por eso
mismo por lo que, a día de hoy, ni tortugas ni lagartos tienen púas en la cola
a pesar del aspecto de algunos de sus antepasados.
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