El análisis de dos fósiles de esta especie de reptiles
voladores sugiere la presencia de filamentos ramificados similares a los de las
aves
El aspecto y la evolución de muchos animales que habitaron
la Tierra hace millones de años aún están rodeados de misterios. Entre los
rasgos biológicos más complejos de estudiar, según los científicos, están las
plumas. Los fósiles analizados hasta tiempos recientes de los pterosaurios, los
primeros vertebrados voladores conocidos, no han permitido ir más allá de
establecer con seguridad que tenían pelo de algún tipo. Un nuevo estudio
asegura ahora haber encontrado en el cuerpo de dos ejemplares de estos reptiles
distintas estructuras con las características de verdaderas plumas, similares a
las de algunos dinosaurios y pájaros actuales. Sin embargo, esta comparación
todavía es objeto de un debate abierto en la comunidad científica.
El equipo internacional responsable de la investigación,
publicada este lunes en Nature Ecology & Evolution, analizó restos en buen
estado de conservación de dos pterosaurios anurognathidae (uno de los subgrupos
de este vertebrado volador). Ambos ejemplares vivieron hace unos 160 millones
de años y sus restos fósiles se han hallado en China. A través de técnicas de
representación microscópica y espectroscópica, los autores identificaron en la
piel de los pterosaurios cuatro tipos de estructuras filamentosas cuyo nombre
técnico es picnofibras. Tres de ellas, afirman en el artículo, tenían
ramificaciones, una de las características típicas de las plumas.
El primer tipo de filamento, sin bifurcaciones, estaba
presente en distintas partes del cuerpo de ambos ejemplares. El segundo y el
tercer tipo, que sí tenían ramificaciones, se encontraron en algunos puntos de
un solo pterosaurio. El cuarto tipo, también con derivaciones, se halló en las
alas de los dos reptiles. En las células de algunos filamentos se observó
también la presencia de melanina, el pigmento responsable de producir el color
de pelo, piel y plumas en muchos seres vivos. Este elemento es una prueba más
de que también los pterosaurios tenían plumaje, según sostiene el artículo.
“Desde los años cuarenta del siglo XIX se sabe que los
pterosaurios tenían pelo. Pero los estudios anteriores al nuestro mostraron
estructuras sin ramificación, de monofilamentos”, asegura Michael Benton, investigador de la Universidad de Bristol (Reino Unido) y coautor del estudio.
“La novedad es la identificación de cuatro estructuras y mostrar que son del
mismo tipo que las plumas de los dinosaurios [vertebrados diferentes de los
pterosaurios] y de los pájaros [que descienden de un grupo de dinosaurios]”,
agrega.
Estructuras fosilizadas de pterosaurios con pelo. BAOYU
JIANG,
MICHAEL BENTON ET AL./NATURE ECOLOGY & EVOLUTION
|
Los autores plantean la hipótesis de que estas estructuras
pudieran tener funciones como garantizar a esos reptiles voladores aislamiento
térmico y sensibilidad táctil, camuflarse o señalarse y mejorar su
aerodinámica. “Sabemos que las plumas aparecieron mucho antes que los pájaros,
como aislantes térmicos”, detalla Benton. “Pero desconocíamos que probablemente
se trataba de estructuras compartidas por todos los dinosaurios y los
pterosaurios [ambos tipos de vertebrados incluidos, según una categoría definida por él mismo, en el grupo común de los avemetatarsalia]”.
Los resultados de esta investigación, mantiene el
paleontólogo británico, apuntan a que el origen de las plumas podría remontarse
a 250 millones de años, no a 170 millones, como se consideraba anteriormente.
“Algunos dirán que las plumas se generaron de manera independiente en los
pterosaurios, en los ornitisquios [orden de dinosaurios herbívoros] y en los
terópodos [antepasados de los pájaros actuales]”, afirma Benton. “Invitamos a
que nos muestren pruebas de que las plumas de los pterosaurios tienen alguna
diferencia con respecto a las otras”, propone como desafío.
A falta de pruebas que den credibilidad a esta segunda
posibilidad, la hipótesis más plausible sería que las plumas se hayan
desarrollado a partir de un origen común y luego se suprimieran en algunos
grupos de dinosaurios, concluye el investigador de la Universidad de Bristol.
Debate abierto
En la comunidad científica no todos están convencidos de los
argumentos de Benton y sus compañeros. “Todas las pruebas que se han mostrado
hasta la fecha se basan en la inspección visual de la morfología de las
picnofibras, a través de la fotografía digital o la microscopía óptica”,
explica a EL PAÍS Liliana D’Alba, investigadora de la Universidad de Gante (Bélgica)
y autora de un comentario, también publicado en Nature Ecology & Evolution,
sobre el estudio firmado por el paleontólogo británico. “Estas técnicas están
sujetas a cierta subjetividad por parte del observador, quien decide si lo que
se observa realmente representa una estructura ramificada”, continúa D’Alba.
La experta cree que, para confirmar la hipótesis publicada
este lunes, “se deben hacer estudios más rigurosos” utilizando técnicas de
microscopía más avanzadas que las empleadas en la actualidad en este campo.
Como ejemplos, se refiere a la “microscopía electrónica de barrido [capaz de
reproducir imágenes de alta resolución a través de la interacción entre
electrones y materia]” o a “una combinación de técnicas de imagen”. Por el
momento, mantiene, los elementos a disposición “no son suficientes para sugerir
que las picnofibras que cubrían el cuerpo de los pterosaurios sean plumas”.
D’Alba asegura que las plumas “son un ejemplo de rasgo
evolutivo complejo que afecta de manera muy variada y profunda la vida de las
aves” y que, por eso, saber “cómo se originan y evolucionan ha sido una
pregunta fundamental en el campo de la biología evolutiva”. Estudios como este
“ayudan a desvelar una imagen amplia en la que las plumas modernas se pueden
ver solo como una parte de una larga historia”, escribe la investigadora en su
comentario. “El descubrimiento de nuevos fósiles y la aplicación de métodos más
avanzado" seguirán ayudándonos a precisar cómo fue esta historia,
concluye.
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