El análisis de fósiles marinos revela que los ecosistemas
pueden recuperarse tras un daño severo, aunque tardan mucho tiempo en hacerlo
Un amplio estudio de fósiles marinos llevado a cabo por un
equipo internacional de investigadores de la Universidad de Bristol y el
University College y liderado por Sarah Alvarez, de la Universidad de
Gibraltar, ha revelado que los ecosistemas del planeta tardaron casi dos
millones de años en recuperarse después del impacto que acabó con los
dinosaurios.
De hecho, según se describe en un artículo recién publicado
en Nature, el asteroide no solo mató a todos los dinosaurios, sino que llevó a
la extinción a un gran número de otras especies, entre ellas el 90 por ciento
del «plancton calcificante», un tipo de fitoplancton que produce conchas de
carbonato de calcio, muy útiles para los paleontólogos, ya que producen fósiles
fáciles de estudiar, y que tiene suma importancia para la cadena alimenticia de
los océanos.
Para su trabajo, los investigadores utilizaron una muestra
de 54 metros de un núcleo extraido a 1.500 km de las costas de Japón. Allí, y
con mucha paciencia, Alvarez y sus colegas lograron descubrir hasta 700.000
fósiles de plancton correspondientes a un periodo de 13 millones de años,
empezando desde poco antes de la gran extinción del Cretácico-Paleógeno, que es
el momento en que los dinosaurios desaparecieron del registro fósil.
El análisis permitió a los científicos comprender cómo un
ecosistema marino se «reinicia» después de una extinción masiva. «Queríamos
averiguar cuánto tiempo tardaron en recuperarse los ecosistemas oceánicos y
cómo fue esa recuperación», explica Alvarez.
El océano después del cataclismo
De este modo, los investigadores encontraron que, si bien la
mayoría de las especies de fitoplancton se extinguieron, otras lograron
recuperarse. Y durante los primeros 1,8 millones de años después de la
catástrofe sus cantidades y tipos variaron, aunque los que estaban presentes
eran inusualmente pequeños.
Al mismo tiempo, bajó también la cantidad de carbono que
llegaba al fondo marino, lo que reveló, según el coautor del estudio Andy
Ridgewell, que el ciclo del carbono dejó de funcionar bien.
Cuando por fin el ciclo del carbono se recuperó, el
ecosistema volvió a estabilizarse, como demuestra una evolución hacia células
más grandes. Pero aún así, tuvieron que pasar casi dos millones de años para
que el plancton recuperara unos niveles de biodiversidad cercanos a los que
tenía antes de la extinción.
El estudio, según los investigadores, es una mezcla de
buenas y malas noticias para aquellos que se preocupan por las extinciones
causadas en la actualidad por actividades humanas. De hecho, demuestra que un
ecosistema puede perder mucha diversidad y aún así seguir siendo funcional,
aunque para recuperarse deban pasar millones de años.
Sin embargo, advierte Alvarez, para seguir funcionando, un
ecosistema debe tener las especies necesarias para hacer el trabajo, y no
resulta obvio cuáles son exactamente esas especies hasta que no es demasiado
tarde. «Se podría considerar a la biodiversidad como un respaldo –dice la
investigadora–. Pero la clave para preservar la biodiversidad es no eliminar la
pieza correcta (o incorrecta), y si no sabemos cuál es, no podemos arriesgarnos
a perder cosas».
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