- Así lo ha constatado un experimento realizado desde 1976 en el Teide por un equipo canario.
- Es una de las predicciones de Einstein: la curvatura del espacio-tiempo producido por un cuerpo masivo.
- Los científicos dudan del papel del impacto de un asteroide en la extinción de los dinosaurios.
Recreación artística de una imagen de la Tierra vista desde
el espacio. PIXABAY
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Un experimento realizado desde 1976 en el Teide ha logrado
constatar una de las predicciones de la Teoría de la Relatividad de Einstein:
la "dilatación" del tiempo o cómo un cuerpo con mucha masa es capaz
de curvar el espacio-tiempo. En otras palabras: desde que desaparecieron los
dinosaurios, la Tierra ha envejecido 114 años más que el Sol.
Todo surgió cuando el grupo de Heliosismología del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) comenzó ese año un experimento en el
Observatorio del Teide para medir diferencias de velocidad entre el
Observatorio y la turbulenta superficie del Sol, y así poder identificar las
ondas sísmicas que se propagan por el interior de la estrella.
El investigador de ese grupo Antonio Eff-Darwich relata en
un artículo publicado en "Hipótesis" que, gracias a estas
observaciones, se ha desarrollado un conjunto de técnicas que han permitido
medir los patrones de velocidad entre el Sol y la Tierra y, además, evaluar con
gran precisión "otro de esos extraños resultados" de la Teoría de la
Relatividad, la dilatación del tiempo.
Y una de las constataciones es que la
luz se enrojece al alejarse del Sol, tal como predijera Einstein, como consecuencia
del cambio en el transcurrir del tiempo. En concreto, los resultados de las
mediciones indican que si una persona observara desde la Tierra un reloj en el
Sol, vería que después de un año terrestre, ese reloj estaría retrasado un
minuto. "Desde que desaparecieron los dinosaurios hasta la actualidad, la
Tierra ha envejecido 114 años más que el Sol. ¡Alucinante, pero real!",
proclama Eff-Darwich en el artículo.
Pero primero hay que recordar que la
Teoría de la Relatividad dice que un cuerpo con mucha masa (en realidad muy
denso) es capaz de curvar el espacio-tiempo, por lo tanto un haz de luz debería
tardar más tiempo de atravesar la curvada malla espacio-tiempo de un cuerpo muy
masivo frente a otro con poca masa (donde la malla es recta).
Cambios en el
color al modificarse el tiempo
Sin embargo, la realidad no suele ser tan lógica
y la luz tarda lo mismo, independientemente de la masa del objeto situado en
esa malla espacio-tiempo. Si la luz tarda lo mismo en moverse por una malla
espacio-tiempo curvada o recta, o dicho de otra forma, no se ve perturbada en
su velocidad por el campo gravitatorio creado por la masa de los objetos,
entonces es que el tiempo debe transcurrir de manera distinta cuando hay un
campo gravitatorio intenso o débil.
"Efectivamente, el tiempo transcurre
más despacio en la zona de influencia de un cuerpo con mucha masa (si yo mido
ese tiempo lejos de la influencia de esa masa)", explica el investigador.
Pues si eso es así, el tiempo cerca del Sol (un cuerpo con una masa descomunal)
debe transcurrir más despacio que cerca de la Tierra "si lo mido desde la
Tierra", continúa Eff-Darwich, quien apunta a un segundo hecho: el tiempo
transcurre más despacio donde hay campos gravitatorios intensos, como en el
Sol, medido por un observador que esté lejos de ese campo gravitatorio (como la
Tierra).
Los astrofísicos analizan básicamente luz: cuánta llega de un objeto,
con qué colores, si está polarizada y cuántas "ondas" emite, es
decir, la frecuencia de la onda. Y la onda asociada a un haz de luz roja tiene
una frecuencia de 450 billones de veces por segundo, mientras que la frecuencia
de un haz de luz azul es de unos 650 billones de veces por segundo.
Aquí viene
ahora lo más interesante, prosigue, y es que si la 'duración' del tiempo
depende de la intensidad del campo gravitatorio y si el color de la luz viene
dado por la frecuencia de la onda (número de veces por segundo), puede
producirse un cambio en el color de la luz al modificarse el tiempo (la
'duración' del segundo) cuando se abandona o se entra en un campo gravitatorio
intenso, lo que ha quedado probado con un experimento de 43 años de duración
desde el Teide.
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