- Científicos han identificado la especie más antigua y completa de tetrápodo, unos animales de cuatro extremidades que caminaron y colonizaron el medio terrestre
El planeta Tierra siempre está cambiando, aunque no se pueda
ver a simple vista. Pero en el plazo de cientos de millones de años, los
continentes viajan de un sitio a otro, se forman mares y se levantan
cordilleras. En millones de años, nacen volcanes e islas y otras desaparecen
bajo la erosión o se derrumban bajo su propio peso. Los polos magnéticos se
mueven, los ríos modifican su curso y el clima cambia. Así que se puede decir
que el planeta está vivo. De hecho, gracias a eso los seres vivos también están
en constante transformación: continuamente aparecen y desaparecen especies, a
lo largo de la evolución surgen «innovaciones», como la fotosíntesis, el
sistema nervioso o la vida terrestre, que no existían en tiempos pretéritos.
Pero comprender cómo fue la vida en el pasado no es sencillo
porque los seres vivos no dejan cordilleras a su paso, sino tan solo pequeños
fósiles fragmentados, que a veces apenas permiten reconstruir unos pocos
capítulos de toda esa historia. Ahora, un estudio que se acaba de publicar en
Nature ha revelado un hallazgo que es clave para reconstruir un hecho crucial
de los animales vertebrados: el paso de la vida en los océanos a la vida sobre
la tierra. Los científicos han identificado una nueva especie, llamada
Parmastega aelidae: este es el tetrápodo más antiguo reconstruido de forma
completa. Los tetrápodos son criaturas, de cuatro extremidades, que vivían en
el océano y que se aventuraron a caminar y a arrastrarse sobre la superficie
terrestre hace al menos 390 millones de años, cuando la Tierra atravesaba el
periodo Devónico. Además, son los ancestros de anfibios, reptiles, aves y
mamíferos, incluyéndonos a nosotros mismos.
«Parmastega nos permite echar el primer buen vistazo a un
tetrápodo realmente temprano», ha explicado a ABC Per Erik Ahlberg, primer
autor del estudio e investigador en la Universidad de Uppsala (Suecia). «Hasta
ahora, los únicos tetrápodos del Devónico de los que tenemos material –los
géneros Ichthyostega, Acanthostega y Ventastega– son del propio final del
Devónico», ha proseguido. Pero Parmastega aelidae cambia esta situación.
¿Quiénes fueron los primeros animales que caminaron sobre la
superficie terrestre? ¿Cómo eran, cómo se fueron moldeando con el paso de los
millones de años? Los fósiles que permiten «fotografiar» aquel momento tan
crucial en la historia de la vida, pertenecen, como ha indicado Ahlberg, a la
etapa final de aquel proceso. Sencillamente, los restos de momentos más
recientes están compuestos por piezas tan fragmentadas –trozos de mandíbulas,
miembros aislados– que no es posible saber cómo eran; tan solo sabemos que
existieron.
Por suerte, los fósiles de Parmastega permiten «reconstruir
la cabeza completa y la cintura escapular –la parte del miembro superior más
próxima al cuerpo–», ha dicho el autor. Por eso, esta especie «ilumina una fase
de la evolución de los tetrápodos de la que hasta ahora sabíamos muy poco».
–Estos fósiles– «iluminan una fase de la evolución de los tetrápodos de la que hasta ahora sabíamos muy poco»
¿Qué se sabía hasta ahora? Las huellas más antiguas de un
tetrápodo sobre la tierra tienen 390 millones de años. Los tetrápodos mejor
conocidos rondan los 360 millones de años de antigüedad y los restos más
fragmentados, pero antiguos, tienen hasta 373 millones de años. El nuevo
tetrápodo, Parmastega aelidae, tiene 372 millones de años y está muy completo.
Orilla del río Izhma, donde se han hallado muchos de los
fósiles de
«Parmastega aelidae» - Pavel Beznosov
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Los fósiles de esta especie se hallaron en la formación
Sosnogorsk, unas calizas que provienen de una antigua laguna costera tropical y
pero que hoy forman parte de la ribera del río Izhma, cerca de la ciudad de
Ujtá, al noroeste de Rusia. Por entonces, los Urales no se habían formado y la
Rusia occidental y Siberia eran continentes separados por un océano.
Parmastega aelidae vivió en una laguna salobre separada del
mar por una barrera de antiguos corales. Se cree que este lago estaba habitado
por una rica fauna de peces lobulados y placodermos (peces primitivos
blindados).
Parecido a un cocodrilo, pero no demasiado
Por capricho de la naturaleza, hasta 100 «huesos» de
Parmastega aelidae quedaron insertados en la formación de calizas. Gracias a
eso, a lo largo de una campaña financiada por la «National Geographic Society»
los investigadores pudieron extraer los minerales y disolverlos fácilmente para
obtener los restos fósiles.
Así se han hallado huesecillos de individuos pequeños y
grandes (el mayor tenía una cabeza de alrededor de 27 centímetros de largo), de
varias edades. Se ha observado que los rasgos de Parmastega son muy similares a
los de los peces, lo que indica que son animales muy primitivos, es decir, más
adaptados a vivir en el océano que aventurarse en tierra firme. De hecho, tal
como ha averiguado el equipo de Per Erik Ahlberg, esta criatura no llegó a
vivir en tierra firme: es un tetrápodo primitivo que pasó la mayor parte de su
vida en el agua; fueron sus «parientes» posteriores, más recientes, los que sí
se aventuraron a dejarla atrás.
Fósil de los dientes de «Parmastega aelidae», antepasado de
aves, reptiles,
anfibios y mamíferos - Pavel Beznosov
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«Se puede decir que Parmastega se parece a un cocodrilo y
que no se parece», ha explicado Ahlberg. «La forma de su cabeza era muy
parecida a la de un caimán, lo que indica que pasaba mucho tiempo flotando en
la superficie con los ojos sobre el agua». Y, a la vista de su dentadura,
equipada con unos fuertes colmillos superiores y unos finos dientes de aguja,
parece claro que era un depredador.
Sin embargo, a diferencia de los reptiles, su esqueleto
estaba compuesto casi por completo de cartílago, un tejido de sostén mucho más
elástico y blando que el óseo: «Esto significa que no podría haber sido un
animal terrestre; probablemente pasó la mayor parte de su vida en el agua», en
opinión de Ahlberg.
Un cazador de las orillas
Además de eso, los científicos han encontrado huellas de
unos canales que forman la línea lateral, un órgano que en los peces que capta
vibraciones y movimientos en el agua para detectar la corriente o a las presas.
Por todo eso, se sospecha que Parmastega quizás cazara cerca
de la orilla de la laguna tropical donde se hallaron sus restos. Ahlberg
sospecha que quizás atacase desde el agua, capturase a su presa y que después
volviera a la protección de su medio. Por entonces, en la superficie terrestre
había grandes artrópodos, como milpiés o escorpiones marinos.
La compleja evolución
Entonces, ¿qué implica la existencia de Parmastega aelidae?
«Ya sabíamos que la transición del agua a las playas no fue un proceso
evolutivo tranquilo», ha explicado Per Erik Ahlberg. Por ejemplo, se sabe que
fósiles de animales que tienen rasgos intermedios entre peces y tetrápodos
(Panderichthys y Tiktaalik) no representan animales de transición, sino que son
supervivientes más recientes de ese fenómeno. En el caso de la especie actual,
que es el fósil más antiguo, no es precisamente lo que se esperaría de él:
«Parmastega, era algún tipo de navegante de la superficie que seguramente
pasaba la mayor parte de su vida en el agua».
Por eso, tal como ha concluido Ahlberg: «Parece que hubo
mucha experimentación adaptativa y ecológica en la orilla del agua durante el
Devónico». En vez de una progresión «dirigida», parece que hubo muchas idas y
venidas, y una buena dosis de improvisación. Así es como parece funcionar la
evolución de los seres vivos en este mundo tan cambiante.
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