La ciencia y el cine se han dado la mano para traernos
Amonnite, una película donde veremos a Kate Winslet ponerse en la piel de Mary
Anning, la leyenda de la paleontología.
Mary Anning y su perro Tray, cuadro del Museo de Historia
Natural de Londres.
/ Foto: Mr. Grey/Creative Commons
|
En este caso, Ammonite, la película dirigida y guionizada
por Francis Lee, era una de las seleccionadas para el ya cancelado festival de
Cannes. En ella se cuenta la historia de Mary Anning, una de las figuras más
icónicas de la paleontología. Anning, es interpretada en este caso por la
actriz Kate Winslet, y durante el largometraje se presenta no solo su vida
profesional, sino la relación que mantuvo con la geóloga Charlotte Murchison,
interpretada en este caso por la actriz Saoirse Ronan. Todavía no se han
adquirido los derechos de distribución para España, restringiéndose estos a
Reino Unido, Australia y Estados Unidos. No obstante, es una gran oportunidad
para hablar de la vida y obra de esta gran científica, porque ¿qué hizo
realmente?
Dedos del diablo y roca-serpientes
Todos conocemos a personas que han pasado por una infancia
difícil, pero si nos remontamos un par de siglos, lo que ahora es una serie de
catastróficas desdichas por aquel entonces era lo normal. La mortalidad
infantil estaba en torno al 50% en algunas zonas de Inglaterra y Lyme Regis, el
pueblo donde Anning nació en 1799, era una de ellas. Algunos de sus hermanos
murieron de enfermedad y una falleció en un horrible accidente cuando, jugando
con el fuego con tan solo cuatro años, su ropa se prendió, causando lesiones de
extrema gravedad. Mary tuvo la fortuna de sobrevivir a la infancia junto con su
hermano Joseph, aunque sobrevivir no es lo mismo que vivir, ya que el negocio
de sus padres apenas podía mantenerles.
Su padre trabajaba en dos empleos, principalmente como
carpintero especialista en gabinetes, pero ocupando sus “ratos libres” en la
recolección de conchas y fósiles que encontraba en la playa para vendérselos a
los turistas. Su madre le ayudaba y con ella iban Mary y su hermano. Por aquel
entonces se sabía realmente poco sobre aquellos objetos que estaban recogiendo
en la orilla o en la pared de los acantilados. Eran su sustento y no hacía
falta saber mucho más, por lo que, para aumentar sus ventas o tal vez por
simple desconocimiento, renombraban a los especímenes con nombres de lo más
fantasiosos. Los belemites, similares a calamares con una concha cónica, eran
llamados “dedos del diablo”, las vértebras recibían un nombre que traducido
sería algo así como “vertebrobayas” (berteberries) y los amonites, calamares
con una concha enroscada en forma de espiral, se denominaban “roca-serpientes”.
No obstante, la joven Anning era un alma inquieta. Quería
saber y tenía capacidad de sobra para conseguirlo, así que comenzó a devorar
tantos libros como pudo conseguir en Lyme Regis, buscando información sobre
aquellas extrañas formas pétreas. Su mente destacaba tanto que sus paisanos
hubieron de buscarle una explicación, para lo cual recurrieron al extraño
suceso al que “milagrosamente” sobrevivió. Tres mujeres estaban bajo un árbol
cuando un rayo cayó sobre ellas. Las tres quedaron fulminadas al instante, mas
no el bebé que sostenían en sus brazos, era Mary Anning con tan solo 15 meses
de edad.
Pionera de la paleontología
Hay quien dice que Mary Anning no merece un hueco en la
historia de la ciencia, que tan solo era una coleccionista de fósiles que ella
misma no era capaz de entender. Es difícil juzgar qué tipo de sesgos o falsas
creencias pueden llevar a alguien a afirmar tal cosa cuando, porque revistando
su correspondencia y buceando someramente en las evidencias de las que
disponemos, nos encontramos que, lejos de ser una coleccionista, era una
verdadera experta. Sabemos que se carteaba con algunas de las mayores mentes
que la geología y la paleontología han dado, como el mismísimo Charles Lyell,
con quien intercambiaba ideas en calidad de una igual. Otro ejemplo fue el del
eminente biólogo y geólogo Louis Agassiz, a quien Anning ayudó profesionalmente
durante su breve estancia en Lyme Regis. Agassiz estuvo tan agradecido de
aquello, que bautizó a una especie de pez cartilaginoso prehistórico como
Acrodus anningiae en honor a Anning.
Más allá de coleccionar fósiles, Anning conseguía encontrar
nuevas especies, pues estaba al día de los descubrimientos y sabía cuándo
estaba ante algo inaudito. Así pues, debemos a ella que se encontrara e
identificara correctamente el primer ejemplar de ictiosaurio, un orden de
reptiles marinos de aspecto parecido a un delfín, pero mucho más grande. Del
mismo modo, también fue la primera en encontrar los dos primeros esqueletos
cuasicompletos de plesiosaurios, otro orden de reptiles marinos de cuello extremadamente
largo, que han inspirado la imagen que tenemos hoy en día del mitológico
monstruo del lago Ness. Otro descubrimiento de los que hacen historia fue el
del primer Dimorphodon, un reptil volador más (pterosaurio) y el primero de su
tipo que se encontraba fuera de Alemania.
Asimismo, identifico una suerte de bolsa de tinta en los
fósiles de belemites, apuntando a que estos cefalópodos, ya tenían ese
mecanismo defensivo tan característico de los pulpos y calamares de la
actualidad. Por otro lado, suele hablarse de las famosas piedras de bezoar que,
en realidad, resultaron ser heces fosilizadas (coprolitos). Sin duda salimos de
esta confusión gracias al ojo y la experiencia de Anning, no obstante, esto no
se suele contar con precisión. No todas las piedras de bezoar eran coprolitos,
solo algunas a las que se les había llamado así por su similitud. La mayoría de
bezoares son pelos o fibras vegetales que se comprimen durante su paso por el
tubo digestivo de los animales, pero no necesariamente son expulsados como
excrementos. Algunos se impactan, y otros, formados en el esófago pueden
incluso regurgitarse.
Pero no una más
En cualquier caso, resulta difícil negar la influencia de
Anning en la paleontología, sobre todo si lo comparamos con una época donde los
avances eran pocos y en su mayoría confusos, pues estábamos a los albores de
una nueva disciplina que tardaría décadas en madurar. Lo que sí podemos dudar,
y haremos bien en hacerlo, es sobre las facilidades que pudieron darle a una
mente brillante como la de Anning para ganarse ese hueco en la historia. La
triste realidad es que se encontró muchas más trabas que sus compañeros, en
parte por ser mujer y en parte por su condición social.
Anning tuvo que demostrar el doble que sus contemporáneos y
superar la inferioridad que los rechazos y su humilde origen le hicieron
sentir. Durante su vida, fue ganando esa confianza injustamente arrebatada
hasta atreverse a expresar en público sus opiniones, y en la medida en que le
era consentido, ante la academia. Solo podemos imaginar la frustración que
Anning sentía por dentro cada vez que un supuesto experto, más coleccionista
que sabio, publicaba un insulso artículo sobre alguno de los fósiles que ella
vendía para subsistir. Ella podía haber escrito documentos mejores, más
detallados y con un poso de experiencia que los coleccionistas no tenían, sin
embargo, no era su nombre el que aparecía en esos artículos, no era su apellido
el que reverberaba entre las paredes de la academia, era el de otros con más
dinero y los cromosomas “adecuados”.
Su disputa con George Cuvier, cuando este le acusó de
falsear los dibujos de uno de los esqueletos de plesioasurio fue, tan solo, uno
de los muchos baches que casi la hicieron fracasar. Por suerte, su legado ha
llegado hasta nuestros días y qué mejor forma de ponerlo en valor y darlo a
conocer que con una película como Ammonite.
Porque, que ciencia y cine van muchas veces de la mano es
algo que ya sabíamos y que muchos comunicadores científicos demuestran a diario
con gran éxito. Ejemplo de ello es Carolina Jiménez de @Okinfografía o el
equipo formado por Sandra Medrano y Andrés Redondo creadores del podcast
@ciencia_cine.
A fin de cuentas, somos humanos, aprendemos y disfrutamos
con las historias. Son ellas quienes nos han traído hasta aquí, hayan sido
contadas con números, o con letras. Son las que guiaban a los nativos
australianos a través del árido desierto y las que nos ayudan a dar sentido a
la realidad en la que estamos inmersos. La literatura y la radio son grandes
formas de transmitir esas historias, pero el cine es el lenguaje de las masas y
el poder que tiene puede iluminar o ensombrecer la vida de un personaje
histórico con tan solo una escena es inimaginable.
QUE NO TE LA CUELEN:
- Aunque algunos historiadores afirman que Mary Anning y Charlotte Murchison mantuvieron una relación amorosa, no todos parecen estar de acuerdo. No obstante, la vida personal de esta figura y la relación epistolar con Murchinson convierten la hipótesis de su amorío en algo más que una especulación. Del mismo modo, al igual que no se tienen pruebas para afirmarlo tajantemente, tampoco se tienen para negarlo con rotundiad. Lo que sí podemos afirmar es que Charlotte Murchinson fue, posiblemente, la persona más importante y determinante para la vida de Anning.
- Mary Anning fue muchísimo más que una coleccionista de fósiles y llegó sorprendentemente lejos para el contexto del que provenía y las limitaciones impuestas a las mujeres de la época, en una sociedad más desigual que aquella en la que vivimos. Esto no significa que hayamos dejado atrás estas barreras, sino que en nuestro tiempo respetamos más los derechos humanos que en el siglo XIX, lo cual tampoco quiere decir mucho.
REFERENCIAS (MLA):
- Pierce, Patricia. Jurassic Mary. History Press Limited, The, 2015.
No hay comentarios:
Publicar un comentario