Un equipo de geólogos consigue reconstruir, paso a paso, la
historia de un continente que chocó con Europa y quedó totalmente destruido
Hasta ahora nadie se había dado cuenta, pero justo bajo los
pies de los habitantes del sur de Europa, lo que incluye a la Península
Ibérica, duermen los restos de un antiguo continente. Uno que se hundió hace
mucho tiempo en las profundidades de la Tierra y cuya historia, 250 millones de
años después, ha sido reconstruida paso a paso por un equipo de geólogos de las
universidades de Utrecht, Oslo y el Instituto de Geofísica ETH, en Zúrich.
Los únicos restos visibles de ese continente perdido,
conocidos como Gran Adria, son las rocas calizas que se pueden encontrar en las
cadenas montañosas del sur de Europa. Los investigadores, que acaban de
publicar su trabajo en la revista Gondwana Research, creen que estas rocas
comenzaron su existencia como sedimentos marinos para más tarde ser
"raspadas" de la superficie de la corteza terrestre y elevadas a sus
posiciones actuales gracias a las colisiones de las placas tectónicas. Por ese
motivo, tanto el tamaño original como la forma y la historia de esa masa
terrestre desaparecida ha sido muy difícil de reconstruir. En su artículo, los
geólogos explican que gran parte de ella constituyó, durante millones de años,
el fondo de antiquísimos mares tropicales poco profundos.
Una historia violenta
Para empezar, señala Douwe van Hinsbergen, de la Universidad
de Utrecht y primer firmante del artículo, Gran Adria tuvo una historia
"violenta y complicada". De hecho, se separó del sur del
supercontinente Gondwana, que comprendía lo que hoy es África, América del Sur,
Australia, la Antártida, el subcontinente indio y la Península Arábiga, hace la
friolera de 240 millones de años. Y a partir de ese momento empezó a avanzar
hacia el norte.
Los investigadores creen que hace unos 140 millones de años
Gran Adria era una masa de tierra del tamaño de Groenlandia, cubierta en gran
parte por un liviano mar tropical, donde los sedimentos se acumulaban
lentamente hasta convertirse en rocas.
Más tarde, hace entre 100 y 120 millones de años, colisionó
con que hoy es Europa, haciéndose añicos y siendo empujado debajo de nuestro
continente. Solo una pequeña parte de las rocas de Gran Adria, arrancadas de la
corteza terrestre durante la colisión, consiguieron permanecer en la superficie
de la Tierra para que los geólogos tuvieran la ocasión de descubrirlas.
En 30 países
El estudio, además, tuvo que hacer frente a una complicación
adicional: las rocas de Gran Adria están dispersas a lo largo de más de 30
países, que van desde una franja de la península ibérica hasta Irán. Y de la
misma forma que las rocas, también los datos sobre su historia se han
dispersado y han resultado, explica van Hinsbergen, muy difíciles de recopilar.
Por último, hasta hace menos de una década los geólogos no
han dispuesto del sofisticado software necesario para realizar reconstrucciones
tan complejas como esta. "La región del Mediterráneo -explica van Hinsbergen-
es simplemente un desastre geológico. Todo está doblado, roto y apilado".
Para llevar a cabo su estudio, el equipo de investigadores
pasó diez años enteros recolectando información sobre las edades de las
muestras de roca de Gran Adria, así como la dirección de los campos magnéticos
atrapados en ellas. Y consiguieron así identificar no solo cuándo, sino dónde
esas rocas se habían formado.
De este modo, los investigadores se dieron cuenta de que, al
mismo tiempo que avanzaba hacia el norte, Gran Adria giraba en sentido
antihorario, empujando y raspando a su paso otras placas tectónicas. Al final,
llegó la colisión con Europa. Y aunque ésta ocurrió a velocidades de no más de
3 ó 4 cm por año, el choque destrozó por completo la corteza de Gran Adria, de
unos 100 km de espesor, enviando la mayor parte de ella a las profundidades del
manto terrestre y justo debajo del sur del continente europeo. Algunas partes
de este continente perdido se encuentran, en efecto, a más de 1.500 km de
profundidad.
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