Antes de que existieran los gigantescos Tyrannosaurus, hubo muchos otros superdepredadores que eran el terror de sus ecosistemas.
De los grandes superdepredadores de la historia, el animal
que viene a nuestra mente es el enorme y aterrador Tyrannosaurus rex. Sin
embargo, este dinosaurio, injustamente sobrevalorado por muchos, no fue el
depredador terrestre más grande, como se afirma; otros dinosaurios superaban
en tamaño al ‘reptil tirano’.
Es cierto que, desde que los dinosaurios no avianos se
extinguieron, no ha habido depredadores más grandes en el medio terrestre. No
obstante, los grandes depredadores no son un fenómeno exclusivo del mesozoico.
Actualmente, habitan en el océano depredadores verdaderamente colosales, como
los cachalotes. Y antes de los dinosaurios, la figura del superdepredador
también estuvo presente.
Anomalocaris, el primer superdepredador
Anomalocaris, el primer superdepredador. |
La figura ecológica del superdepredador se remonta a los
inicios de la dinámica de depredadores y presas, durante un periodo de la
historia de la tierra, el Cámbrico, hace más de 500 millones de años.
A principios del Cámbrico, sucedió en la biosfera un
evento de radiación evolutiva único. Y es que, si bien han sucedido otros
eventos similares más recientes, ninguno con la magnitud de la gran explosión
cámbrica. Duró 12 millones de años, y surgieron los esqueletos, los
exoesqueletos, las conchas, los dientes, las mandíbulas, las patas
articuladas... un breve periodo de la historia de la vida en la que la evolución ‘se volvió loca’.
En este periodo surgió la mayor parte de los grandes grupos
de animales que han sobrevivido hasta hoy —incluyendo los vertebrados—, y
también muchas de las dinámicas ecológicas que hoy conocemos, incluyendo,
por supuesto, la del depredador y la presa, que se convirtió en uno de los
motores evolutivos más potentes.
Y de esa radiación evolutiva tan exagerada surgió el
primer gran superdepredador. Su nombre: Anomalocaris, literalmente, ‘cangrejo
extraño’, un artrópodo perteneciente a los dinocáridos, un grupo hoy
extinto.
Anomalocaris presentaba un par de ojos pedunculados, con
hasta 16 000 lentes en cada ojo; tenía capacidad de visión en color y
percepción de la profundidad. Esto le permitía identificar fácilmente a sus
presas, que asía con un par de apéndices espinosos. Con ellos rompía el
exoesqueleto de sus presas, si lo tuviesen, y succionaba las partes blandas del
interior gracias a su cono bucal.
Las primeras estimaciones sobre su tamaño, basadas en
extrapolaciones de distintas partes corporales, atribuían a este animal hasta
un metro de longitud. Hoy sabemos que era algo menos de la mitad, pero sigue
siendo un tamaño descomunal, teniendo en cuenta que vivía en un mar en el que
la mayor parte de los animales eran más pequeños que la palma de una mano
humana —y algunos, de tamaño casi microscópico—.
Euriptéridos, los escorpiones marinos gigantes
Euriptéridos o escorpiones marinos gigantes (C.R. Knight) |
Conocidos coloquialmente como escorpiones marinos, forman un
gran grupo que, desde su origen, a mediados del periodo Ordovícico, consiguió
superar dos extinciones masivas —la del Ordovícico-Silúrico y la del
Devónico-Carbonífero— antes de desaparecer a finales del Pérmico, durante la
Gran Mortandad, junto a más del 80 % de las especies marinas.
Aunque no se han encontrado restos de euriptéridos que
conserven el contenido intestinal identificable, su propia biología sugiere un
comportamiento depredador. Presentaban visión estereoscópica, largas patas
delanteras con pinzas, espinas o incluso garras. Sí se han encontrado
coprolitos —excrementos fósiles— que se atribuyen a euriptéridos, que revelan
la presencia de restos de trilobites, otros euriptéridos, y peces. Y es que,
con dos metros de longitud, Pentecopterus decorahensis, de finales del
Ordovícico, no solo es uno de los artrópodos más grandes conocidos, sino que
era más grande que cualquiera de los peces de su época.
Anteosaurus, el enigmático superdepredador del pérmico
Anteosaurus, el enigmático superdepredador del Pérmico. |
Muchos de los grupos de animales que existen hoy tienen su
origen en ese periodo, entre otros los antepasados de los mamíferos. Son los
sinápsidos, mal llamados ‘reptiles mamiferoides’ —pues no son verdaderos
reptiles, los saurópsidos, pertenecen a otro linaje distinto—. El sinápsido
más famoso es, sin duda alguna, el género Dimetrodon, habitante del Pérmico
Inferior, que fue el superdepredador de su época, y alguna de cuyas especies
podía superar los tres metros de longitud.
Sin embargo, a finales del Pérmico, extinto ya el género
Dimetrodon, un nuevo animal ocupó el nicho ecológico de la cima en la red
trófica: Anteosaurus. A pesar de su nombre —saurus procede del griego σαῦρος,
saûros, 'lagarto'— es un dinocéfalo, perteneciente al gran grupo de los
sinápsidos, como Dimetrodon, y, por tanto, tampoco se trata de un reptil
verdadero. Está más cercanamente emparentado con los humanos que con
cualquier reptil moderno.
Aunque no disponemos de restos completos de Anteosaurus, sí
se han identificado cráneos que superan los 80 centímetros de longitud. Las
estimaciones realizadas con otros dinocéfalos indican que su longitud total
debía de ser en torno a los cinco metros. Esto le convertiría en el
saurópsido no mamífero más grande conocido.
Cuando fue descubierto, se pensaba que era un animal de
hábitos similares a los cocodrilos actuales, que viviría en el agua y
arrastraría a las presas a él, hoy sabemos que se trataba de una criatura
mucho más activa. Además, como otros dinocéfalos, era capaz de proyectar
repentinamente su cuerpo hacia adelante, una habilidad que otros dinocéfalos
usaban para emprender combates a cabezazos, pero que, probablementeme,
Anteosaurus empleara como estrategia de caza.
Referencias:
Benoit, J. et al. 2021. Palaeoneurology and palaeobiology of
the dinocephalian Anteosaurus magnificus. Acta Palaeontologica Polonica, 66.
DOI: 10.4202/app.00800.2020
Lamsdell, J. C. et al. 2015. The oldest described
eurypterid: a giant Middle Ordovician (Darriwilian) megalograptid from the
Winneshiek Lagerstätte of Iowa. BMC Evolutionary Biology, 15(1), 169. DOI:
10.1186/s12862-015-0443-9
Lerosey-Aubril, R. et al. 2018. New suspension-feeding
radiodont suggests evolution of microplanktivory in Cambrian macronekton.
Nature Communications, 9(1), 3774. DOI: 10.1038/s41467-018-06229-7
Paterson, J. R. et al. 2011. Acute vision in the giant
Cambrian predator Anomalocaris and the origin of compound eyes. Nature,
480(7376), 237-240. DOI: 10.1038/nature10689
Selden, P. A. 1984. Autecology of Silurian eurypterids.
Special Papers in Palaeontology, 32, 39-54.
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