No existe otra pieza de características similares en el
mundo
Huellas leonesas con 300 millones de años. |
Hace más de 300 millones de años, una serie de criaturas
anfibias de cuatro patas y larga cola, del tamaño aproximado de un gato doméstico,
se pasearon por el borde de una antigua laguna, dejando impresos en el barro
fresco los contornos de sus dedos. Las había grandes, adultas, y otras
pequeñas, más jóvenes, todas dedicadas a corretear por aquella orilla en varias
direcciones. A pesar de sus avances en material cerebral, sin duda que aquellos
seres —antecesores comunes a reptiles y mamíferos— jamás llegaron a pensar que,
un día lejano, varios bípedos asombrados se afanaran tanto por extraer,
recuperar y estudiar aquellas huellas fosilizadas.
«Es el hallazgo de mi vida. Y el mejor descubrimiento
paleontológico efectuado nunca en León». Quien lo dice sabe de lo que habla. Es
José Vicente Casado, leonés conocido mundialmente no sólo por surtir a museos
de uno y otro lado del Atlántico de réplicas de dinosaurios —algunos
gigantescos—, sino por ser un experto recuperador, restaurador y divulgador de
fósiles y meteoritos. Casado explica que esta gran placa con unas 80 pisadas de
aquellos animales —temnospóndilos se llaman— en realidad la descubrió José Luis
Fuertes en la escombrera de una mina ubicada entre Babia y Laciana, y qué él la
recuperó y restauró con destino a la Fundación Cultura Minera de la que
participan instituciones como la Diputación y la Universidad de León.
Con los ojos brillantes por la pasión y la vehemencia que
caracteriza a este infatigable combatiente del patrimonio paleontológico y
estelar, José Vicente Casado comenta que los densos bosques que rodeaban la
laguna por donde caminaron los temnospóndilos acabaron por formar las capas de
carbón características de las cuencas leonesas. «Aquí tenemos los animales que
empezaron a colonizar la tierra y a respirar aire, los primeros tetrápodos que
caminaron sobre cuatro extremidades, estos también son nuestros ancestros»,
incidió al hablar de unas criaturas pequeñas en cuanto tamaño pero de una
importancia vital —a tenor de todo lo que vino después— por cuanto
‘consiguieron’. «Unas huellas pueden informarnos de muchas cosas, y en algunos
casos incluso son más elocuentes que los huesos», dijo Casado, y mencionó
detalles como el peso, la locomoción e incluso la temperatura corporal, que
pueden ser conocidos gracias al análisis de la forma, disposición y profundidad
de las pisadas.
El investigador, artesano y divulgador, uno de los comisarios
de la exposición Fósiles. El origen del carbón que puede verse en el Museo de
la Minería de Sabero hasta finales de agosto, contextualizó la importancia del
hallazgo al reseñar que los dinosaurios sobre los que gira, por ejemplo, el
Museo del Jurásico de Asturias, «datan de hace unos 140 millones de años,
mientras que estas huellas habrían sido impresas hace entre 300 y 340 millones
de años». Habitual conferenciante y participante en numerosas actividades de
difusión y educación, José Vicente Casado asegura que, hasta donde él sabe, no
existe en ningún otro lugar o museo del mundo unos vestigios como éstos. «Se
han encontrado huellas de temnospóndilos, claro, pero no tantas, juntas, de
esta antigüedad». «Son, hoy por hoy, los leoneses más antiguos», aseguró el
especialista.
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