jueves, 25 de mayo de 2017

Más de 9.000 fósiles y piezas arqueológicas ha incautado la PDI en los últimos cuatro años

Se trata de fósiles, restos históricos y arqueológicos extraídos por desconocimiento o negocio. Bahía Inglesa, en la Región de Atacama, es el sitio más afectado. Dientes de tiburón, lo más extraído.

Científicos trabajando en Cerro Ballena, parte de la formación Bahía Inglesa,
Tercera Región, donde más se roban fósiles.
La Formación Bahía Inglesa, en la Región de Atacama, tiene uno de los yacimientos paleontológicos más productivos del país. En la extensa zona se han descubierto fósiles completos de ballenas y otros mamíferos marinos y, aunque parte de ella está protegida, es un hotspot de robo de patrimonio, que convierte a la región en la que más incautaciones de material se han realizado en los últimos cuatro años.

De acuerdo a datos de la Brigada de Delitos Medio Ambientales y Contra el Patrimonio Cultural (Bidema) de la Policía de Investigaciones (PDI), entre 2013 y lo que va de 2017 se recuperaron 9.361 piezas patrimoniales, históricas, arqueológicas y paleontológicas en el país. Las mayores incautaciones fueron en 2015, en la Región de Atacama (5.200 piezas arqueológicas-paleontológicas) y en 2013, en Valparaíso (3.169 piezas históricas de la batalla de Placilla).

Son piezas que llegan al Consejo de Monumentos Nacionales (CMN) -junto a las que requisan en las aduanas-, donde permanecen en depósitos especiales para ser analizados y luego asignados a distintas instituciones especializadas, como museos, centros de investigación o docencia. “Algunas muestras sirven para exhibición, otras para capacitaciones o docencia en carreras afines (geología, biología, por ejemplo), mientras que otras son de gran interés científico”, dice Ana Paz Cárdenas, secretaria técnica del CMN.

En el depósito de paleontología del CMN hay más de 9.000 fósiles en custodia, entre restos de vertebrados marinos y terrestres, invertebrados marinos y plantas. “Los tamaños varían desde pequeños bivalvos y dientes de tiburón de un centímetro o menos, hasta troncos y ammonites de más de 70 centímetros”, señala Cárdenas.

Pérdida de información

Varios son los problemas asociados a la extracción de piezas, especialmente fósiles. El más importante es que al ser sacados de su lugar original, es difícil estudiarlos, pues el contexto en el que estaban es fundamental.

David Rubilar, jefe del departamento de Paleontología del Museo Nacional de Historia Natural (MNHN) -que recibe algunas de las piezas incautadas-, explica que en la mayoría de los casos no sirven. “Aunque haya de por medio un acto de buena fe, al sacar la pieza del contexto estratigráfico, de la roca, pierden información acerca de la edad, datos taxonómicos, entre otros”, indica.

Según Rubilar, la recomendación, en caso de encontrar un fósil, es no moverlo, sino sacarle una foto en el lugar, y guardar sus coordenadas, para avisar al Consejo de Monumentos Nacionales. “Cuando una persona que no conoce la metodología de excavación paleontológica y recoge o excava fósiles, puede dañar el material que extrae y el material aledaño, especímenes más pequeños y estéticamente poco atractivos, pero de gran valor científico”, señala Cárdenas.

Bahía Inglesa es desde donde, históricamente, más material se extrae. Se trata de dientes de distintas especies de tiburón, entre ellos, los de Carcharocles megalodon, el más cotizado, un gigante de más de 12 metros. Otros fósiles populares en el comercio ilegal son los gasterópodos marinos (caracoles) de la zona central (comuna de Navidad) y ammonites de Coyhaique y Lo Valdés, en la Región Metropolitana, indican en el CMN.

“Bahía Inglesa sigue siendo el talón de Aquiles, hay mucha gente que vive del tráfico de fósiles, ellos siguen los afloramientos rocosos y dan con otro yacimiento paleontológico”, explica Rubilar.

El subcomisario Edgardo Rodríguez, de la Bidema Metropolitana, explica que las incautaciones se logran siguiendo desde denuncias al monitoreo de redes sociales, además de sitios recurrentes como lugares de hallazgo, donde se ubica a las personas extrayendo in situ o comercializando.

“El material fósil, por su composición, tiene un interés intrínseco, porque son bonitos o muy antiguos. Existe interés en los turistas, se las apropian por desconocimiento o con la idea de que son bonitas, pero nadie puede tenerlas sin autorización del Consejo”, señala.

Su extracción es tanto con fines particulares, de colección o ligado a la orfebrería, pero lo nuevo son agrupaciones especializadas en buscar fósiles, que ofrecen sus servicios a turistas, dice el subcomisario. “Lo que hemos estado analizando son agrupaciones aficionadas al estudio de fósiles, que hacen excursiones y van a yacimientos, enseñan técnicas para obtener un fósil, a sabiendas del daño que pueden generar. Más allá de que se apropian de la pieza en sí, existe gran pérdida por ser sacadas de contexto. También lo hacen con turistas extranjeros, como atractivo”, sostiene.

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