ALICIA ALVARADO ESCUDERO
Profesora del Máster en Procesos Educativos de Enseñanza
Aprendizaje, Universidad Nebrija
Laboratorio Foster, Residencia de Señoritas. Archivo
Instituto Internacional,
Legado Eulalia Lapresta
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"Educar en la igualdad para que no se pierda un solo
talento por falta de oportunidades".
Josefina Aldecoa, Historia de una Maestra, (1990).
Cada 8 de marzo conmemoramos el Día Internacional de la
Mujer declarado por la ONU en 1975. Esa jornada tan importante para el
feminismo no sólo se ha convertido en un recuerdo para las trabajadoras del
textil que se manifestaron en Nueva York en 1857 reivindicando unas mejores
condiciones laborales, sino que, además, en España supuso la apertura de las
mujeres a la educación pública universitaria.
De 1888 a 1910
El 8 de marzo de 1910 se autorizó la matriculación de
mujeres en las carreras universitarias públicas. Antes de esta fecha, este
hecho tan consolidado en nuestra sociedad actual era toda una aventura para la
mitad de la población: La Real Orden publicada el 11 de junio de 1888 admitía
únicamente el acceso de las mujeres a las universidades privadas mediante
autorización del Consejo de Ministros.
Elena Maseras. Wikimedia Commons
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La primera mujer en acceder a los estudios universitarios
fue María Elena Maseras Ribera, quien comenzó la carrera de Medicina en
Barcelona, en el curso académico 1872-1873.
En el periodo comprendido entre 1888 a 1910, la vida de las
estudiantes estaba condicionada por su sexo y la libertad de movimiento dentro
de la universidad estaba completamente limitada. Incluso una de las grandes
pioneras del feminismo español, Concepción Arenal, tuvo que disfrazarse de
hombre para poder cursar sus estudios de Derecho en la Universidad de Madrid.
Entre 1882 y 1910, 36 mujeres, el 0,17 % de los estudiantes
universitarios, consiguieron finalizar sus estudios en las facultades y pelear
por el reconocimiento de sus títulos para poder ejercer profesionalmente, como
fue el caso de María Elena Maseras y Dolores Aleu.
A partir de 1910, y hasta 1935, con la nueva normativa, el
número de mujeres que comienza sus estudios en las universidades públicas se
incrementó significativamente. De las 21 alumnas matriculadas en el curso
académico 1909-1910 se pasó a más de 2.000 mujeres en el año 1935, por lo que
el cambio de mentalidad en el acceso de la mujer a la educación se materializó
de forma significativa.
Situación en 2019
Estos porcentajes no tienen nada que ver con los actuales,
según los datos presentados por el Ministerio de Educación. En el curso 2018-2019, el 55,2% de los estudiantes universitarios fueron mujeres. Las
carreras preferentes entre ellas siguen una tendencia relativamente parecida a
la del siglo anterior, cuando la medicina y el derecho eran las favoritas a
comienzos de 1900.
En la actualidad, las carreras más solicitadas son:
Educación, donde el 77,7% de los estudiantes son mujeres, Salud y servicios
sociales (71,4%) y Ciencias Sociales, periodismo y documentación (61,9%).
No cabe duda, por tanto, de que la normativa aprobada por el
conde de Romanones, titular del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas
Artes de España en 1910, abrió un nuevo camino académico para las mujeres.
No solo eso: la apertura a nuevos conocimientos hizo que
ellas cambiasen el entorno doméstico por el entorno público. Los títulos de
licenciatura permitieron el acceso de las mujeres a los puestos de docencia de
todos los niveles de enseñanza y su visibilidad en muchas otras profesiones. La
brecha educativa de género que durante siglos permitió el acceso a la educación
únicamente a los varones comenzaba a desaparecer.
Residencia de señoritas
Otro hecho importante vinculado con el acceso de las mujeres
al mundo universitario fue la creación, por parte de la Junta de Ampliación de Estudios (JAE) en 1915, de la Residencia de Señoritas en Madrid, homóloga de la
Residencia de Estudiantes masculina.
La Residencia femenina estuvo dirigida por María de Maetzu.
Este centro se convirtió en un espacio de diálogo y aprendizaje constante para
las estudiantes que allí se alojaban, como Victoria Kent o Clara Campoamor.
Pero, además, acogió numerosas conferencias en la que mujeres de todo el mundo
expusieron sus ideas, entre ellas Marie Curie o Gabriela Mistral.
María de Maeztu, dando clase en la Residencia de Señoritas.
Archivo Instituo Internacional, legado Eulalia Lapresta
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Tanto esta reconocida Residencia femenina como el acceso de
las mujeres al ámbito universitario se fraguaron en el movimiento a favor de la
educación femenina que inició Fernando de Castro entre 1869 y 1873. De Castro
fue rector humanista de la Universidad de Madrid y entre sus grandes
aportaciones se encuentra la creación de un Ateneo Artístico y Literario, la
Asociación para la Enseñanza de la Mujer, creada en 1870, y la celebración de
un círculo de conferencias dirigidas a la educación femenina.
Con este incipiente interés por el acceso de las mujeres a
la formación superior y los saberes más allá de la crianza de los hijos, se
reconocía su capacidad de razón y conocimiento, igual a la de los hombres, y su
preparación para poder optar a la especialización de las profesiones liberales.
Así se inició el acceso de la mujer al mundo laboral y se pusieron los
cimientos culturales para una igualdad entre hombres y mujeres.
Como conclusión, los inicios del siglo XX marcaron un antes
y un después en el acceso de la mujer a los estudios superiores. Pese al claro
cariz patriarcal que imperaba en todas las esferas de la sociedad española, en
1910 comenzó a transformarse la universidad española y esto también modificó
las relaciones de género en los ámbitos educativo y profesional.
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