El Oculudentavis, hallado en un yacimiento de Myanmar, vivió
hace casi cien millones de años en una región donde se han descubierto más de
1.000 nuevas especies conservadas en resina
Cráneo del Oculudentavis conservado en ámbar. LIDA XING
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En lo que hoy es el norte de Myanmar se han encontrado minas
de ámbar que han conservado un mundo perdido desde hace 99 millones de años. En
aquel tiempo, infinidad de animales quedaron atrapados mucho antes de pudrirse
en la resina que fluía de los árboles, conservando su anatomía con un grado de
detalle excepcional. Según contaba un artículo de Science, solo en 2018 se
publicaron los descubrimientos de 321 especies conservadas en ámbar de
Birmania. En total se han encontrado más de 1.000.
En esta región del mundo se ha hallado también una criatura
que se presenta en la revista Nature. Se trata de un cráneo diminuto de
dinosaurio, el de menor tamaño conocido de toda la era Mesozoica, el tiempo de
estos animales que se han hecho famosos por su tamaño descomunal. El
Oculudentavis khaungraae, como se le ha bautizado, era parecido a un ave, pero
tenía ojos similares a los de un lagarto, con rasgos que sugieren una pupila
pequeña, algo que indica que estaba preparado para vivir durante el día.
Una segunda característica que destacan los autores, un
equipo internacional de científicos de universidades chinas y norteamericanas,
son los pequeños dientes del animal, un rasgo que ya no tienen las aves
modernas, pero que comparten muchos de sus ancestros del Mesozoico. Sin
embargo, según puntualiza en otro artículo de Nature Roger Benson, de la
Universidad de Oxford, el Oculudentavis tenía más dientes que otras aves de su
época y llegaban hasta la parte de atrás de su mandíbula, justo debajo del ojo.
Esta disposición indica que el nuevo espécimen era un depredador que se
alimentaría de pequeños invertebrados. Esta dieta hace diferente a esta especie
de colibrí dinosaurio de otras pequeñas aves modernas, como el pájaro mosca,
que con sus cinco centímetros y dos gramos de peso es el ave más pequeña que se
conoce y se alimenta de néctar.
HAN ZHIXIN |
El Oculudentavis estaría a medio camino entre las aves del
Cretácico, el periodo que acabó hace algo más de 66 millones de años con la caída de un asteroide, y dinosaurios como el Archaeopteryx, el famoso animal
alado que vivió en el Jurásico, hace 150 millones de años.
Los restos conservados en yacimientos de ámbar como los de
Myanmar tienen muchas ventajas respecto a los que quedan fosilizados en otros
minerales, sobre todo si los animales son pequeños. La resina impregna el
cadáver de tal forma que no destruye algunas partes frágiles como la piel o las
plumas.
Por último, el propio tamaño del Oculudentavis dice algo
sobre el entorno que vivió hace casi 100 millones de años. La miniaturización
es algo que suele estar relacionado con la vida en entornos aislados así que es
probable que el pedazo de ámbar que cubrió a este animal se formó en una isla
en el mar que se extendía al norte de la India cuando el subcontinente aún no se
había encajado en el lugar del mundo que ocupa hoy.
Además de servir para reconstruir la historia de la era de
los dinosaurios, los yacimientos de ámbar de la región son una fuente de
ingresos por la que pelean facciones enfrentadas en la región de Kachin. Según
Science, gran parte del ámbar repleto de especímenes de gran valor se introduce
por contrabando en la cercana ciudad china de Tengchong, donde se vende a
científicos, joyeros y coleccionistas. En algunos casos, especímenes tan
valiosos como el Oculudentavis pueden acabar colgando del cuello de alguien que
no conoce su significado.
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