jueves, 26 de marzo de 2020

Bernissart, la mina que oculta miles de dinosaurios

Buscaban carbón, pero dieron con huesos de iguanodonte. Esta mina belga proporcionó en el siglo XIX los fósiles mejor conservados de ese género, y sigue albergando más 

Uno de los iguanodontes de Benissart expuesto en el Museo de Ciencias 
Naturales de Bruselas. (Paul Hermans / CC BY-SA-3.0)
Los paleontólogos tienen sus templos y objetos de culto: son los museos de ciencias naturales y los fósiles que en ellos se exponen. Una de las reliquias más admiradas es el conjunto de esqueletos completos de iguanodontes expuesto en el Museo de Ciencias Naturales de Bruselas y hallado en el siglo XIX en el interior de una mina en Bernissart, Bélgica.

Los iguanodontes son reptiles que vivieron en la actual Europa occidental y América del Norte hace cientos de millones de años. Los de Bernissart constituyen la colección de dinosaurios mejor conservados del mundo. A diferencia de la mayoría de aquellos animales extinguidos –reconstruidos a base de moldes sintéticos y huesos de plástico–, los iguanodontes de Bernissart son auténticos huesos fosilizados.

Los fósiles hallados en Tilgate Forest se parecían a los de la iguana, aunque eran mucho más grandes

Fueron trabajosamente articulados sobre rígidas estructuras de hierro. En ellos no hay postizos ni resortes, solo capas de barniz que les otorgan un aspecto oscuro, inquietante e incluso, para muchos, inverosímil. Pero no hay engaño alguno. Son el testimonio de los primeros estudios sobre la anatomía y la postura de los dinosaurios que más abundaron en Europa durante el Cretácico inferior (hace entre 144 y 97 millones de años). ¿Cómo supimos de su existencia?

En busca de vestigios

Para conocer al primer científico que estudió un iguanodonte debemos remontarnos a la década de 1820, en el sur de Inglaterra. Allí, el médico y geólogo Gideon Algernon Mantell buscaba nuevos fósiles. En aquella época, los geólogos iban al campo a caballo y exploraban los yacimientos impecablemente vestidos con chistera negra, pañuelo al cuello y chaqueta larga.

Uno de los esqueletos completos de 'Iguanodon bernissartensis' en la posición 
en que se encontró (dibujo de Lavalette de 1883). (Dominio público)
Las canteras eran uno de los lugares que más fósiles proporcionaban. En ellas muchos trabajadores pasaban largas horas extrayendo pesados bloques de roca. Todas las tareas se realizaban a mano, hecho que facilitaba el hallazgo de huesos fosilizados. Mantell conocía la importancia de la pedrera de Tilgate Forest, al sur del país. Incluso llegó a pagar cuantiosas sumas a los picapedreros que le suministraban los mejores ejemplares.

Dientes de iguana

En 1822, Mantell encontró unos extraños dientes con una forma que desconocía. Durante tres años estuvo visitando varias colecciones inglesas de anatomía comparada para identificarlos. Un día, en el antiguo Museo Hunteriano del Colegio Real de Cirujanos de Londres, se fijó en los dientes de una iguana procedente de las islas Barbados. Los fósiles de Tilgate Forest se parecían a los de la iguana, aunque eran mucho más grandes. Mantell llegó a la conclusión de que aquellos dientes habían pertenecido a un reptil extinguido, que se alimentaba de plantas y con muchas similitudes con una iguana gigante.

En 1825 dio a conocer el resultado de sus investigaciones a la Royal Society de Londres. Escogió el nombre de Iguanodon, que significa “diente de iguana”, para denominar científicamente al nuevo género. Nueve años después encontró partes de un esqueleto de Iguanodon en una cantera de Maidstone, también al sur de Inglaterra. Dedicó todos sus esfuerzos a reconstruir la anatomía de aquel reptil, pero no pudo disponer de todas las piezas necesarias. Ello le llevó a cometer algunos errores, como creer que el Iguanodon tenía un cuerno encima del hocico.

Los objetos encontrados por los mineros no eran restos fosilizados de árboles, sino huesos de vertebrados

Mantell fue el primer gran estudioso de los dinosaurios. Su sueño era encontrar un cráneo completo junto con un esqueleto articulado. Por desgracia, murió sin saber qué aspecto tenían realmente los iguanodontes.

¿Carbón o restos óseos?

En plena efervescencia industrial, la localidad belga de Bernissart también fue tierra de mineros. La actividad cotidiana de estos trabajadores quedaba muy lejos de las labores reservadas a la búsqueda de restos de dinosaurios. Paradojas de la historia, darían con uno de los restos fósiles más relevantes para la paleontología.

Taller de montaje del primer esqueleto de iguanodonte de Bernissart. 
De pie, bajo el dinosaurio y con la rodilla doblada, Louis de Pauw 
(fotografía de 1882). (Dominio público)
A principios de 1878 abrieron una galería en el pozo de extracción Fosse Sainte-Barbe, a 322 m de profundidad, en busca de una veta rica en carbón. En febrero, el minero Jules Créteur descubrió, a golpe de pico, unos extraños objetos que él y sus compañeros creyeron “troncos de árboles rellenos de oro”. Pero aquellos objetos no estaban hechos de oro, sino de pirita, un mineral de color parecido. Tampoco eran restos fosilizados de árboles, sino huesos de grandes vertebrados.

No quedaba otra, había que contactar con expertos, así que algunos de esos huesos se mandaron a Pierre-Joseph van Beneden, anatomista y profesor de la Universidad de Lovaina, para que los examinara. De forma paralela, se informó al ingeniero Gustave Arnould, jefe de minas de la provincia, sobre los ricos depósitos fósiles encontrados en la mina.

Consciente de la trascendencia del hallazgo, Arnould escribió un telegrama a Edouard Dupont, director del Real Museo Nacional de Historia Natural de Bélgica, el 12 de abril. Decía así: “Descubrimiento importante. Osamentas en mina de carbón Bernissart. Se descomponen en pirita. Envíen Depauw [sic] mañana para llegar estación Mons 8 h de la mañana. Estaré allí. Urgente. Gustave Arenaut [sic]”.

Intentos y éxitos

En el texto, Arnould mencionaba el acuciante problema que presentaban los fósiles: una vez que se extraían de la capa de carbón y quedaban expuestos al aire se transformaban en pirita. Este fenómeno es el que había confundido a los mineros, haciéndoles creer que habían encontrado el antiguo jardín del rey Midas (quien, según la leyenda, convertía en oro todo lo que tocaba).

Las excavaciones se vieron detenidas por un temblor de tierra que dejó atrapado al equipo en la mina

Dupont pidió al paleontólogo Louis de Pauw que realizara una corta visita a Bernissart. De Pauw debía desarrollar un método para evitar la piritización de los fósiles. No iba a ser tarea fácil, porque en ocasiones los huesos acababan descomponiéndose en un polvo verdoso, como si estuvieran afectados de una extraña enfermedad.

Intentó frenar la “infección” empleando diversos tratamientos medicinales. Uno de ellos consistió en aplicar una peligrosa mezcla de alcohol saturado en arsénico y goma laca. Creía que la goma endurecería los huesos y el arsénico mataría la enfermedad en una acción combinada. Hoy sabemos que el supuesto mal de los huesos es un simple proceso químico que solo depende de la humedad ambiental.

Durante muchos años se dieron capas de sustancias conservantes sobre los huesos para evitar su descomposición. Esto explica el brillo y los reflejos de la superficie de los iguanodontes de Bernissart.

Mientras los científicos intentaban resolver el fenómeno de descomposición de los fósiles, el anatomista Van Beneden completó el estudio de los ejemplares puestos a su disposición. En mayo anunció solemnemente a los miembros de la Real Academia Belga que los huesos y dientes recuperados en Bernissart pertenecían al Iguanodon.

Inicio de las excavaciones

Ilustración que muestra a varios ejemplares de iguanodontes junto a otros 
dinosaurios. (Belov2014 (https://abelov2014.deviantart.com/) / CC BY-SA-3.0)
Ese mismo mes, la junta directiva de la mina ofreció los fósiles al Estado belga. Las excavaciones, que empezaron bajo la dirección de Louis de Pauw, se prolongaron hasta agosto, y se vieron súbitamente detenidas por un temblor de tierra que dejó atrapados a De Pauw y su equipo en la mina durante horas. El lugar se estaba volviendo inestable y peligroso. Tras el derrumbe, la mina empezó a inundarse, y en octubre se suspendieron todos los trabajos, porque las galerías se habían sumergido completamente.

Seis meses más tarde, los equipos de bombeo habían logrado drenar el agua y reabrir la mina. Las excavaciones se alargaron ininterrumpidamente desde 1879 hasta 1881. En ese intervalo se desenterraron numerosos esqueletos completos de Iguanodon. Y apareció un nuevo problema. Los fósiles ocupaban cada vez más espacio. La falta de sitio para almacenarlos obligó a suspender los trabajos por segunda vez.

Un tesoro bajo tierra

La mina de Bernissart había sido clausurada, pero un país vecino codiciaba sus riquezas paleontológicas. Alemania ocupó Bélgica durante la Primera Guerra Mundial. No tardó en encargar al paleontólogo Otto Jaekel el reinicio de las excavaciones y la obtención del mayor número de ejemplares para el Museo de Berlín. Se abrió una nueva galería, pero cuando Jaekel estaba a punto de alcanzar la capa fosilífera, los aliados liberaron Bélgica y cesaron los trabajos.

Durante los años siguientes, los intentos de reiniciar las excavaciones fracasaron por falta de apoyo económico. En 1921 hubo que abandonar la mina y poco después se inundó de nuevo. En 2002, tres sondeos geotécnicos permitieron recuperar muestras de huesos y dientes de Iguanodon. Se evidenciaba que siguen allí sepultados más esqueletos de dinosaurio. Quién sabe cuántos.

Este artículo se publicó en el número 444 de la revista Historia y Vida. ¿Tienes algo que aportar? Escríbenos a redaccionhyv@historiayvida.com.

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