martes, 7 de septiembre de 2021

Los sistemas de defensa de los dinosaurios herbívoros contra sus depredadores

Olvidemos la idea de que los dinosaurios herbívoros eran presas indefensas: muchos podían plantar cara e incluso provocar heridas mortales a sus depredadores gracias a diversas estrategias de protección que iban desde durísimas escamas hasta garras y pinchos.

La Tierra de la era mesozoica estaba poblada por terribles dinosaurios de la talla del Tyrannosaurus Rex o el Spinosaurus, pero los herbívoros no eran simples presas indefensas. Desde cuernos hasta colas que podían partir huesos, muchos de ellos podían provocar heridas mortales a sus cazadores. Repasamos algunas de estas armas letales de los “lagartos terribles”, que demuestran que a veces el mejor ataque es una buena defensa.

Cuernos

Foto: iStock/Warpaintcobra
La defensa más obvia son las astas que lucían los ceratópsidos, una familia que incluye a todos los dinosaurios con cuernos: su miembro más famoso es el Triceratops, pero se han identificado alrededor de cincuenta géneros distintos con sus respectivas especies cada uno. Sus características comunes eran los cuernos -de distinto tamaño y número- sobre la nariz y los ojos, así como un collar óseo que protegía el cuello y que a veces también estaba rematado con protuberancias o cuernos, como el temible Styracosaurus. A pesar de esta formidable defensa, los huesos encontrados presentan marcas que demuestran que eran cazados por grandes carnívoros como los tiranosaurios, pero sin duda vendían cara su piel.

Cabeza dura

Foto: iStock/Corey Ford
Ser un cabeza dura a veces tiene sus ventajas. Los paquicefalosaurios fueron un infraorden de dinosaurios caracterizado por un hueso craneal de varios centímetros de grosor, a veces rematado con protuberancias. Aunque los estudios concluyen que los usaban en combates contra los de su misma especie para establecer jerarquías y derechos de apareamiento, tal como hacen animales actuales como los carneros, en caso de necesidad podían volverse un arma disuasoria contra depredadores. Difícilmente podrían haber procurado heridas graves, pero el probable comportamiento de rebaño de estos dinosaurios supondría, para sus depredadores, enfrentarse a un muro de escudos craneales.

Colas de martillo y de pinchos

Foto: iStock/Warpaintcobra
No solo importa el arma, sino también saber usarla. Muchas especies de dinosaurios tenían la cola rematada por pinchos o huesos gruesos que podían funcionar como un martillo de guerra. Entre los de cola de martillo tenemos a los anquilosaurios, que eran auténticos tanques vivientes gracias a su espalda con protuberancias óseas, y a los estegosáuridos, que con sus placas dorsales y sus colas con pinchos tenían también una formidable armadura. Su potencial letal no residía en las colas en sí mismas, sino en el impulso que les daban al balancearlas: el golpe podía atravesar la piel y fracturar los huesos de sus atacantes e, incluso sin ser letal, lesionarlos gravemente. Un depredador cojo tenía los días contados, así que lanzarse a por tales presas era una decisión arriesgada.

Colas “sin tunear”

Foto: A. Atuchin
Llegados a un cierto tamaño, incluso una cola sin pinchos ni huesos podía ser un arma formidable. Los saurópodos, conocidos popularmente como “cuellolargos”, poseían algunas de las colas más potentes que jamás ha tenido cualquier animal. Estas funcionaban como un látigo que podían lanzar contra sus atacantes a una velocidad muy alta, fracturándoles los huesos con consecuencias fatales, o provocando sonidos para intimidarlos. Incluso los que eran relativamente pequeños -como el Europasaurus, un ejemplo de enanismo insular con “poco más” de 6 metros de longitud- se contaban entre los animales más grandes de su ecosistema y tenían muy pocos depredadores naturales; los más grandes, como los titanosaurios, eran prácticamente intocables y solo los depredadores más grandes como tiranosáuridos y abelisáuridos podían aspirar a cazarlos… como último recurso.

Cuellos con pinchos

Foto: iStock/A V S Turner
Por si la cola no era suficiente, algunos dinosaurios de cuello largo tenían también espinas sobresaliendo de las vértebras cervicales. Se trata de los dicreosáuridos, una familia de saurópodos cuyas especies eran de tamaño relativamente pequeño, similar al de un elefante africano o un poco mayor. Para compensar su “debilidad” respecto a sus mastodónticos parientes, podían blandir su cuello como arma de forma similar a la cola de los dinosaurios acorazados. Sin embargo, resultaba más peligroso al estar sus espinas conectadas a las vértebras cervicales, por lo que probablemente fuera un arma más disuasoria que efectiva. 

Garras

Foto: ABelov2014 (CC)
Aunque asociemos las garras a los dinosaurios carnívoros, unos pocos herbívoros también las tenían: eran los tericinosáuridos, literalmente “lagartos guadaña”, que recibieron este nombre debido a las largas garras que lucían en sus patas delanteras. En la especie que da nombre a esta familia, el Therizinosaurus, estos apéndices podían llegar a medir medio metro, el récord en cualquier dinosaurio jamás encontrado. Aunque los científicos concluyen que eran demasiado frágiles para ser usadas de forma efectiva como arma, habrían tenido un efecto disuasorio notable en cualquier cazador de tamaño similar.

Estrategia

Foto: iStock/Daniel Eskridge
El gran estratega Sun Tzu dijo que “someter al enemigo sin luchar es la suprema excelencia”. Aunque los dinosaurios han sido presentados históricamente como criaturas poco inteligentes, los estudios recientes apuntan a que eran capaces de elaborar estrategias complejas de caza y fuga. Una de las más habituales entre los herbívoros parece haber sido la de atraer a sus depredadores hacia el agua o zonas fangosas y tal vez hacerles perder el equilibrio: los grandes depredadores solían ser bípedos y a menudo con unos brazos raquíticos en comparación a su peso, por lo que hundirse en el agua o en el fango era una muerte segura. Las múltiples ocasiones en que sus fósiles son extraídos de depósitos sedimentarios, indicando que murieron sepultados, podrían ser una confirmación de esta estrategia.

nationalgeographic.com.es

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