Olvidemos la idea de que los dinosaurios herbívoros eran
presas indefensas: muchos podían plantar cara e incluso provocar heridas
mortales a sus depredadores gracias a diversas estrategias de protección que
iban desde durísimas escamas hasta garras y pinchos.
La Tierra de la era mesozoica estaba poblada por terribles
dinosaurios de la talla del Tyrannosaurus Rex o el Spinosaurus, pero los
herbívoros no eran simples presas indefensas. Desde cuernos hasta colas que
podían partir huesos, muchos de ellos podían provocar heridas mortales a sus
cazadores. Repasamos algunas de estas armas letales de los “lagartos
terribles”, que demuestran que a veces el mejor ataque es una buena defensa.
Cuernos
|
Foto: iStock/Warpaintcobra |
La defensa más obvia son las astas que lucían los
ceratópsidos, una familia que incluye a todos los dinosaurios con cuernos: su
miembro más famoso es el Triceratops, pero se han identificado alrededor de
cincuenta géneros distintos con sus respectivas especies cada uno. Sus
características comunes eran los cuernos -de distinto tamaño y número- sobre la
nariz y los ojos, así como un collar óseo que protegía el cuello y que a veces
también estaba rematado con protuberancias o cuernos, como el temible
Styracosaurus. A pesar de esta formidable defensa, los huesos encontrados presentan
marcas que demuestran que eran cazados por grandes carnívoros como los
tiranosaurios, pero sin duda vendían cara su piel.
Cabeza dura
|
Foto: iStock/Corey Ford |
Ser un cabeza dura a veces tiene sus ventajas. Los
paquicefalosaurios fueron un infraorden de dinosaurios caracterizado por un
hueso craneal de varios centímetros de grosor, a veces rematado con
protuberancias. Aunque los estudios concluyen que los usaban en combates contra
los de su misma especie para establecer jerarquías y derechos de apareamiento,
tal como hacen animales actuales como los carneros, en caso de necesidad podían
volverse un arma disuasoria contra depredadores. Difícilmente podrían haber
procurado heridas graves, pero el probable comportamiento de rebaño de estos
dinosaurios supondría, para sus depredadores, enfrentarse a un muro de escudos
craneales.
Colas de martillo y de pinchos
|
Foto: iStock/Warpaintcobra |
No solo importa el arma, sino también saber usarla. Muchas
especies de dinosaurios tenían la cola rematada por pinchos o huesos gruesos
que podían funcionar como un martillo de guerra. Entre los de cola de martillo
tenemos a los anquilosaurios, que eran auténticos tanques vivientes gracias a
su espalda con protuberancias óseas, y a los estegosáuridos, que con sus placas
dorsales y sus colas con pinchos tenían también una formidable armadura. Su
potencial letal no residía en las colas en sí mismas, sino en el impulso que
les daban al balancearlas: el golpe podía atravesar la piel y fracturar los
huesos de sus atacantes e, incluso sin ser letal, lesionarlos gravemente. Un
depredador cojo tenía los días contados, así que lanzarse a por tales presas
era una decisión arriesgada.
Colas “sin tunear”
|
Foto: A. Atuchin |
Llegados a un cierto tamaño, incluso una cola sin pinchos ni
huesos podía ser un arma formidable. Los saurópodos, conocidos popularmente
como “cuellolargos”, poseían algunas de las colas más potentes que jamás ha
tenido cualquier animal. Estas funcionaban como un látigo que podían lanzar
contra sus atacantes a una velocidad muy alta, fracturándoles los huesos con
consecuencias fatales, o provocando sonidos para intimidarlos. Incluso los que
eran relativamente pequeños -como el Europasaurus, un ejemplo de enanismo
insular con “poco más” de 6 metros de longitud- se contaban entre los animales
más grandes de su ecosistema y tenían muy pocos depredadores naturales; los más
grandes, como los titanosaurios, eran prácticamente intocables y solo los
depredadores más grandes como tiranosáuridos y abelisáuridos podían aspirar a cazarlos…
como último recurso.
Cuellos con pinchos
|
Foto: iStock/A V S Turner |
Por si la cola no era suficiente, algunos dinosaurios de
cuello largo tenían también espinas sobresaliendo de las vértebras cervicales.
Se trata de los dicreosáuridos, una familia de saurópodos cuyas especies eran
de tamaño relativamente pequeño, similar al de un elefante africano o un poco
mayor. Para compensar su “debilidad” respecto a sus mastodónticos parientes,
podían blandir su cuello como arma de forma similar a la cola de los
dinosaurios acorazados. Sin embargo, resultaba más peligroso al estar sus
espinas conectadas a las vértebras cervicales, por lo que probablemente fuera
un arma más disuasoria que efectiva.
Garras
|
Foto: ABelov2014 (CC) |
Aunque asociemos las garras a los dinosaurios carnívoros,
unos pocos herbívoros también las tenían: eran los tericinosáuridos,
literalmente “lagartos guadaña”, que recibieron este nombre debido a las largas
garras que lucían en sus patas delanteras. En la especie que da nombre a esta
familia, el Therizinosaurus, estos apéndices podían llegar a medir medio metro,
el récord en cualquier dinosaurio jamás encontrado. Aunque los científicos
concluyen que eran demasiado frágiles para ser usadas de forma efectiva como
arma, habrían tenido un efecto disuasorio notable en cualquier cazador de
tamaño similar.
Estrategia
|
Foto: iStock/Daniel Eskridge |
El gran estratega Sun Tzu dijo que “someter al enemigo sin
luchar es la suprema excelencia”. Aunque los dinosaurios han sido presentados
históricamente como criaturas poco inteligentes, los estudios recientes apuntan
a que eran capaces de elaborar estrategias complejas de caza y fuga. Una de las
más habituales entre los herbívoros parece haber sido la de atraer a sus
depredadores hacia el agua o zonas fangosas y tal vez hacerles perder el
equilibrio: los grandes depredadores solían ser bípedos y a menudo con unos
brazos raquíticos en comparación a su peso, por lo que hundirse en el agua o en
el fango era una muerte segura. Las múltiples ocasiones en que sus fósiles son
extraídos de depósitos sedimentarios, indicando que murieron sepultados,
podrían ser una confirmación de esta estrategia.
nationalgeographic.com.es
No hay comentarios:
Publicar un comentario