Fósiles hallados en la Antártida confirman que la
desaparición de especies fue repentina, masiva y alcanzó a todos los rincones
del planeta
La gran extinción quedó registrada en los fondos marinos de
la isla Seymour (en la imagen) en la
península antártica. VANESSA BOWMAN |
Hace unos 66 millones de años se produjo una de las grandes
extinciones que ha vivido el planeta, la de los dinosaurios. Hasta aquí todos
de acuerdo. Pero los científicos difieren en la causa de la gran extinción, su
velocidad y su alcance. Ahora, un estudio con miles de fósiles hallados en la
Antártida muestra que la muerte fue repentina, masiva y generalizada.
Y esa gran extinción repentina, masiva y generalizada solo
podría haber sido causada por un bólido caído del cielo. Esa es la teoría
dominante entre los científicos y que ahora mismo está siendo comprobada
experimentalmente con el estudio del cráter de Chicxulub (México). Además de
los daños inmediatos, el enorme impacto debió cambiar el clima de la Tierra,
alterando radicalmente las condiciones en las que se desarrollaba la vida.
Muchas especies, como los dinosaurios terrestres no supieron
adaptarse y desaparecieron en unos pocos miles de años. Fue la gran extinción
que cerró el periodo Cretácico y dio paso al Paleógeno, que inicia la era de
los mamíferos. Las pruebas de la gran extinción son innegables. Por todas
partes, desde el golfo de México, hasta la actual Dinamarca, el registro fósil
muestra que hace 66 millones de años algo muy grande pasó. Los estratos
inmediatamente posteriores a esa época aparecen casi vacíos de fósiles. Unos
cientos de miles de años más arriba, la vida fosilizada vuelve con fuerza,
aunque ya no están los dinosaurios.
Pero hay una corriente nada despreciable de científicos que,
coincidiendo en la existencia de la gran extinción, consideran improbable que
un asteroide provocara tal cataclismo. Para ellos, fue un cambio climático progresivo
y gradual el que creó las condiciones para el fin de los dinosaurios. Aunque no
todos señalan qué pudo iniciar este cambio, muchos apuntan a una sucesión degrandes erupciones volcánicas en la meseta del Decán (India), sucedida también
hace unos 66 millones de años. Tal vulcanismo pudo oscurecer el cielo e iniciar
una era de enfriamiento global.
El 70% de la vida marina de la Antártida desapareció cuando se extinguieron los dinosaurios
Ahora, un grupo de investigadores británicos ha estudiado qué
pasó con la vida muy lejos tanto del golfo de México como de la meseta del
Decán. En la British Antarctic Survey (BAS), han pasado casi una década
excavando, recopilando y analizando el registro fósil en la isla de Seymour,
ubicada en el extremo de la península antártica. Lo que han encontrado, como
explican en Nature Communications, apoya la tesis del impacto y la consecuente
extinción repentina, masiva y generalizada.
"Nuestra investigación muestra básicamente que un día
todo iba bien, la Antártida tenía una próspera y diversa comunidad marina y, al
siguiente, ya no. Queda claro que un evento catastrófico y repentino ocurrió en
la Tierra", dice en una nota el investigador de la Universidad de Leeds
(Reino Unido) y principal autor de la investigación, James Witts.
Su trabajo muestra que hace unos 66 millones de años a unos
estratos ricos en vida le sucedieron otros casi yermos. La investigación se
centra en los animales bentónicos, los que viven en el fondo marino, como los
moluscos. Al ser relativamente abundantes, funcionan como un indicador de la
salud del ecosistema. Lo que encontraron los científicos es que se produjo un
marcada reducción, tanto en cantidad como en diversidad, de ambos grupos. Así,
hasta el 67% de las especies de moluscos desaparecieron del registro fósil a
finales del Cretácico.
Parte de los 6.000 fósiles recuperados de los mares
antárticos para este estudio. RICHARD CRUISE
|
Pero también se extinguieron los amonites dimonocera, primos
lejanos del calamar, o reptiles marinos gigantes como el Mosasaurus y todos en
un relativamente corto espacio de tiempo. Sin embargo, progresivamente, la vida
marina de la Antártida se recuperó. Más, como pasó en otras latitudes, ya no
era la misma vida, apareciendo nuevas especies de animales. 350.000 años
después de lo que provocara la gran extinción, la densidad y diversidad de vida
ya era la misma.
"Se trata de la prueba más consistente del registro
fósil de que el principal causante de la extinción fueron las consecuencias del
impacto de un gran asteroide y no un paulatino declive provocado por cambios
naturales en el clima o por el estrés sufrido por los ecosistemas por un severo
vulcanismo", sostiene Witts.
Este trabajo es uno de los primeros que muestra el verdadero
alcance geográfico de la gran extinción. Hollywood y sus películas de
catástrofes han hecho creer que tras el desastre siempre queda algún lugar en
el planeta, una selva perdida, la montaña más alta o el eterno sur, donde la
muerte no llegó. Pero, como dice la investigadora de la BAS y coautora de la
investigación, Jane Francis, "incluso los animales que vivían en los
confines de la Tierra, cerca del Polo Sur, no estuvieron a salvo de los efectos
devastadores de la extinción masiva del fin del Cretácico".
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