El proceso implica la incorporación de restos orgánicos
desde la biosfera a la litosfera y requiere una serie de cambios físicos y
químicos muy complejos
Varios peces fosilizados, con una antigüedad de 65 millones
de años, en el
yacimiento de Tanis (Dakota del Norte). ROBERT DEPALMA /
UNIVERSIDAD DE KANSAS
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Los fósiles son restos de organismos o de su actividad
biológica que han quedado preservados en las rocas, generalmente en rocas
sedimentarias. El proceso que da lugar a la producción de un fósil se denomina
fosilización y, a pesar de lo que pueda pensarse, es extremadamente raro. Este
proceso implica la incorporación de restos orgánicos desde la biosfera a la
litosfera. Para que eso ocurra tienen que producirse una serie de cambios
físicos y químicos muy complejos.
En muchas ocasiones se cree que para que se produzca un
fósil ha tenido que morir un organismo, pero no siempre es así, ya que los
fósiles son también evidencias de la actividad biológica de organismos que
vivieron en el pasado. Existen, por ejemplo, fósiles de huellas de
desplazamientos. Para que se produjesen las famosas ignitas o huellas fósiles
de dinosaurios que hoy en día encontramos en múltiples yacimientos de la
Península Ibérica, los dinosaurios no tuvieron que morir. También existen los
coprolitos que son restos fecales fosilizados. O las cáscaras de huevos
fósiles.
Por lo que se refiere a los fósiles de organismos,
normalmente los tejidos blandos desaparecen al quedar a la intemperie a merced
de las condiciones meteorológicas. Sin embargo, en un medio reductor, es decir,
en el que no haya oxígeno, incluso los tejidos y estructuras más delicadas
pueden llegar a preservarse. Este hecho puede ocurrir, por ejemplo, en un lago
o en grandes profundidades marinas donde el contenido en oxígeno es muy bajo.
Pero lo que habitualmente queda preservado son los restos de
organismos que tienen esqueleto, bien endoesqueleto, que es interno como el
nuestro, o exoesqueleto, que es externo como es el caso el de las conchas de
los bivalvos, entre los que se encuentran mejillones u ostras. Esos esqueletos
compuestos de minerales (hidroxiapatito en el caso de nuestro esqueleto o
carbonato en el caso de conchas) tienen una mayor probabilidad de quedar
fosilizados. El paso de la biosfera a la litosfera incluso de las partes duras
del organismo implica cambios químicos y físicos complejos que modifican la
mineralogía original. En el caso de medios extremadamente ácidos ni siquiera
las partes más duras quedarán fosilizadas.
En el caso de medios extremadamente ácidos ni siquiera las partes más duras quedarán fosilizadas
Existen otros factores que explican por qué el registro
fósil es fragmentario, por ejemplo, el medio de sedimentación; es más habitual
que haya un mayor contenido de fósiles en zonas de plataformas marinas tranquilas
o en zonas lacustres que en zonas con una alta energía como áreas de fuerte
oleaje o en corrientes tractivas como un río. Existen también filtros
biológicos basados en el comportamiento y tamaño de las poblaciones de
organismos del pasado. Hay más probabilidad de preservación en el registro
fósil de herbívoros (organismos que se alimentan de vegetales) que de
carnívoros (organismos que se alimentan de otros organismos) pues los primeros
son más abundantes. Otros factores que pueden implicar la pérdida de registro
fósil de la listosfera son procesos como el metamorfismo, es decir, cuando las
rocas y sedimentos son sometidos a elevadas presiones y temperatura.
Una cuestión sobre la que no existe un consenso es el tiempo
que tarda el resto de un organismo o de su actividad en producir un fósil. Los
paleontólogos diferenciamos entre fósiles y subfósiles. Fósiles son todos
aquellos restos anteriores al final de la última glaciación cuaternaria que
terminó hace aproximadamente 11.000 años y dio comienzo al actual Holoceno. Por
tanto, aplicamos el término subfósil a todos aquellos restos de organismos o de
su actividad posteriores a los 11.000 años.
Cuando se analiza un fósil concreto, se puede hacer un ejercicio detectivesco y deducir los pasos seguidos durante el proceso de fosilización, aunque es muy complicado determinar cuánto tiempo tardó en producirse
Cuando analizas un fósil concreto sí puedes hacer un
ejercicio detectivesco y deducir los pasos seguidos durante el proceso de
fosilización, aunque es muy complicado determinar cuánto tiempo tardó en
producirse. Por ejemplo, nosotros estudiamos un yacimiento de mamíferos fósiles
cuya edad es de aproximadamente 14 millones años y situado en el campus de
Somosaguas de la Universidad Complutense de Madrid. Sabemos que los restos
óseos de dichos mamíferos estuvieron expuestos a la intemperie durante más de
tres años. En ese tiempo, los materiales blandos desaparecieron; los huesos y
dientes fueron arrastrados y alterados por la acción de los agentes meteorológicos,
el pisoteo de otros animales y la fricción con las partículas del sedimento
durante el arrastre en coladas de derrubios y finalmente se enterraron. Lo que
no sabemos con exactitud es cuánto tiempo pasó hasta que se produjo la
incorporación de esos materiales biológicos a la litosfera, es decir, la
fosilización. Sí que podemos hacer una aproximación en términos geológicos y se
barajan cifras de entre miles y decenas de miles de años para que tenga lugar
este proceso.
En la actualidad también se están formando fósiles. Existen
estudios en zonas naturales controladas como por ejemplo el Parque Nacional de
Doñana en Huelva o el Parque Nacional de Amboseli en Kenia donde se estudia el
proceso de fosilización en vivo y en directo.
Laura Domingo es doctora en Geología y paleontóloga del
Departamento de Geodinámica, Estratigrafía y Paleontología de la Universidad
Complutense de Madrid e investigadora asociada del Departamento de Ciencias de
la Tierra y Planetarias de la Universidad de California Santa Cruz.
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