‘Tamarro insperatus’, bautizado por la criatura del folclore catalán, era un troodóntido, un pequeño depredador emplumado
Reconstrucción de 'Tamarro insperatus'. |
Lo de insperatus es porque no se esperaba encontrarlo; es,
de hecho, el primer dinosaurio carnívoro del que se descubre un hueso en el
Pirineo, pues la gran mayoría de restos atribuidos a terópodos en el área se
basaban en dientes aislados y, en este caso, se trata de un largo hueso del pie.
Lo más simpático es lo de Tamarro. El tamarro o gambosí es
una criatura imaginaria del folclore popular bien conocida en la zona del
Pallars y mencionada por Joan Amades. Presente, según las leyendas, también en
Andorra, en el sur de Francia y en distintos lugares de España (donde se lo
denomina a veces gamusino), el tamarro no tiene una fisonomía concreta y su
característica principal es precisamente ser esquivo, difícil de ver. Una
tradición vinculada con el tamarro, y que ha dado pie a tradiciones y fiestas,
es tratar de encontrarlo.
Comparativa de tamaño entre una persona y un tamarro, y foto del fósil que ha servido para identificar la especie. |
Al nuevo dinosaurio, el tamarro inesperado, lo describe en un artículo aparecido ayer en la revista Scientific Reports —A fast-growing basal troodontid (Dinosauria: Theropoda) from the latest Cretaceous of Europe—, un equipo de investigadores del Institut Català de Paleontologia MiquelCrusafont (ICP), el museo de la Conca Dellà y las universidades de Edimburgo (Escocia) y Alberta (Canadá), liderados por Albert G. Sellés, del ICP. Tamarro insperatus, recalcan sus descubridores, se suma a las pocas especies conocidas de dinosaurios carnívoros en el suroeste de Europa. Hace también especialmente interesante el hallazgo el que este dinosaurio habitara el área de los actuales Pirineos hace 66 millones de años, apenas 200.000 años antes de que los dinosaurios se extinguiesen en todo el mundo.
Sellés recalca la escasez de fósiles de terópodos en
Cataluña. “Una posible explicación”, indica en una nota del ICP, “podría ser
que, como sucede en las aves actuales, con las que son los dinosaurios más
emparentados, los huesos de los pequeños dinosaurios terópodos fueran huecos
para aligerar el peso del animal. Esta fragilidad dificultaría la preservación
y la fosilización de sus esqueletos”. La presencia en el sur de los Pirineos
del terópodo tamarro (que pertenece, muy probablemente, al grupo de los
jinfengopterígidos, de origen asiático), reforzaría la hipótesis actual de que
a finales del Cretáceo se sucedieron varias oleadas migratorias de dinosaurios
provenientes de Asia hacia Europa.
A partir del análisis microscópico de los huesos de tamarro,
el equipo de investigación ha podido extraer conclusiones sobre el crecimiento
del animal. Aumentaba de tamaño de forma muy rápida, similar a como lo hacen
las aves palaeognátidas actuales, como el avestruz o el emú. En tan solo un par
de años, el tamarro podría haber alcanzado su tamaño adulto, aproximadamente
1,5-2 metros de longitud y unos 20 kg de peso. Lo más probable es que fuera un
dinosaurio carroñero o un depredador de pequeños reptiles, mamíferos e incluso
insectos.
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