- El río hilvana lugares repletos de historia y de anécdotas en su tramo burgalés
Covarrubias, en la provincia de Burgos (Tomás Guardia Bencomo / Getty Images/ iStockphoto) |
Iglesia de Santa María en Salas de los Infantes (Cavan Images/ Getty Images / iStockphoto) |
Abandono la iglesia de Santa María un poco destemplado; tanto rencor me afecta. Por suerte, Salas de los Infantes es un pueblo luminoso y alegre, capital de la comarca de La Demanda y Pinares. El núcleo está a orillas del río Arlanza, afluente del Pisuerga, cuyo curso proyecto seguir a partir de ahora. Antes de abandonar el municipio, no obstante, visito el Museo de Dinosaurios. Se inauguró en 2001 en la plaza Mayor y exhibe los fondos recogidos por el Colectivo Arqueológico-Paleontológico Salense, un grupo que trabaja en la comarca desde 1975. La mayoría de los fósiles expuestos proceden del período cretácico inferior, tienen unos 140 millones de años, aunque también hay más antiguos, de finales del jurásico.
Salas de los Infantes no es el único lugar que presume de conservar despojos de los Siete Infantes de Lara. El monasterio riojano de Suso asegura tener sus sarcófagos, y también mi próxima parada, San Pedro de Arlanza. No es extraño, ya que ambos cenobios compitieron durante la edad media por ser los más importantes de Castilla. La vinculación con cualquier figura legendaria les proporcionaba prestigio, influencia y hasta riqueza.
La comunidad de San Pedro de Arlanza durante su época de gran esplendor en los siglos XII y XIII tenía más de 200 frailes. El recinto hoy está en ruinas
San Pedro de Arlanza se encarama en un risco calizo sobre el río. Lo envuelven bosquecillos de quejigos, sabinas y enebros. El monasterio creció gracias al impulso del conde Fernán González, el precursor de una Castilla liberada del dominio leonés. La iglesia es la parte más antigua del complejo, se edificó a finales del siglo XI. La torre es un siglo posterior. También hay añadidos más tardíos, como los dos claustros, de los siglos XVI y XVII. Monjes benedictinos habitaron el convento hasta 1841, cuando la desamortización de Mendizábal los obligó a su abandono.
Ruinas de la iglesia de San Pedro de Arlanza (james63 / Getty Images/istockphoto) |
Continúo mi recorrido medieval por la comarca. Mi siguiente parada es en Covarrubias, cuyo centro histórico está muy bien conservado, con casas tradicionales que exhiben el entramado de madera a la vista. El pueblo tiene varias visitas con interés. Una de ellas remite nuevamente al conde Fernán González, quien construyó aquí una torre.
Custodiaba un vado del río Arlanza y tiene interés histórico
porque fue la primera fortificación que se levantó sin el permiso del monarca
leonés de turno; fue un gesto político. La tradición asegura la existencia de
un pasadizo subterráneo que comunicaba esa torre con la casa de Doña Sancha,
otro edificio medieval en muy buen estado. Nunca se ha encontrado, aunque, ya
lo supondrán, se cree repleto de tesoros y maravillas.
La colegiata de San Cosme y San Damián acoge una tumba ilustre, la piedra angular de una exótica conexión entre Covarrubias y el reino de Noruega
La colegiata de San Cosme y San Damián alberga el panteón de
los primeros condes de Castilla. También acoge otra tumba ilustre, la piedra
angular de una exótica conexión entre el pueblo de Covarrubias y el reino de
Noruega. La persona enterrada es la princesa Kristina, hija del rey Haakon
Haakonsson el Viejo, y tiene asimismo una estatua en el exterior de la iglesia.
La infeliz escandinava llegó a Castilla para contraer matrimonio con el infante
Felipe, hermano de Alfonso X el Sabio.
Capilla de San Olav, construida ocho siglos después de la muerte de la princesa Kristina (Luiyo / Wikimedia Commons CC BY-SA 2.0) |
La historia no acaba aquí. En las afueras de Covarrubias, a
800 metros del núcleo, en un paraje conocido como el valle de los Lobos, hay
una moderna ermita en madera y acero laminado, consagrada a... ¡San Olav! Antes
de enviudar, el infante Felipe le prometió a su esposa la construcción de una
capilla dedicada al patrón de Noruega. Alegre de cascos como era, se
desentendió de la palabra dada en cuanto perdió a Kristina de vista.
El tema permaneció olvidado durante siglos hasta que, en 1992, instituciones escandinavas y españolas crearon la Fundación Princesa Kristina de Noruega. En 2002, dicha Fundación, el Ayuntamiento de Covarrubias, y las escuelas de Arquitectura de Oslo y Valladolid convocaron un concurso para la construcción de la capilla pendiente. El proyecto ganador fue de los arquitectos Pablo López Aguado y Jorge González Gallego, e imita la forma de un drakkar, un barco de guerra vikingo. La instalación, chocante en medio de Castilla, aúna las funciones de capilla religiosa y de espacio cultural.
Santo Domingo de Silos es conocido por albergar un ilustre monasterio benedictino existente desde el siglo VII
El pueblo de Santo Domingo de Silos no está a orillas del
Arlanza, pero sí en su comarca. El pequeño desvío merece la pena. El núcleo es
conocido por albergar un ilustre monasterio benedictino, existente desde el
siglo VII, cuando los visigodos aún gobernaban la península Ibérica. La
historia principal del convento, no obstante, arranca cuando Domingo, prior del
monasterio de San Millán de la Cogolla, se enemista con García Sánchez III, rey
de Nájera-Pamplona, y tiene que abandonar ese reino.
Monasterio de Santo Domingo de Silos. (Antonio Fagella Rius 7 AFR) |
Las inmediaciones de Silos tienen varias visitas con
interés, como los desfiladeros de la Yecla y del río Mataviejas, o el
cementerio ficticio de Sad Hill, donde Sergio Leone rodó el duelo final de la
película El bueno, el feo y el malo en 1966.
Acabo este recorrido por las orillas del Arlanza en Lerma,
una ciudad barroca construida para el exhibicionismo de Francisco Gómez de
Sandoval-Rojas y Borja (1553-1625), primer duque de Lerma y Grande de España.
Fue el hombre más poderoso durante el reinado de Felipe III, mandó mucho más
que el influenciable soberano. Su papel oficial era de valido, una especie de
primer ministro, pero gobernó el reino a su antojo entre 1599 y 1618. Durante
ese tiempo amasó una fortuna colosal gracias al tráfico de influencias, la
venta de cargos públicos y a la corrupción más exagerada. Para que se hagan una
idea, en 1601 convenció al monarca para el traslado de la Corte a Valladolid,
donde antes había comprado numerosas propiedades que multiplicaron su precio.
Muchas de esas propiedades se las vendió a la misma Corona, necesitada de
instalaciones en su nueva capital.
Apenas cinco años después, una vez completado el negocio, la
Corte regresaría a Madrid. Especulación pura, que dejó las arcas públicas
esquilmadas. Lerma también se granjeó enemigos, claro. Cuando estos destaparon
sus tejemanejes, el escándalo fue mayúsculo, algunos de sus colaboradores
murieron ajusticiados. Él, no: astuto, obtuvo del mismísimo Papa el
nombramiento como cardenal, una dignidad que lo protegió de represalias.
Finalmente, el rey lo autorizó a hacer mutis por el foro y a retirarse a sus
propiedades en Lerma.
El primer duque de Lerma amasó una fortuna colosal gracias al tráfico de influencias, la venta de cargos públicos y a la corrupción
Palacio ducal de Lerma, convertido en parador (Raúl Hernánderz Balbuena / Getty Images). |
También se construyó un paso elevado que permitía al duque
el acceso desde su palacio a las ceremonias religiosas del convento de Santa
Clara sin mezclarse con el pueblo. Incluso hubo unos inmensos jardines con
fuentes, pabellones y siete ermitas, aunque solo una permanece en pie, la
llamada del Cristo.
Al margen del rastro arquitectónico dejado por el duque de
Lerma, la ciudad tiene otra curiosidad histórica: la tumba del cura Merino
(1769-1844), que está en la plaza de Santa Clara. Jerónimo Merino fue un
sacerdote y líder guerrillero que causó grandes estragos a los invasores
napoleónicos durante la guerra de la Independencia. Su partida agrupó a miles
de hombres, llegó a ser un verdadero ejército, y actuó siempre con audacia y
ferocidad terribles. Uno de sus logros fue la rendición de una tropa francesa
atrincherada en Lerma.
Al acabar el conflicto retomó sus labores pastorales, pero
el fanatismo y el aburrimiento lo empujaron a la violencia durante el Trienio
Liberal. Merino creía inconcebible que el rey, “designado por la gracia de
Dios”, no ostentase el poder absoluto. Por eso tras la muerte de Fernando VII
se sumó al levantamiento carlista, exhibiendo un comportamiento sanguinario que
incomodaba a su propio bando. La derrota del pretendiente lo obligó a abandonar
España, temeroso de rendir cuentas por sus desmanes. Murió en Alençon
(Normandía, Francia) cuando tenía 75 años. Sus restos se trasladaron a Lerma en
1968, donde permanecen desde entonces.
El duque de Lerma fue el hombre más poderoso durante el reinado de Felipe III, mandó mucho más que el influenciable soberano