Un equipo de investigadores asegura que las piedras encontradas a gran distancia de su lugar de origen son gastrolitos que fueron tragados y trasladados por saurópodos y una prueba de sus migraciones.
¿Viajaron estas piedras más de 1000 kilómetros en el estómago de un dinosaurio? Malone et al. | James St. JohnFollow (Flickr, CC) |
Cuatro años después, Joshua Malone y su equipo presentan un trabajo en la revista Terra Nova en el que responden a la cuestión con una sugerente y provocadora conclusión. Tras reconstruir la historia de cinco de aquellas piedras, los autores del estudio proponen como posible explicación que esas rocas - halladas dentro de una zona conocida como formación Morrison, rica en fósiles del Jurásico - fueron tragadas por los grandes dinosaurios de cuello largo conocidos como saurópodos y trasladadas en sus estómagos de un lugar a otro. Se trataría, según ellos, de “gastrolitos” o piedras que estos animales habrían ingerido para procesar mejor las grandes cantidades de alimento que tomaban, a la manera en que las aves actuales incorporan piedras en sus mollejas.
Zona donde se encontraron las rocas del estudio | Malone et al. |
Dinosaurios que tragan piedras
El estudio ha sido acogido con interés y escepticismo por
los expertos en este tipo de fósiles. Básicamente porque les faltan elementos
para afirmar con rotundidad que estas piedras viajaron en algún momento “a
bordo” de un dinosaurio, puesto que no han aparecido junto a los restos fósiles
de ninguno de estos animales. “Desgraciadamente, no tenemos ninguna prueba real
de que estos fragmentos de roca sean de hecho antiguos gastrolitos”, asegura el
paleontólogo Oliver Wings, una de las máximas autoridades en el estudio de este
fenómeno. De la misma opinión es el especialista español Francisco Ortega,
paleontólogo del Grupo de Biología Evolutiva de la UNED, quien considera que
los investigadores han hecho una propuesta sugerente pero les faltan pruebas.
“No se puede decir que sea una prueba robusta de una migración de dinosaurios
que comen piedras y se las traen de un sitio para otro”, explica a Vozpopuli.
En el año 1991, el grupo de Ortega sí localizó evidencias directas de gastrolitos entre los restos fósiles de un gran saurópodo, un Dinheirosaurus de más de 23 metros de altura hallados en la localidad portuguesa de Porto Dinheiro, al norte de Lisboa. “Era un esqueleto bastante completo y lo tuvimos que ir desmontando a medida que lo íbamos excavando”, recuerda, “pero hubo un momento en que en los alrededores empezaron a aparecer piedras que eran exolitos, cantos rodados de entre dos y cinco centímetros. Aquello llamó nuestra atención, hasta que levantamos y vimos una pelota entre las costillas, una pelota muy densa en la que había ciento y pico piedras de este tipo”. Los paleontólogos extrajeron una a una aquellas piedras y hoy están en un museo, y aunque no hay pruebas definitivas de si los dinosaurios usaban las piedras en algún órgano para digerir la comida, como hacen las aves, el agrupamiento les lleva a pensar que quizá estaban en un mismo órgano.
Un supuesto gastrolito en la formación Morrison | Malone et al. |
Un “salto sin red”
¿Son gastrolitos las rocas encontradas por el equipo de
Malone? De entrada, aunque estas rocas suelen tener aspecto alisado parecido al
de los cantos rodados por la abrasión a la que fueron sometidas en el estómago
de los dinosaurios, no existe un análisis morfológico que permita
identificarlas con certeza. “Hay na semejanza morfológica que no es del todo
real”, explica Ortega. “Se parece a un canto rodado porque dentro de la molleja
choca con otros gastrolitos y está sometido a un ataque ácido que puede dejar
una pátina de disolución. Pero esa pátina ha estado 140 millones de años
expuesta a la erosión y percolador de fluidos, por lo que desaparece”. Por eso,
establecer como premisa que los cantos hallados originalmente por el equipo en
Wyoming son gastrolitos, sin haberlos hallado en el interior de un fósil, le
parece “un salto sin red”.
Los ácidos del estómago dejarían una pátina sobre la piedra, pero esa pátina ha estado 140 millones de años expuesta a la erosión
La segunda cuestión es que aunque gracias a los zircones los
autores tienen bien identificado que las rocas se formaron a 1000 kilómetros de
distancia del lugar en que fueron encontradas, existen otras vías por las que
pudieron llegar hasta allí y que no han sido descartadas. “El problema es que
la explicación es muy circunstancial y no la única”, asegura el paleontólogo
español. “Otro de los procesos en los que se ha visto que se pueden aportar
piedras fuera de contexto en el sedimento es mediante su transporte en los
cepellones de árboles. Es decir, los árboles arrancados por una riada llevan en
sus raíces una gran cantidad de tierra y piedras que se van deshaciendo a
medida que los árboles son transportados flotando lejos de de su lugar de
origen”. Entre los geólogos, por ejemplo, es también muy conocido el caso de
las piedras arrastradas en el interior de los icebergs y llevadas a grandes
distancias de su lugar de origen.
Por último, ¿existen otras pruebas que nos digan si los
saurópodos viajaban largas distancias para alimentarse? De momento, los indicios más claros son el
hallazgo de fósiles de ceratopsios (un pariente de los triceratops) en un
yacimiento de Canadá. “Parece que claramente que fueron atrapados por riadas
que arrastraron a manadas enteras y hay quien propone que fueron sorprendidas
en migración, como sucede hoy día con los ñus”. Esto no explica que migraran,
podrían ser solo grandes manadas pero, de acuerdo con el especialista, en el
caso de los saurópodos es muy probable que lo hicieran. Teniendo en cuenta que
cada animal de la manada podría ingerir media tonelada al día de vegetación, la
posibilidad de que vivieran en una zona estable es muy remota. “Que se
estuvieran moviendo por cuestiones de alimentación no me parece tan extraño”,
afirma Ortega, “y tampoco que se movieran mil kilómetros, aunque desde luego no
lo iban a hacer como las aves, sino con mucho más tiempo”.
En cualquier caso, aunque le falten elementos para ser
concluyente, el trabajo de Joshua Malone y sus colaboradores puede haber
abierto un camino para comprobar su hipótesis en un futuro y confirmar estas
grandes migraciones. “El día que estos gastrolitos aparezcan de forma
inequívoca dentro de un fósil, hagamos el zircón y veamos de dónde viene esa
piedra, tendremos la prueba”, asegura Ortega. Y tal vez, bromea, ya haya
equipos que hayan tomado nota y estén revisando sus gastrolitos para ver si se
puede confirmar.
Referencia: Jurassic dinosaurs on the move: Gastrolith
provenance and long-distance migration (Terra Nova) DOI: 10.1111/ter.12522
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